He
comprobado que es posible llegar a contactar con la Supraconciencia y poder así
controlar el ego, nuestra falsa identidad, que me gusta denominar el «no yo»,
inhibiendo sus cuatro potentes armas: la ignorancia, la afección por lo
material, el egoísmo y el miedo. Todo miedo es, en el fondo, miedo a la muerte.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 5
Soy
consciente de que ayudar a despertar conciencias es muy importante. El mínimo
número requerido para «poner en marcha» un cambio en la conciencia general es
la raíz cuadrada del 1 % de la población. Por tanto, hay que conseguir una masa
crítica de personas conscientes de su realidad existencial para poder cambiar
la dinámica actual de nuestra civilización, dominada por la egomanía imperante,
que nos lleva a una profunda afectación y alteración de la atmósfera,
hidrosfera, geosfera y biosfera, poniendo en peligro nuestra civilización y
nuestro planeta.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 56
El
médico tiene que curar y, si no es posible, paliar, pero siempre debe consolar
al enfermo y sus familiares.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 11
Aunque
nunca he tenido una ECM personalmente, mi investigación me llevó a la firme
convicción de que la conciencia trasciende la materia y puede ser demostrada
objetivamente a través de métodos científicos. A través de prácticas como la
meditación y la exploración de la conciencia no local, llegué a experimentar
esta realidad de manera profunda.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 14
La
Supraconciencia es la idea de que la conciencia no es simplemente el resultado
de la actividad neuronal en el cerebro, sino que existe en un nivel más
profundo y fundamental de la realidad. Según esta idea, la conciencia es una
propiedad fundamental del universo, presente en todas las cosas vivas y no
vivas. Como fuente de la conciencia individual, la Supraconciencia nos conecta
con el mundo que nos rodea. Aunque pueda parecer un concepto difícil de definir,
ya que va más allá de nuestra comprensión convencional de la realidad, pensemos
en la Supraconciencia como una especie de campo de energía que permea todo el
universo. Esta energía es la fuente de la conciencia individual y es lo que nos
permite experimentar todo lo que hay en nosotros y, sobre todo, a nuestro
alrededor.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 20
… la
idea de que la Supraconciencia existe no solo en la vida, sino también después
de la muerte y antes del nacimiento. Esta concepción sugiere que la conciencia
es eterna, algo que trasciende la vida individual y está presente en todo el
universo. El mensaje es muy claro y, sin duda, no puede ser más alentador: la
muerte no es el final de la conciencia, sino simplemente un cambio en su forma
de manifestarse.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 20
La
Supraconciencia sugiere que la mente y el cuerpo son parte de un sistema más
amplio que incluye todo el universo y que la conciencia es la fuerza que los
une.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 21
La
Supraconciencia va más allá de la conciencia ordinaria o normal: es un estado
en el que percibes tu conexión con todo el universo y experimentas una
sensación de unidad y totalidad. No se puede abarcar tan solo a través del
pensamiento o la reflexión, no es algo que se logre entender por completo a
través de la lógica o la razón. En cambio, se experimenta directamente a través
de un profundo sentido de conexión e interrelación con todo lo que existe.
Aunque muchos aseguran que la Supraconciencia está reservada para unos pocos
elegidos o para aquellos que han dedicado su vida a la meditación y la práctica
espiritual, no es así. La Supraconciencia no se puede alcanzar o lograr en un
sentido convencional, no es una mercancía que se pueda obtener o poseer. Se
revela a sí misma cuando nos abrimos a ella y nos permitimos experimentarla y
vivenciarla. La Supraconciencia está disponible para todos nosotros, basta con
que estemos dispuestos a explorarla y reconocerla. Las palabras no alcanzan a
describir adecuadamente qué es la Supraconciencia, porque va más allá de ellas
y todas las descripciones son insuficientes e incompletas. Sin embargo, a
menudo aquellas personas que han experimentado la Supraconciencia hablan de
ella en términos de una profunda sensación de paz, armonía, quietud, amor y
alegría.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 21
La
muerte no es enemiga de la vida, sino que forma parte de ella. Al nacer,
empezamos a morir. Hemos de interpretar la vida como una preparación a la
muerte. La muerte nos permite volver a nuestro origen.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 36
Podemos
comparar la muerte clínica con un ordenador que se ha apagado. Al igual que un
ordenador sin energía no puede realizar ninguna función, un cuerpo humano en
estado de muerte clínica no muestra signos vitales. Sin embargo, al igual que
un ordenador puede ser reiniciado, algunos pacientes pueden ser traídos
nuevamente a la vida a través de la reanimación cardiorrespiratoria. Esta
técnica es similar a pulsar el botón de encendido de un ordenador para
reiniciarlo: si se hace rápidamente, puede devolver el sistema a la vida. A
consecuencia del progreso científico actual, si se aplican medidas de
reanimación cardiorrespiratoria en el primer minuto después del paro cardiaco,
hasta un 33 % de los pacientes pueden ser recuperados. Sin embargo, este
porcentaje disminuye a aproximadamente el 14 % después del primer minuto. Estas
cifras subrayan la importancia de actuar rápidamente en situaciones de
emergencia médica. Cada segundo cuenta cuando se trata de salvar una vida.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 41
He
llegado a la conclusión de que debemos acudir a la física cuántica si queremos
encontrar explicaciones a los fenómenos de las ECM.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 43
Los
principales patrones que se repiten en las ECM, tal como los pacientes las
describen, son los siguientes:
1. Percepción de una experiencia
hiperreal. A menudo, los individuos
describen la ECM como más «real» que la realidad cotidiana.
2. Experiencia fuera del cuerpo. Los individuos sienten que han salido de su cuerpo
físico y pueden observar su propio cuerpo y los acontecimientos que ocurren a
su alrededor desde una perspectiva externa.
3. Percepciones extraordinarias. Algunas personas informan de percepciones inusuales,
como escuchar los pensamientos de otros. Hay casos clínicos en los que el
paciente llega a explicar hechos que están sucediendo en ese momento en otros
lugares o que van a suceder.
4. Movimiento a través de un túnel o
vacío. Tras una ECM, quienes la han
experimentado a veces describen un viaje a través de un túnel oscuro hacia una
luz brillante.
