"Fue el día que hubo la fiesta en casa de Juliette. Era imposible no darse cuenta. Esa noche ya no pudo seguir sosteniendo su argumento de «noseaspesadaessolounaamiga», ya no había cojones para seguir tratándome de loca. Se miraban y se devoraban. Yo creo que hasta algunos de sus amigos sintieron una compasión profunda por mí. Creo incluso que en algún momento Anne se planteó levantarse y partirles la cara. No me parece una idea tan descabellada. A Anne siempre le caí bien. Y aquello era horroroso.
Me levanté dos veces para ir al baño, me miraba fijamente en el espejo y me repetía a mí misma: «En serio, son tus paranoias de siempre, para tu cabeza, para, párala».
Me costaba mucho trabajo pararla. Veía cómo Aline mandaba wasaps sonriendo como una gilipollas, y a mi lado, el móvil de Paul vibraba, porque el muy desgraciado le había quitado el sonido. Y lo leía y se reía también. Y yo me volvía a levantar y me volvía a hacer una sesión de coaching frente al espejo.
Anne llamó a la puerta.
—¿Estás bien?
—Sí, Anne, gracias.
Hubiera podido abrazarme a ella y llorar desconsolada. Pero me contuve. Estaba muy sola. Era su pandilla."
Nuria Gago
Quiéreme siempre
No hay comentarios:
Publicar un comentario