Harkaitz Cano

DEBERÍAS ESPECIALIZARTE

Debería hacerle caso.
Planificar con cabeza, establecer prioridades,
rechazar lo superfluo, apretar más y abarcar menos,
dejar cosas, elegir mejor, “ya tienes una edad”.
Sopeso, para empezar, especializarme
en decir que no: declinar invitaciones antes
de que palidezca el talento. No escribir más
prólogos, no presentar libros de colegas,
no colaborar en prensa, no más letras
de canciones, no más guiones para cómic,
no más festivales de poesía, no más viajes y congresos,
no más clubs de lectura ni talleres literarios,
no más charlas sobre la influencia de
X en el devenir de Y; no más catálogos
de exposiciones, ni soporíferas mesas redondas.
“Deberías centrarte”, me dice, y yo sé que debería
hacerle caso. Elegir entre la música y el cine,
Hollywood o Kiarostami, entre lo kitsch y lo clásico.
Bohemia o sistema. Buhardilla o cocktail.
Elegir entre lo lúdico y lo combativo,
lo satánico y lo confesional;
ser selectivo y distante, singularizarme.
Me dice que debería posicionarme,
y –son palabras textuales– “hacerme visible
en un nicho”. Me dice, tan campante, que debería
cobrar el doble y trabajar la mitad.

Creo que lo voy a considerar.

Decido, finalmente, especializarme
en lo que soy: grillo en jaula de grillos,
desorden, letra de cambio prestada sin intereses,
amigo de mis amigos –me gustaría pensar–, texto disperso,
talento escatimado en asteriscos a pie de página,
paseante de los hallazgos ocasionales;
eminencia en nada, merodeador de lo divertido cambiante,
alguien que busca placer en el cianuro,
y en el autosabotaje, alegría.

Harkaitz Cano




EL LOBO BUENO

El que no se come a otro lobo bueno.
El que, para empezar, lo distingue.
El que, con mirada traslúcida,
te mira y te advierte mientras cruza el hielo.
Si no hay más remedio, te muerde el cuello
e hinca después los colmillos en la nieve;
una suerte de confesión o de autocastigo.

Merodea tu ojo, y en caso de duda,
salta, no fuera, sino dentro de la pupila oscura.

Harkaitz Cano




EL LOBO MALO

Es el lobo bueno.
Solo que antes o después de serlo.
O con ventisca.
O tras el cepo.
Cuando una bala de plata le palpita dentro.
Sobrevive y busca culpables
postergando su razón
a las prioridades de su mandíbula.
Lo bueno del lobo malo es que
confía en su tracción y en sus incisivos.
Cuando olfatea el miedo de los demás,
lo atraviesa lentamente,
como si fuese una pasarela.
Cree que su estilo lo salvará:
no es cierto, pero le hace fuerte.

Harkaitz Cano




LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRA VIDA

Retrasa alguna certeza.
Impulsa la inercia de alguna mentira.
Siembra un manojo de intuiciones.
Deja que tu valentía ruede cuesta abajo.
Confía ciegamente en ese amor.
Desactiva alguna que otra duda.

Fuma, emborráchate, vacía tu rabia a puro trote.

Y que entre las manos nada te explote.

Harkaitz Cano




PLEGARIAS ATENDIDAS

Dios ayuda a los inconscientes.

Lamentablemente, ellos no se enteran.

Harkaitz Cano
















Ana Carolina Quiñonez Salpietro

Frontera

Erasmo era un gran muchacho.
Era indomable
un terremoto
así nació.
Nosotros éramos débiles.
Exigíamos
éramos cinco
la vida no era justa
ni las oportunidades iguales.
Trotábamos con el estómago vacío
no tomábamos agua
no retrocedíamos.
Difícil ser un hombre como él.
Jalonear los caballos
morder la neblina
meter brazo
poner el cuerpo
hacer bulto.
En las caballerizas
algo siempre resoplaba
pero no lo podíamos ver.
los espacios abiertos
las grandes esperanzas
los grandes sentimientos.
Erasmo era duro
su fortaleza venía de adentro.
Se bañaba con los caballos
no tenía miedo
braceaba
esquivaba patas
y movimientos bruscos.
Nada podía aplastarlo.
Nadie agarra así
a sus hijos
ni les habla
como un preparador
en un trabajo intenso
antes de la carrera.
¡Aprieta más el paso!
¡No lo dejes respirar!
Y nosotros lo amábamos
como se ama
lo que no se deja acariciar.