5. Entrada a otra dimensión. Los individuos pueden sentir que han entrado en una
dimensión diferente, a menudo descrita como un lugar de gran belleza y paz.
6. Encuentro con otras personas. Algunos pacientes informan de encuentros con otros
seres, que pueden incluir personas queridas ya fallecidas, u otras a las que en
ocasiones se refieren como «guías
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 45
La
descripción de las ECM por los pacientes tiene estas características: La
comunicación con otros seres solo es posible mediante el pensamiento.
Únicamente experimentan el momento presente. No existe pasado ni futuro. Pueden
desplazarse sin las constricciones del espacio y el tiempo con solo pensarlo.
Hay otros muchos fenómenos trascendentes que también desafían nuestra
comprensión actual. Estos incluyen la telepatía, la clarividencia, la
precognición (capacidad de ver o percibir acontecimientos futuros), las
vivencias místicas, la psicoquinesis (capacidad de influir en objetos, incluso
desplazándolos, a través de la concentración mental), la reencarnación y las
vivencias de los moribundos. Aunque son menos comunes que las ECM, estos
fenómenos también plantean preguntas intrigantes, y existen casos clínicos
documentados.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 48
Causas de las ECM según el método
científico
Se
han propuesto una serie de hipótesis para explicar las ECM, contempladas como
alucinaciones, fundamentadas en el método científico:
El
responsable es el tronco cerebral, que
genera las ECM
con
la finalidad de evitar el dolor terminal, como una estrategia de muerte fingida
que utilizan los animales inferiores. Rebatir esta hipótesis es fácil ante las
vivencias tan «sofisticadas» que se dan en estas experiencias, ocurridas cuando
el neocórtex no es funcional.
Se
trata de una visión psicodélica generada
por algún fármaco administrado. Tampoco es aceptable, puesto que los fármacos
interactúan con receptores del neocórtex, que no está funcionando, y en muchos
casos no hay antecedentes farmacológicos.
Son
una intrusión en la fase rem del sueño, la más profunda y en la que el tronco cerebral bloquea las neuronas
motrices. No resulta convincente, porque los neurotransmisores como la
serotonina —que regula el apetito, las emociones y el estado de ánimo—
interactúan con receptores del neocórtex, que no está activo. Podríamos
imaginar los neurotransmisores como «mensajeros» químicos que envían señales
para que las neuronas generen o no un impulso eléctrico.
Se
ha responsabilizado a la DMT (N,N-dimetiltriptamina), un
compuesto químico segregado por la glándula pineal en las situaciones de estrés
cerebral. La DMT, similar a la serotonina (5-hidroxitriptamina), puede provocar
alucinaciones sumamente intensas. Tampoco es aceptable, pues los alucinógenos
afectan al neocórtex y este no se halla operativo durante la ECM.
Otra
hipótesis es el «fenómeno de reinicio», que propone que estas vivencias ya están previamente en las regiones
profundas del sistema límbico, a nivel de la amígdala lateral, y se activan
cuando el neocórtex se desconecta, como el reinicio de un ordenador.
Las
provoca la acción del neurotransmisor glutamato, que tiene un efecto similar a la ketamina, un
anestésico alucinatorio, pero las alucinaciones que provoca son desagradables y
caóticas.
Son
fruto de la preservación de alguna parte del neocórtex que sí funciona, pero la mala perfusión —el
escaso o nulo aporte de sangre y oxígeno— es generalizada en todo el cerebro.
Se
han atribuido a brotes psicóticos, especialmente
esquizofrénicos, o a drogadicción. Sin embargo, no existen antecedentes.
Los
psicólogos atribuyen las ECM a un mecanismo de defensa sofisticado ante
la situación catastrófica que supone la muerte clínica.
También
se ha atribuido a las endorfinas y encefalinas, unos neurotransmisores opioides que se liberan
durante el estrés experimentado en momentos próximos a la muerte, provocando
una sensación de tranquilidad y felicidad.
Se
ha considerado que la anoxia cerebral provocaría una desinhibición neuronal, de manera
que se altera el equilibrio neurológico y las neuronas «enloquecen» y generan
una actividad frenética similar a la que produce las convulsiones.
Una
reducción del GABA (ácido gamma-aminobutírico), un neurotransmisor que tiene un efecto inhibidor
sobre las neuronas. Al disminuir, se produciría una gran excitabilidad neuronal
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 52
Las ECM son diferentes
Si
comparamos las alucinaciones con las manifestaciones de las ECM que muestran
los enfermos diagnosticados de muerte clínica, se observa que estas últimas
presentan unas claras diferencias clínicas:
1. Las ECM tienen una estructuración
lógica, mientras que las
alucinaciones son absurdas y carecen de sentido. Además, poseen unos ítems que
se repiten en numerosos casos, en los que las diferencias son más de matiz que
conceptuales. En cambio, las alucinaciones son totalmente distintas entre unos
pacientes y otros, de modo que no tienen nada en común.
2. Los pacientes recuerdan hasta el
último detalle de su ECM, incluso
después de años. Las alucinaciones, sin embargo, son rápidamente olvidadas por
las personas que las han sufrido e incluso sienten vergüenza de contarlas.
3. Las ECM tienen un impacto psicológico
muy profundo en los pacientes,
especialmente en su concepción existencial, determinando un cambio en su
dinámica vital, en su postura ante la vida, un efecto «transformador» que no se
produce en las alucinaciones.
Resulta
evidente que existe una gran diferencia clínica entre las alucinaciones y las ECM,
un aspecto sobre el que se ha llegado a un claro acuerdo en la comunidad
científica.
El
método científico tampoco explica que una serie de reacciones bioquímicas entre
moléculas —que son partículas, es decir, materia—en las neuronas condicionen
una respuesta anímica, un pensamiento o la conciencia, elementos sin una base
material.
Las
ECM presentan fenómenos que no tienen ninguna explicación científica, como la
posibilidad de atravesar estructuras sólidas con toda facilidad. Otro fenómeno
sorprendente es la capacidad de describir, con toda clase de detalles,
situaciones que se están produciendo en ese mismo momento a distancia, incluso
en las antípodas. Hay una transferencia de información independiente del
espacio y del tiempo solo justificable —al menos con nuestro conocimiento
actual— si se produce, de alguna manera, un acto presencial.
Se
ha practicado una resonancia magnética funcional (RMF) cerebral a pacientes
mientras comentaban con toda clase de detalles su ECM. El uso de esta
herramienta avanzada, que mide los minúsculos cambios en el flujo sanguíneo del
cerebro, así como los cambios en el metabolismo y la actividad neuronal, ha
permitido observar estos resultados:
Se
activa el área prefrontal, la zona donde se localizan las funciones más elevadas
del ser humano, como son la actividad intelectiva y racional y el libre
albedrío. Es una prueba evidente de que las ECM tienen una estructuración
lógica.
Al
describir situaciones que condicionaron una gran carga afectiva, se refleja en
la activación de los lóbulos temporales.
Cuando
comentan imágenes que vieron y motivaron su interés, se activa la zona
occipital. La visualización de objetos que motivan nuestro interés favorece el
recuerdo de estos por la intervención de las neuronas espejo. La activación, al
describirlos el paciente durante la resonancia magnética funcional, indica que
se produce una interferencia con la memoria en las neuronas espejo. El paciente
realmente vio el objeto en cuestión, es decir, no miente
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 55
El
método científico no nos proporciona una justificación de la etiopatogenia y
fisiopatología de las ECM. Todos los intentos son hipótesis que no se han
podido demostrar. Es evidente que detrás de nuestra conciencia local o neuronal
existe algún fenómeno que desconocemos y que escapa al control científico.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 57
En
una reunión en la que coincidieron Albert Einstein y Charles Chaplin, el
científico le dijo al famoso actor, una de las mayores estrellas del cine mudo:
«Usted es extraordinario». Cuando este le preguntó por qué, Einstein respondió:
«Porque usted pasa una hora haciendo cosas sin decir una palabra y todo el
mundo lo entiende», refiriéndose a las películas sin sonido de la época.
Chaplin rio y replicó: «Es cierto. Pero usted es aún más extraordinario que yo».
Cuando Einstein quiso saber la razón, el intérprete contestó: «Porque usted
pasa una hora hablando de física cuántica y nadie entiende nada».
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 58
Si
aplicamos con una visión antropológica los principios cuánticos básicos al ser
humano, igual que se hizo anteriormente con los principios del método
científico, la colaboración de los físicos teóricos lleva a tres grandes
conclusiones:
1.
Cuerpo. Es energía de baja
frecuencia tridimensional. Todo objeto material está formado por átomos y, en
realidad, está vacío. Si imaginamos un átomo de nuestro cuerpo cuyo núcleo
tuviera el tamaño de una pelota de golf y lo situáramos en el centro de un
campo de fútbol, los electrones estarían girando en la última fila de la grada
y aún más lejos. Existen enormes espacios entre las partículas subatómicas que
permiten, con toda facilidad, el paso de ondas electromagnéticas sutiles entre
ellas. Esto se denomina «efecto túnel». Un físico teórico comentó que el efecto
túnel justificaba el comentario de los pacientes sobre la facilidad que tenían
durante la ECM para atravesar estructuras sólidas. Ya he contado unas páginas
atrás que una paciente me comentó que, al intentar tocarme, pasó fácilmente a
través de mi cuerpo. El efecto túnel es otra prueba más con base científica que
justifica las vivencias de los pacientes durante la ECM.
2.
Mente con todos sus actos anímicos.
La justificación cuántica es muy evidente. Emociones, sentimientos,
pensamientos, recuerdos, memoria y conciencia local son energía de alta
frecuencia electromagnética. Por la superposición de estados, la energía puede
presentarse como materia o como onda.
3.
Supraconciencia. Hemos de aceptar,
ante la evidencia, la existencia de la Supraconciencia, una energía sutil de alta
frecuencia que persiste a pesar de la muerte clínica y tiene continuidad fuera
del cerebro. Esta energía sutil, una conciencia no local, justifica las
vivencias que nos cuentan los pacientes tras la ECM
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 64
Nuestro
cuerpo físico es una manifestación de energía de baja frecuencia. Tras la
muerte física, este cuerpo deja de hallarse en la forma que conocemos, pero
esto no significa el fin de nuestra existencia real. Nuestra realidad
existencial, que es la conciencia no local, perdura más allá de la muerte física.
Esta conciencia no local, nuestra verdadera esencia, no está limitada por las
restricciones del tiempo y el espacio que conocemos en nuestra realidad física,
sino que esta forma de existencia trasciende las limitaciones de nuestro cuerpo
físico. Después de la muerte corporal, nuestra conciencia no local continúa su
viaje más allá del plano físico. Aunque nuestro cuerpo físico haya dejado de
funcionar, la energía que lo compone no desaparece. Según el principio de
conservación de la energía, esta se transforma y sigue existiendo en otras
formas. Por tanto, insisto: aunque la muerte signifique el fin de nuestro
cuerpo físico tal y como lo conocemos, no es el fin de nuestra existencia.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 65
Cómo se mantiene el orden en nuestra
vida
Durante
nuestra existencia física, hay leyes que rigen el orden en nuestro organismo y
la perfecta biología de nuestro cuerpo. ¿Quién mantiene estas leyes que
permiten que nuestro organismo evolucione de manera ordenada durante toda
nuestra vida? La respuesta es nuestra auténtica esencia, la presencia de la
energía primordial en cada uno de nosotros, nuestra energía vital: la
conciencia no local. La conciencia no local actúa sobre la conciencia local,
influyendo en la forma en que percibimos y experimentamos el mundo. Aunque
estamos arraigados en nuestros cuerpos físicos, nuestra conciencia no local nos
permite trascender estas limitaciones físicas y conectarnos con un campo de
conciencia más amplio. Esta interacción entre la conciencia no local y la local
puede ser vista como una danza dinámica. La primera, con su perspectiva más
amplia y su conexión con el todo, guía a la segunda, ayudándola a navegar por
el mundo físico. Al mismo tiempo, nuestras experiencias locales informan a nuestra
conciencia no local, permitiéndonos crecer y evolucionar como seres
conscientes. Los microtúbulos y la transferencia de información Penrose y
Hameroff, mientras investigaban acerca de los efectos de la anestesia, por
separado y sin conocimiento del trabajo del otro, llegaron a la misma
conclusión en un fenómeno conocido como sincronía. Ambos descubrieron que la
relación entre la conciencia no local y la local se produce en unas estructuras
llamadas microtúbulos. En la década de 1990, treinta años antes de que Penrose
ganara el Premio Nobel de Física por su predicción de los agujeros negros,
estos dos investigadores se asociaron para proponer una ambiciosa teoría sobre