Ana Carolina Quiñonez Salpietro




La felicidad era estar incompletos

Corríamos por el pasillo
de una casa prestada.
Teníamos cinco o seis años.
Nos perseguía un monstruo
con el abrigo de piel de la abuela
y la cara verde
de arcilla.
Los cepillos viejos resucitaban
como pinceles
También pelábamos arvejas
y separaba las más pequeñas
en mi bolsillo
Mamá no había cumplido treinta años.
Nosotros éramos tres
que tirábamos de ella
exigíamos aprender a leer
mientras otro tenía fiebre
comer con las manos
los ojos
hasta la pared de enfrente
cuando alguno tenía dientes
que pendían de un hilo
y a otro lo recogían tarde.
Nadie quería
dormir entre ella
y ese desconocido
al que hacíamos
siempre más alto
en los dibujos familiares.

Ana Carolina Quiñonez Salpietro




Las bestias de adentro

Temíamos que un caballo
se empotre
contra la casa.
Los pasadizos de tierra
y el extenso terreno
abandonado
de barro y charcos
se quedaban a oscuras
y con el silencio
irrumpían las historias.
Un preparador
enloquecido
que marcaba
con la huasca
potrancas
y variadores
potrillos y capataces.
Todo le pertenecía
todo lo que se movía.
Entonces
mi padre aparecía
cuando ya habíamos
cenado
y hecho las tareas
limpios
y desparasitados
comprobaba
las orejas
las patillas
cortas
las uñas.
Así
empezamos a traicionarnos
y le entregábamos la cabeza
del autor de los vidrios rotos.
Acusábamos
al que tiraba su comida a los perros
al que no se llenaba nunca
y comía de las sobras de los peones.
También le decíamos la verdad.
La verdad de los moretones
y de las costras
de las costillas salidas.
Siempre sabía quién se orinaba en las sábanas
y quién dormía con la luz prendida
quién veía en el televisor
formas borrosas
personas montando personas
y todos recibíamos correa.
Así
intentaba decirnos
que nosotros no éramos sus hijos
que éramos su responsabilidad.

Ana Carolina Quiñonez Salpietro



[Tu siempre vas a ser la cría …]

Tu siempre vas a ser la cría
Y yo el macho
Y la hembra
Todo junto.

Ana Carolina Quiñonez Salpietro























Sara Martín

Así fue apareciendo la flor seca iluminada por un pozo. En las esquinas de tu voz, zarzas y cardos, perfecta combinación de dramas. Nuestra carga es espiral, infalible como un ciego. En la carretera desfallecida un amanecer elástico.

Sara Martín



demasiada cantidad de cuerpo
sola ante sus dimensiones
casta respiración
vacía de aliento
comienza allí
la parte enmudecida
regida por el no
pero hay un templo en la memoria malcriada
con la fiebre al descubierto

Sara Martín




he notado el sabor
parecen entrañas de un pescado
el amor de los normales
su tacto ocular

solo veo desproporción
canciones heroínas
hace ocho años que no respondo

hágase tu voluntad
parte mía
aún tiene acento

sentirse dos requiere una larga pausa

Sara Martín



herida de humedad
convulsiones de piedad indiferente
permiten
sostener con otros ojos
mi amor aborrecido

Sara Martín




ir con cuidado

embebido en medio del lenguaje
un abismo pasa inadvertido
por su parte sigue desapareciendo
la carne junto al hueso como si tal cosa

un átomo resiste
radica en un penoso intento
figuras por domesticar
en el jardín zoológico

Sara Martín















Luis Escavy

A VECES

A veces necesito recogerme,
fumar un cigarrillo, mirar alto
y rezar porque a nadie se le ocurra
venir a profanar este refugio.
A veces se me olvida ser humano,
abrazo unas costumbres asociales
y vivo silencioso en mi interior.
Mi voz es una voz que solo escucha.

Luis Escavy




DOS MUNDOS

Me sorprenden los restos del poema.
Sin que hubiera previsto
la materia que creo cuando escribo
dos mundos se suceden en la página.

A un lado los poemas
que traducen la vida
o la hacen mejor de lo que fue.
Al otro lo que soy, mis borradores,
mi nada, mi equipaje,
ese mundo que amo y que traiciono.

Luis Escavy





LLEGAREMOS

No llegaremos tristes ni con esa
soledad que suponemos en los que ya han partido.
Tampoco dando gracias
ni pidiendo perdón por el botín legítimo
que nos han cosechado los errores.
Llegaremos cansados
y sin más equipaje que las manos amigas
al calor familiar donde los dioses eternos
impacientes esperan las historias del mundo.

Luis Escavy




LOS DOMINGOS

No te enfades conmigo los domingos.
Hay días para eso, días buenos,
donde todo es más fácil, donde el pan
se vende a todas horas y la gente
lo compra cuando vuelve del trabajo;
y hay niños que despejan las ciudades
y bares que no cierran y terrazas
alegres y repletas de periódicos.
Y luego hay días tristes, los domingos,
donde nada me sale, donde hago
negocios chapuceros, sumo mal
y fallo varias veces en lo mismo;
me caigo tropezando en la escalera
y no importa qué haga porque es
domingo una vez más, es ese día
que Dios me deja libre y donde pierdo
las ganas de empezar otra semana.

Luis Escavy




UNA FOTO DE FAMILIA

Es una foto antigua de familia
donde estoy con mi abuelo. Revisando
papeles y recuerdos, lo poquísimo
que importa y que guardamos en cajones,
me he encontrado esta parte de mi historia.

Me sorprende ese niño que me observa
feliz, mientras sujeta con su mano
dos palomas enormes, derribadas
por el pulso infalible de mi abuelo.

Ya no voy a cazar, pero mi infancia
la fundaron los montes y los pasos
de ese viejo entrañable al que seguía
sin hacerle preguntas. Confiaba
de una manera ciega en ese mundo
donde solo importaba no hacer ruido.

Mi infancia ya no existe, y el abuelo
murió poco después de aquella foto,
donde aún sonreímos, donde está
la casa que teníamos más nueva
y no se ve cercada de edificios
o tiendas comerciales, y los prados
envían su destello al horizonte
repleto de palomas y distancia.

Donde aún ese niño que sonríe
feliz por su captura, no sospecha
que ha sido traicionado, que mañana
es esta noche fría y que ahora es él
quien recibe la pólvora del tiempo.

Luis Escavy






















Edgardo Dobry

En el encierro

Venido temprano a otros asuntos y ya
el balance es neutro de entradas
a casa, salidas desde que empezó.

Palabras cuya parte sumergida está en el cielo,
eso sea dado y lo que no puede callarse
hay que decir (conviene hablar).

Espectro recorrido por las habitaciones:

los gatos silvestres miran con rencor
desde el otro lado del cristal, bajo lluvia,
confundidos por el pienso y sueño
y un prolongado crujir de cervicales.

Anoche
entraba a la cocina y vi a mi madre:
“¿por qué llorás?”/“¿No ves que estoy
pelando remolachas?”/“Pero es la cebolla
lo que hace llorar, mami”/“Ah, cuando
estás muerta también te hace
llorar la remolacha”.