la conciencia. Según su planteamiento, el sistema neuronal del cerebro forma
una intrincada red y la conciencia que produce debería obedecer a las reglas de
la mecánica cuántica. Esta teoría sugiere que la conciencia se deriva de las
vibraciones cuánticas en los microtúbulos, unas estructuras proteicas que
forman parte del citoesqueleto de las células neuronales. Estas estructuras
juegan un papel crucial en diversas funciones celulares, como la división
celular y el transporte intracelular. En el contexto de la conciencia, se ha
propuesto que los microtúbulos podrían actuar como canales para la
transferencia de información entre la conciencia no local y la local. Imagina
que una célula es una ciudad bulliciosa. Los microtúbulos serían el sistema de
metro de esta gran urbe. Al igual que los trenes del metro transportan personas
de un lugar a otro, los microtúbulos transportan moléculas y vesículas
—microcomponentes que almacenan o digieren productos y residuos celulares— a
diferentes partes de la célula. Y al igual que un sistema de metro bien
diseñado contribuye a mantener una ciudad organizada y sin problemas, los
microtúbulos ayudan a conservar la estructura de la célula y facilitan su
funcionamiento eficiente. Además, al igual que los túneles del metro permiten
viajar por debajo del bullicio de la superficie, los microtúbulos podrían permitir
a nuestra conciencia viajar más allá de las limitaciones físicas de nuestro
cuerpo.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 67
Nuestra
auténtica esencia, nuestra conciencia no local, se libera en el momento de la
muerte y se traslada a otra dimensión, a otro nivel, a otra situación
energética. Esta transición puede ser vista como un viaje hacia una nueva fase
de existencia, más allá de las limitaciones físicas de nuestro cuerpo. Aunque
este pueda descomponerse y volver al caos, nuestra conciencia no local perdura.
Por tanto, podemos concluir que no hay que temer a la muerte.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 70
Aquellos
que viven con conocimiento de su realidad existencial tienden a morir en paz,
en armonía y con gozo. No se asustan ante la muerte, ya que comprenden que la
realidad es un ciclo de nacimiento, amor y muerte. Estos son los tres
principios básicos de nuestra vida.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 72
La
pérdida de valores, la agresividad y la violencia de nuestra sociedad
occidental son consecuencia de la gran egomanía imperante.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 77
Aristóteles,
cuyas palabras siguen totalmente vigentes en la actualidad, expresó de manera
magistral cómo se estructura el carácter: El pensamiento condiciona la acción.
La acción determina el comportamiento. El comportamiento repetido crea hábitos.
Los hábitos estructuran el carácter. El carácter marca el destino.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 78
Para
ser libres, debe ser nuestra auténtica identidad —la Supraconciencia— la que
tome las decisiones.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 79
Las
ECM establecen un paradigma diferente que cuestiona el materialismo y
escepticismo del método científico con un nuevo planteamiento de la continuidad
de la vida después de la muerte en otra dimensión.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 81
Diversos
estudios científicos han demostrado que en la fotosíntesis se producen
fenómenos cuánticos a temperatura ambiental. La fotosíntesis es un proceso
químico que convierte la materia inorgánica en orgánica a partir de la luz
solar y dióxido de carbono (CO2) y en el que se libera oxígeno (O2). Este
proceso es fundamental para la vida en nuestro planeta. En el medio acuático,
lo realizan las algas, las cianobacterias y diversas bacterias
(rojas, púrpuras, verdes de azufre, etcétera); en el medio terrestre, los
vegetales verdes. Por ejemplo, en la captación de la energía solar por la
clorofila, una proteína vegetal, interviene la coherencia cuántica. Los
complejos proteínicos actúan como antenas fotosintéticas que captan la energía
solar y la transportan hasta los centros de reacción químicos. Gracias a la
coherencia cuántica, la energía de la luz elige el camino más rápido y
eficiente para llegar hasta ellos, lo que permite que el 95 % de dicha energía
se transforme en menos de la milmillonésima parte de un segundo.
La
ferritina, una proteína presente en casi todos los organismos vivos y que
interviene en el transporte y almacenamiento del hierro, también se relaciona
con fenómenos cuánticos. En 2021 un grupo de investigadores del Instituto de
Tecnología e Ingeniería de Materiales de Ningbo (China) descubrió que la
ferritina, muy abundante en diferentes regiones del cerebro humano, es capaz de
transportar electrones a una distancia de 80 micrones mediante el efecto túnel.
Este
descubrimiento podría aprovecharse para tratar, por ejemplo, la enfermedad de
Alzheimer.
En
el olfato, en las mutaciones del ADN, a nivel de la sinapsis neuronal, también
hay procesos cuánticos. Y se ha comprobado que los movimientos migratorios de
las aves también se orientan por fenómenos cuánticos. Un equipo de científicos
de la Universidad de Lund, en Suecia, reveló en 2021 que algunos pájaros poseen
una brújula cuántica en sus ojos. Este «dispositivo», mucho más preciso que
cualquier GPS, funciona gracias a la sensibilidad de una proteína a los
procesos físicos del comportamiento de átomos y electrones.
No
cabe duda de que la biología cuántica es un campo de investigación novedoso y
apasionante, pero se encuentra aún en una fase incipiente, por lo que conviene
ser cuidadosos y críticos con las nuevas teorías
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 83
De
acuerdo con las explicaciones de las personas que las han vivido y con mis
observaciones, entre los cambios tras una ECM destacan los siguientes: Aumenta
el valor de la conciencia y, a la vez, se da un deterioro del amor por el ego.
Aumenta el interés en aspectos relacionados con la filosofía, la psicología y
la teología. En la relación personal se vuelven más comprensivos y tolerantes y
menos críticos. Aumenta la empatía, la capacidad de identificarse con los demás
y compartir sus sentimientos. Se observa un profundo cambio en su concepción
existencial y en el valor y la finalidad de la vida. Valoran los pequeños
detalles y viven intensamente el momento presente. Sienten un gran respeto por la
naturaleza. Es muy evidente la pérdida del miedo a la muerte. Son muy
conscientes de que es totalmente diferente a lo que se habían imaginado. Tienen
una total certeza de la existencia de una vida más allá de la muerte.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 91
Al
preguntarles sobre el ciclo vital, las personas que han experimentado una ECM
conciben que nacer es introducirse en un cuerpo —como si fuera un traje— que,
con el tiempo, se va deteriorando, hasta que llega el momento de abandonarlo.