O también: anoche estaba…
y entra mi madre a la cocina:
“qué fuerte sos, ahora ya no llorás”;
“mami, son remolachas, no cebollas”,
“ah, me había olvidado de que,
estando vivo, solo la cebolla hace llorar”.

Edgardo Dobry




Hacia una lógica del festejo

El día en que Argentina le ganó a Nigeria,
J. y su hijo J. se unieron al repentino
festejo en el Monumento a la Bandera.

Al final de la semana se jugaba
la eliminatoria contra Francia. J. y su hijo J.
se pintaron guiones celeste y blanco,
mandaron iconos de euforia y optimismo.

Argentina perdió y, en un rincón del living,
J. escondía la cabeza entre los brazos.
J. (hijo) preguntó por qué no iban al Monumento:

le resultaba incomprensible que,
con lo lindo que es festejar,
solo esté bien visto si se gana.

Edgardo Dobry





Llega la tormenta

El viento hace de casa una ocarina:
toca a la vez la entera escala; ¿afina?

Que vaya al fin del cielo el astronauta,
yo: vivo encerrado en una flauta.

Edgardo Dobry




Para una teoría del consuelo

Debes saberlo, libro: aquí abajo
no habrá para ti premio hoy en día;
cuando el hombre suspira todavía
nadie aprecia virtud en su trabajo.

En el 3000, del verso embelesado,
irá uno a ver el Paraná corriente
y ante esa orilla pensará que miente
quien diga: “¡Acá, el Poeta fue alumbrado!”.

Ten coraje, mi libro: aunque preciosa
la voz del bardo en bata suena odiosa;
cuando él no esté lo juzgarán divino.

¿A quién no ha mancillado la perfidia
que embarra los baches del camino?
Solo el laurel postrero es sin envidia.

Edgardo Dobry










Leandro Frígoli

LA POÉTICA DE LA ABEJA

De panal a panal
el hombre le lee poemas a sus abejas.

El relato del hombre
conserva el canto de los laureles y los eucaliptos
en su retiro hacia la calma.

No necesita un perro, un gato, un hijo:
sabe que su trascendencia está en el zumbido.

El mundo será una miel exquisita algún día,
se dice el hombre que lee poemas a sus abejas.

Ante los versos de Hölderlin
la gota se diluye en el riachuelo,
la hoja le grita a la luz de diciembre,

el trébol blanco obsequia su polen.

El hombre que lee poemas a sus abejas
hace una pausa y mira al costado de la colmena:
y ellas danzan su baile épico y cotidiano.

Con el poema vibrando en el aire de las abejas
lo imposible es una opción.

El hombre que lee poemas a sus abejas
escucha los silencios de la colonia
y ve los espacios en blanco entre las palabras.

Una abeja es una pregunta en el paladar.

Leandro Frígoli




POETA DE LA RESISTENCIA

a Atilio Perez Da Cuhna “Macunaíma”

Una abeja se posa en mi pulgar

detiene su movimiento

inquieto

y me destroza con su silencio.

 

Siento la indiferencia de su abdomen.

 

Ensimismada en una oración

anuncia el viaje final de Macunaíma.

 

¿En qué ríos los ecos se oyen como poemas?

 

En los misterios de algún paisaje

Benavides en modo padre

espera por tu abrazo.

 

Seni Labart con sus lentes gastados

guiña el ojo y escribe en el papel

uno de tus versos

la vida en la mirilla.

 

Siento una helada devastadora

en mis manos.

 

Ante un denso aire

que desprende un polvo

húmedo de certezas.

 

¿Una abeja es una declaración?

 

Ellas danzan sin dirección

dibujando el signo en la vigía

de una procesión religiosa.

 

Macunaíma me enseño

la poesía hay que convertirla

en armonía de pasos y velas

 

Darnauchans bebe

un vino en tu honor.

En el fondo Levrero cuenta:

El pensamiento es una fuerza

más fuerte que la ley de la gravedad.