De hecho, la pérdida del miedo a la muerte se hace más evidente con el paso de
los años. Aunque se despierta en ellas la espiritualidad, estas personas suelen
perder interés por la filiación religiosa. Están convencidas de haber
establecido contacto con la conciencia cuántica universal durante su ECM. La
espiritualidad es una necesidad imperiosa de comunicarse con la energía
primera, una relación íntima independiente de los dogmas religiosos. Se vuelven
más intuitivas. La intuición, como se ha dicho ya, es esa manifestación de la
energía sutil y de alta frecuencia que llamamos Supraconciencia. Los que vieron
su vida durante la ECM recuerdan con pesar aquellas acciones conscientes
negativas que hicieron a personas, a animales o al planeta. Se vuelven
empáticos y bondadosos. Pero al retornar a su antiguo rol vital tras su ECM,
todos estos cambios existenciales y psicológicos también pueden provocarles
dificultades, especialmente a la hora de mantener relaciones personales.
Diversos estudios científicos han observado que la ECM cambia la relación de
pareja y, en consecuencia, se produce un aumento significativo de los
divorcios, cuyo porcentaje llega a alcanzar el 65 % de los casos.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 92
Podemos
alcanzar la Supraconciencia por dos medios:
1. De manera inconsciente. Ocurre así en los pacientes que han vivenciado una
ECM.
2. Mediante la meditación. Esta técnica pretende eliminar de nuestra mente toda
la «tormenta» originada desde el exterior, dejándola en blanco para que pueda
aflorar la Supraconciencia.
El
camino es el control de la relajación, la respiración y la concentración,
apoyado en la meditación
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 96
Reencuentro con un amigo
A
principios de 2022, el doctor José Morales se encontraba convaleciente de una
arritmia cardiaca. A la espera de una intervención quirúrgica, controlaba su
afección con medicamentos.
Un
día, tras incorporarse de la siesta, se vistió en la penumbra de la habitación.
Lo que sucedió después es algo que no recuerda exactamente: de alguna forma,
perdió el conocimiento y se desplomó al suelo.
José
no tiene la certeza de cuánto tiempo estuvo inconsciente, aunque probablemente
fue menos de un minuto, en el que se desencadenó todo lo que se recoge en las
siguientes páginas. Tuvo que ser un lapso de tiempo breve, porque, si el paro
cardiaco hubiera durado más de un minuto, es posible que le hubieran quedado
secuelas neurológicas más o menos evidentes, y no fue el caso. Por su
experiencia médica y por lo que vivió, está convencido de que sufrió un paro
cardiaco, aunque, al no estar monitorizado mediante un electrocardiograma y
haberle sucedido en su casa, a nivel médico fue registrado técnicamente como un
síncope con pérdida de consciencia.
Obviamente,
en nuestra dimensión temporal, menos de un minuto no sería tiempo suficiente
para vivir todo lo que José explica. Debe entenderse que el espacio-tiempo en
lo que sucede durante las ECM no es el habitual para nosotros, sino que
pertenece a otra dimensión. La mecánica cuántica, como hemos visto en este
libro, lo explica con hechos objetivables y fundamentados.
Tras
caer, el siguiente recuerdo del doctor Morales es verse a sí mismo desde una
perspectiva extraña. Se encontraba de pie, observando su cuerpo semirreclinado
e inerte en un rincón, encajado entre un mueble y la pared. A pesar de la
escasa luz que entraba por la persiana bajada, la escena era nítida. Su yo
erguido se sentía perfectamente, sin ningún tipo de dolor ni incomodidad.
De
repente, un remolino azul turquesa lo envolvió todo. Cuando se recuperó, se
encontraba en un espacio oscuro y sin límites, con una luz blanca y brillante
en el cenit. Un zumbido grave y oscilante llenaba el ambiente, creando una
atmósfera extraña pero no desagradable.
A
gran velocidad, fue transportado hacia la luz. En un tiempo que no le pareció
largo, se encontró en un espacio inmenso y luminoso, como si saliera de una
oscura cueva a la cima de una cumbre en un día soleado. Su mente estaba
completamente clara y sus sentidos se habían agudizado, aunque no los
necesitaba en un entorno tan puro y sereno.
Una
paz inmensa lo invadió, llenándolo de bienestar interno y externo. A su
alrededor se extendía un paisaje rural de montaña, bello como una postal alpina
en primavera. La temperatura era perfecta; la luz, radiante, y el silencio solo
lo rompía una música celestial que le recordaba las composiciones de Vangelis o
de la New Age.
Ese
espacio se fue tornando cada vez más blanco y neutro, hasta convertirse en una
inmensidad luminosa que no molestaba la vista.
Al
sentir una presencia a su espalda, se giró hacia la izquierda y vio a Tomás
José, un amigo entrañable que había fallecido en 1983 debido a un tumor
cerebral.
Tomás
José vestía un traje oscuro y formal. Aunque su aspecto era elegante, no tenía
la cicatriz y deformidad en el cráneo que le dejó la operación del tumor. Lo
más sorprendente era que, a pesar de haber sido invidente desde la
intervención, ahora parecía tener vista. Sin embargo, no lo miraba a los ojos
ni abría los brazos para recibirlo. Su mirada transmitía tristeza y un mensaje
claro: «No vengas, continúa el proceso». No lo dijo. El doctor Morales
simplemente lo supo al verlo.
Conociendo
el gran cariño que su amigo le tenía, el protagonista de este relato comprendió
que algo importante estaba sucediendo. A pesar del intenso deseo de abrazarlo,
se contuvo, entendiendo que su amigo, desde el amor que le profesaba, le
transmitía sin palabras que debía seguir adelante.
La empatía elevada a la enésima potencia
Al
apartar su atención de su amigo, José Morales reparó en la presencia de un ser
blanco y luminoso a su derecha. Era hermoso, bondadoso y de gran tamaño, pero
no intimidante en absoluto. De él emanaba una inmensa comprensión, empatía y
aceptación.
En
un instante, toda su vida pasó por su mente. No solo los momentos más
relevantes, sino también otros aparentemente intrascendentes. No era como ver
una sucesión de fotogramas, sino que se asemejaba a contemplar simultáneamente
un mosaico de imágenes en una pared, conocidas hasta el más mínimo detalle y
ahora apreciables en su conjunto desde una perspectiva distante.
Lo
que más le impactó fue la capacidad de sentir las sensaciones y emociones de
las personas involucradas en cada recuerdo. No solo revivía lo que había hecho,
sino que también se hacía consciente del perjuicio que había causado en los
demás. Esta experiencia lo dejó perplejo y lleno de remordimientos por el daño
que había infligido en el pasado debido a su ignorancia.
Sin
embargo, el ser luminoso le transmitía bondad y comprensión de forma no verbal.
No era un razonamiento, sino un estado de ánimo que le decía: «No te preocupes,
fue tu ignorancia, no pasa nada, la vida es así para todos. Cada uno hace lo
que puede desde su estado».
A
continuación, se dio cuenta de que tenía ante sí un umbral indefinido. Se le
invitaba a pasar de forma amorosa y desde el bienestar. Se encontraba tan bien
que no le hubiese importado traspasarlo, pero un sentimiento de culpa por el
dolor que había generado lo invadió. Un grito interno resonó en su ser: «¡No
puedo dejarlo así, quiero repararlo, he de volver!». Era como si sintiera la
necesidad de limpiar su karma, y para ello necesitaba más tiempo.
Entonces
comprendió el mensaje de Tomás José: si lo abrazaba, ya no habría retorno, y él
no deseaba eso para su amigo. Incluso hoy en día, al recordar este acto de
extrema generosidad, las lágrimas brotan de sus ojos.
Miró
al ser de luz, que comprendió su deseo de volver. Sin palabras, pero con amor,
le dijo: «Haz lo que necesites, así también está bien».
Una
sensación de caída hacia atrás y vértigo lo envolvió, similar a la que se tiene
en una montaña rusa. Su siguiente percepción fue la de encontrarse de nuevo en
el suelo, dentro de su cuerpo, tal como se había visto al principio de la
experiencia extracorpórea. Sentía dolor y falta de fuerzas, y se incorporó con
dificultad para volver a tenderse en la cama. En los minutos siguientes, con
torpeza y cierta confusión, luchó por ordenar sus ideas y dar sentido a lo que
había vivido.
Su
regreso a la vida ordinaria fue gradual. Tardó varios meses en poder compartir
la experiencia con alguien. Una noche de verano, durante una sobremesa con
amigos y sin que viniera a cuento, José relató su historia —quizá sin tantos
detalles— por primera vez
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 134
A
principios de 2022, el doctor José Morales se encontraba convaleciente de una
arritmia cardiaca. A la espera de una intervención quirúrgica, controlaba su
afección con medicamentos.
Un
día, tras incorporarse de la siesta, se vistió en la penumbra de la habitación.
Lo que sucedió después es algo que no recuerda exactamente: de alguna forma,
perdió el conocimiento y se desplomó al suelo.
José
no tiene la certeza de cuánto tiempo estuvo inconsciente, aunque probablemente
fue menos de un minuto, en el que se desencadenó todo lo que se recoge en las
siguientes páginas. Tuvo que ser un lapso de tiempo breve, porque, si el paro
cardiaco hubiera durado más de un minuto, es posible que le hubieran quedado
secuelas neurológicas más o menos evidentes, y no fue el caso. Por su
experiencia médica y por lo que vivió, está convencido de que sufrió un paro
cardiaco, aunque, al no estar monitorizado mediante un electrocardiograma y
haberle sucedido en su casa, a nivel médico fue registrado técnicamente como un
síncope con pérdida de consciencia.
Obviamente,
en nuestra dimensión temporal, menos de un minuto no sería tiempo suficiente
para vivir todo lo que José explica. Debe entenderse que el espacio-tiempo en
lo que sucede durante las ECM no es el habitual para nosotros, sino que
pertenece a otra dimensión. La mecánica cuántica, como hemos visto en este
libro, lo explica con hechos objetivables y fundamentados.
Tras
caer, el siguiente recuerdo del doctor Morales es verse a sí mismo desde una
perspectiva extraña. Se encontraba de pie, observando su cuerpo semirreclinado
e inerte en un rincón, encajado entre un mueble y la pared. A pesar de la
escasa luz que entraba por la persiana bajada, la escena era nítida. Su yo
erguido se sentía perfectamente, sin ningún tipo de dolor ni incomodidad.
De
repente, un remolino azul turquesa lo envolvió todo. Cuando se recuperó, se
encontraba en un espacio oscuro y sin límites, con una luz blanca y brillante
en el cenit. Un zumbido grave y oscilante llenaba el ambiente, creando una
atmósfera extraña pero no desagradable.
A
gran velocidad, fue transportado hacia la luz. En un tiempo que no le pareció
largo, se encontró en un espacio inmenso y luminoso, como si saliera de una
oscura cueva a la cima de una cumbre en un día soleado. Su mente estaba
completamente clara y sus sentidos se habían agudizado, aunque no los
necesitaba en un entorno tan puro y sereno.
Una
paz inmensa lo invadió, llenándolo de bienestar interno y externo. A su
alrededor se extendía un paisaje rural de montaña, bello como una postal alpina
en primavera. La temperatura era perfecta; la luz, radiante, y el silencio solo
lo rompía una música celestial que le recordaba las composiciones de Vangelis o
de la New Age.
Ese
espacio se fue tornando cada vez más blanco y neutro, hasta convertirse en una
inmensidad luminosa que no molestaba la vista.
Al
sentir una presencia a su espalda, se giró hacia la izquierda y vio a Tomás
José, un amigo entrañable que había fallecido en 1983 debido a un tumor
cerebral.
Tomás
José vestía un traje oscuro y formal. Aunque su aspecto era elegante, no tenía
la cicatriz y deformidad en el cráneo que le dejó la operación del tumor. Lo
más sorprendente era que, a pesar de haber sido invidente desde la
intervención, ahora parecía tener vista. Sin embargo, no lo miraba a los ojos
ni abría los brazos para recibirlo. Su mirada transmitía tristeza y un mensaje
claro: «No vengas, continúa el proceso». No lo dijo. El doctor Morales
simplemente lo supo al verlo.