 

Macunaíma es pecho amarillo,

peleador de los que duran

hasta el último round.

 

Macu, tus palabras

encienden una fogata.

Arden amapolas.

Leandro Frígoli

























Romina Funes

Como en la canción
la silla venía labrada
y ajusté sus relieves
hasta que fuiste parte del tallado

sándalo rojo, dijimos
pero pensamos en el color
y la textura del quebracho

la bandeja cargada sobre la mesa
lúcida entre nuestros cuerpos cansados

¿cuándo voy a poderte?

el bosque era inmenso y giraba
te ofrecí mi nombre para limitarnos.

Romina Funes




El cielo casi se abre
mientras  gritábamos

buscamos las muecas
y deslindamos las imágenes
que nos hacían esperar

pudimos haber saltado

el vapor del baño    esa tarde
cuando los muertos resbalaban
yo insistía en amarnos otra vez
no quería oler otra cosa

vos quieta y apoyada sobre los azulejos
repetías las noticias de la semana
la del viejo con el cartel en el cuello
o el diputado que se comió a su prole

afuera     una nena cortaba un jazmín

comé un poquito, le decía a su perro
comé, mirá que rico, dale

mi abuela        abuela niña
niña jazmín
curva lánguida       bajita
la flor más blanca recién cortada

en tiempos de hospicios
los aromas cobran relevancia

reminiscencias húmedas
de mujeres calladas.

Romina Funes




LA GALLINA

Sentado en el banco
estabiliza

yo administro mi reserva
le digo cosas menores
que acaso ya sepa

él sabe
acaso ya lo sabe
su tierra está en mi casa
las varillas del día
el balde repleto
la callecita en desnivel.

Los estúpidos no
fatigosos con sus ampollas
atrapan una y la cortan al medio

después corren
quitan del medio sus caras
no ven

no ven           que ahora           por ejemplo
mi hombre se deshace adecuadamente de mí
me apoya posible y fuera de su alcance
deja corrido el borde
ceniza en la remera
me sopla cal.

¿Tendrá todavía? ¿Vendrá?
(ya casi termina)

los estúpidos no
el hombre
mi hombre
sentado en el banco
me arranca
me rompe
un tajo
un corte
me sopla cal.

Sentado en el banco
mi hombre sentado
mi
el hombre
marca
sola     sola                 me deja
se deshace
me rompe
me besa
me besan
todos me besan

los estúpidos también

dale más
fijate que
parece cómo

los estúpidos no
basta         me besan          basta
los estúpidos  no

sentado en el banco
mi hombre mira
advierte que así
tendida sobre la tabla
rota

pero no me recuerda

dale       dale más
(ya casi terminan)

tabla
sangre

los estúpidos también
basta         basta
mi hombre también

no recuerda
su tierra en mi casa
no recuerda

tabla
sangre
me sopla cal.

Terminan
ahora sí terminan
mi hombre       los estúpidos     se van

quedan restos
pelo
uñas

y sobre la tabla
una gallina seca.

Romina Funes













Rodolfo del Hoyo

"Contra el muro, la sombra y yo, que araño el muro."

Rodolfo del Hoyo



"En soledad y en silencio intento descifrar el enigma."

Rodolfo del Hoyo




"Estoy dentro del juego de las desapariciones."

Rodolfo del Hoyo




"La sombra es un vacío. Me adentro en el silencio."

Rodolfo del Hoyo




"Puedes llegar sin ir."

Rodolfo del Hoyo




"Soy de un espacio sin volumen."

Rodolfo del Hoyo




"Soy el secreto de mi ser."

Rodolfo del Hoyo




"Soy materia conmovida yo, que era instante."

Rodolfo del Hoyo




"Vengo de la mirada dormida donde la sombra de la presencia me llena de tiempo."

Rodolfo del Hoyo




"Ya no siento deseo, la quietud me transforma."

Rodolfo del Hoyo




"Yo soy el espacio que me rodea."

Rodolfo del Hoyo