Conociendo
el gran cariño que su amigo le tenía, el protagonista de este relato comprendió
que algo importante estaba sucediendo. A pesar del intenso deseo de abrazarlo,
se contuvo, entendiendo que su amigo, desde el amor que le profesaba, le
transmitía sin palabras que debía seguir adelante.
La
empatía elevada a la enésima potencia
Al
apartar su atención de su amigo, José Morales reparó en la presencia de un ser
blanco y luminoso a su derecha. Era hermoso, bondadoso y de gran tamaño, pero
no intimidante en absoluto. De él emanaba una inmensa comprensión, empatía y
aceptación.
En
un instante, toda su vida pasó por su mente. No solo los momentos más
relevantes, sino también otros aparentemente intrascendentes. No era como ver
una sucesión de fotogramas, sino que se asemejaba a contemplar simultáneamente
un mosaico de imágenes en una pared, conocidas hasta el más mínimo detalle y
ahora apreciables en su conjunto desde una perspectiva distante.
Lo
que más le impactó fue la capacidad de sentir las sensaciones y emociones de
las personas involucradas en cada recuerdo. No solo revivía lo que había hecho,
sino que también se hacía consciente del perjuicio que había causado en los
demás. Esta experiencia lo dejó perplejo y lleno de remordimientos por el daño
que había infligido en el pasado debido a su ignorancia.
Sin
embargo, el ser luminoso le transmitía bondad y comprensión de forma no verbal.
No era un razonamiento, sino un estado de ánimo que le decía: «No te preocupes,
fue tu ignorancia, no pasa nada, la vida es así para todos. Cada uno hace lo
que puede desde su estado».
A
continuación, se dio cuenta de que tenía ante sí un umbral indefinido. Se le
invitaba a pasar de forma amorosa y desde el bienestar. Se encontraba tan bien
que no le hubiese importado traspasarlo, pero un sentimiento de culpa por el
dolor que había generado lo invadió. Un grito interno resonó en su ser: «¡No
puedo dejarlo así, quiero repararlo, he de volver!». Era como si sintiera la
necesidad de limpiar su karma, y para ello necesitaba más tiempo.
Entonces
comprendió el mensaje de Tomás José: si lo abrazaba, ya no habría retorno, y él
no deseaba eso para su amigo. Incluso hoy en día, al recordar este acto de
extrema generosidad, las lágrimas brotan de sus ojos.
Miró
al ser de luz, que comprendió su deseo de volver. Sin palabras, pero con amor,
le dijo: «Haz lo que necesites, así también está bien».
Una
sensación de caída hacia atrás y vértigo lo envolvió, similar a la que se tiene
en una montaña rusa. Su siguiente percepción fue la de encontrarse de nuevo en
el suelo, dentro de su cuerpo, tal como se había visto al principio de la
experiencia extracorpórea. Sentía dolor y falta de fuerzas, y se incorporó con
dificultad para volver a tenderse en la cama. En los minutos siguientes, con
torpeza y cierta confusión, luchó por ordenar sus ideas y dar sentido a lo que
había vivido.
Su
regreso a la vida ordinaria fue gradual. Tardó varios meses en poder compartir
la experiencia con alguien. Una noche de verano, durante una sobremesa con
amigos y sin que viniera a cuento, José relató su historia —quizá sin tantos
detalles— por primera vez.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 134
A
pesar de su infortunio, Tomás José siempre dio testimonio de una fe profunda,
lo que le permitió vivir con aceptación y dignidad todo el sufrimiento
aparejado a su enfermedad. Incluso en sus últimos momentos, se mantuvo fuerte y
positivo. El último día que compartió una conversación larga con su amigo, le
dijo: «José Antonio, rezo por ti». Estas palabras conmovieron profundamente al
doctor Morales, quien aún hoy, cuarenta años después, recuerda a Tomás José con
cariño y admiración.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 138
La
ciencia no puede resolver el último misterio de la naturaleza. Y eso es porque,
en última instancia, nosotros mismos somos parte del misterio que estamos
tratando de resolver.
A
PARTIR DE UNA CITA DE MAX PLANCK
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 143
Las
diferencias entre alucinaciones y ECM son lo suficientemente evidentes como
para poder pensar que en estas últimas intervienen otros fenómenos que
desconocemos con el método científico.
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 146
Hay
cuatro conceptos que cambian profundamente en las personas que han
experimentado una ECM:
1. La vida. El ser vivo es capaz de autorreplicarse y
desarrollar una serie de funciones biológicas con intercambio de materia y
energía. Para el paciente con ECM, la vida es maravillosa y hay que
aprovecharla al máximo. Es una gran oportunidad en nuestra evolución. Nacer
supone introducirse en un cuerpo —somos polvo de estrellas— durante un tiempo
finito. Cada experiencia es una enseñanza que ayuda a evolucionar. Si valoramos
la vida con nuestra identidad materialista, el no yo, el ego, solo
descubriremos limitaciones y miedos. El ego hace que nos centremos en el
pasado, que despierta sentimientos de culpabilidad, y en el futuro, con
sentimientos de incertidumbre y ansiedad por conseguir los objetivos materiales
programados.
Valorar
la vida con la Supraconciencia es centrarse en el presente, la única realidad
existencial, donde desaparece el dualismo, la separación entre observador y
objeto, y la localidad, gozando la esencia de la naturaleza, que es sencilla y
bella. Como dijo Jung, «en la belleza y sencillez está la verdad».
2. La felicidad. El paciente que ha experimentado una ECM es
plenamente consciente de que la auténtica felicidad solo se vive con la
Supraconciencia. Experimenta una sensación de paz, equilibrio, gozo, quietud y
silencio. Es presencia y vivencia. Con la identidad materialista, con el ego,
se vive entre opuestos. No es posible eliminar el opuesto no deseado, puesto
que uno crea el otro. Los opuestos son una ilusión del ego. En la frontera de
los opuestos, siempre existe una lucha con tensión y angustia.
En
realidad, el ego no proporciona felicidad, sino placer. El ego fundamenta su
identidad en el cuerpo material y, puesto que sabe que es finito, que morirá,
provoca tensión, angustia e infelicidad.
3. Todo fenómeno anímico tiene un
sustrato bioquímico neuronal en los neurotransmisores. El placer del ego evoluciona con dopamina, excitante
de la actividad neuronal. La auténtica felicidad es la Supraconciencia, con
serotonina, que inhibe la actividad neuronal.
4. La libertad. La auténtica libertad únicamente se consigue con la
Supraconciencia. Mientras nuestra dinámica mental esté controlada por el ego,
las decisiones que tomamos dependen de la estructuración del carácter y de los
hábitos adquiridos, que condicionan los pensamientos y los sentimientos.
5. La muerte. Nuestra sociedad teme a la muerte, considerada un
tabú. Hemos de cambiar totalmente nuestra concepción: la muerte no es enemiga
de la vida, sino que forma parte de ella.
Al
nacer, comenzamos a morir. La vida es una preparación a la muerte. El miedo a
la muerte nos aleja de la realidad de nuestra existencia, la eternidad. Con la
muerte volvemos a nuestro origen.
6. Mientras la consideremos como el fin
de nuestra existencia, nunca viviremos en paz y armonía, sino atemorizados. Todo miedo es, en el fondo, miedo a la muerte.
La
muerte no es lo opuesto a la vida, sino que forma parte de nuestra existencia.
Al
controlar el ego, descubrimos nuestra Supraconciencia, nuestra realidad
existencial eterna. Desaparecerá entonces la dualidad primera y más profunda,
la contraposición vida-muerte, y secundariamente lo harán todas las demás.
No
se puede disfrutar, amar la vida y ser feliz si vemos la muerte como una
enemiga. El tener consciencia de la brevedad de la vida se debe al miedo a la
muerte. Cuando se acepta la muerte como parte de nuestro camino, se pierde el
miedo al tiempo y se puede disfrutar del presente.
Si
amamos la vida, desaparece el miedo a la muerte. Hemos de ver nuestra
existencia como una polaridad con dos extremos: vida y muerte.
Con
la muerte se vuelve al reposo. Todo se mueve en círculo.
La
muerte supone el fin del ego y de la conciencia local.
Se
muere como se vive. Al descubrir la existencia de la Supraconciencia, perdemos
el miedo a la muerte, porque tenemos la seguridad de que nuestra existencia
real es eterna.
El
ego condiciona una afección al cuerpo tan intensa que preferimos continuar con
este, aunque se encuentre enfermo e imposibilitado. No es más que miedo a lo
desconocido. La muerte nos libera de las cargas de la vida, los dolores, las
enfermedades y las dificultades, a la vez que nos proporciona paz y armonía.
Podemos
comparar el miedo a la muerte con el miedo a la oscuridad.
A
menudo, el dolor y el miedo a la muerte se deben básicamente al factor
psicológico de la afección egoísta al cuerpo, no a un sufrimiento fisiológico.
Al
nacer, la Supraconciencia se introduce en un cuerpo, se identifica con él y se
olvida de su realidad, que es holística con la energía primera. Quien descubre
y es consciente de su realidad existencial considera el cuerpo como una cárcel
forzosa, aunque necesaria para evolucionar.
Para
perder el miedo a la muerte hay que vivir en el mundo sin pertenecer a él. Hay
que actuar en el escenario del mundo sin que nos afecte el papel que nos ha
tocado interpretar.
La
meditación nos prepara para desprendernos del cuerpo. Nos permite salir de la
ignorancia y comprender nuestra realidad existencial.
El
estudio de las ECM también nos permite comprender nuestra realidad existencial:
somos espíritu eterno que, durante un tiempo muy finito, está revestido de un
cuerpo, polvo de estrellas que devolvemos al universo con la muerte.
Los
pacientes con ECM conocen la otra dimensión y no desean volver a la dimensión
humana tridimensional. El gozo, la paz, la felicidad y el amor que disfrutan en
la otra dimensión justifican que no quieran volver. Estas personas refieren que
la vida en la dimensión humana es un viaje lleno de obstáculos y aventuras. La
enseñanza es evidente: el sufrimiento se halla en esta dimensión.
La
mecánica cuántica nos demuestra científicamente que somos energía, y nuestra
realidad existencial es la Supraconciencia.
Cuando
nacemos, todos sonríen de alegría y nosotros lloramos.
Con
la muerte, todos lloran y el moribundo se encuentra en paz y gozo al contactar
con la Supraconciencia.
La
muerte no existe, no es un proceso biológico, sino espiritual.
Las
principales conclusiones después del estudio y valoración de las ECM,
fundamentadas en principios científicos, nos ayudarán a entender la muerte y la
vida más allá de esta: En la concepción antropológica del ser humano podemos
distinguir tres componentes: cuerpo, conciencia local (o neuronal) y conciencia
no local (o Supraconciencia).
La
Supraconciencia es una energía sutil bidimensional, no dual ni local.
Existe
una energía cuántica primera o universal, el diseñador inteligente del universo
y principio de todas las religiones.
La
Supraconciencia es holística respecto a la energía cuántica universal y tiene
sus propiedades: omnipresencia, omnisciencia y omnipotencia.
La
muerte física obliga a desprenderse de la envoltura corporal, pero nuestra
realidad existencial, la Supraconciencia, perdura eternamente
No
hay que temer la muerte. Es un proceso que permite pasar a una mejor dimensión.
La
mecánica cuántica, junto con la biología cuántica, nos permiten demostrar y
justificar científicamente los fenómenos de las ECM.
Existen
suficientes argumentos para poder afirmar que las ECM son una realidad. Los
pacientes no mienten en su descripción.
Las
ECM nos permiten comprender cuál es nuestra auténtica realidad existencial.
La
vida es un juego que nos pone en una situación tridimensional para que vayamos
eliminando impurezas y volvamos nuevamente al espíritu, a la energía primera.
En el momento en que comprendamos que nuestra realidad existencial es nuestra
Supraconciencia, y no el ego que nos domina, este ya no podrá llevarnos a la injusticia,
a las guerras, a la enfermedad y al dolor. Las personas que han tenido una ECM,
que podría compararse a una segunda oportunidad que nos da el universo para
conectar con esa energía primera, alcanzan una vida placentera de hermandad,
armonía, amor —al planeta, a los animales, a la naturaleza, a nuestros
semejantes—, paz y salud
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 147
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