Fernando Rodríguez

"No hay que pasar de los setenta, porque entonces te enviciás y ya no querés morirte."

Fernando Rodríguez
Tomada del libro El libro de los abrazos de Eduardo Galeano, página 66






































Arkadi Rajkin

"El poder burocrático hace que jamás se encuentren los actos, las palabras y los pensamientos: los actos quedan en el lugar de trabajo, las palabras en las reuniones y los pensamientos en la almohada."

Arkadi Rajkin o Arkady Isaakovich Raikin
Tomada del libro El libro de los abrazos de Eduardo Galeano, página 68

J. H. Figueira

"Sobre la niña ejemplar:
Una niña juega con dos muñecas y las regaña para que se queden quietas. Ella también parece una muñeca, por lo linda y buena que es y porque a nadie molesta."

J. H. Figueira
Del libro Adelante que fue texto de enseñanza en las escuelas del Uruguay hasta hace pocos años.
Tomada del libro El libro de los abrazos de Eduardo Galeano, página 55





































Cedric Belfrage

"Los seres humanos hemos abdicado el planeta en favor de las cucarachas."

Cedric Belfrage
Tomada del libro El libro de los abrazos de Eduardo Galeano, página 51








































José Tohá

"Se paran a los pies de mi cama y hacen escarnio de mi indefensión."

José Tohá a su esposa Moy










































Lucas Paulinovich

Para que la resignación no gobierne la noche

1

a dormir (voy)
porque no sé
a dónde iría
al despertar

no quiero
a mis hermanos
presos de la desconfianza
(al enemigo ni justicia)

urden metrallas los sueños
para hacer guerra entre ellos.

2

¿qué es una mentira?, pregunta.
no es nadie -le dicen-,
alguien se olvidó las llaves.

¿y para qué corre la vida
cinco segundos más tarde?

3

vamos a escribir: un poema
para unos hijos
y contar: el mundo
es una flor en un desfiladero

pero no: el mundo no se suicida.

4

¿de qué murió?
de hambre, murió:
en pleno pecho,
le entró.
voló, rasante,
e impactó: trac tracata trac.

la conducción autoproclamada
implora: no vengan,
esto es demasiado.

5

¿y cómo reconciliar verdad y belleza?
¿y por qué tengo que hacerlo yo,
simple portador de un mate lavado y este
mohín un poco manchado de tabaco?

diré: fantasía, premonición, algarabía,
excelsa algarabía sin finales, también
pedrería arracimada en el corazón –es
un vicio que hace falta-
pero no alcanzará: habrá fantasmas,
lapiceras y crucifijos (siempre
están los crucifijos en ésta nuestra
caprichosa historia)

entonces, por ahí me pongo a escribir,
una vez más, que no puedo, no me sale,
no es suficiente, y por ahí vos me dirás
qué lindo eso que escribiste, y así,
entonces, nada más que así, en esa
quincuagésima escritura del sofisma,
algo de la verdad y la belleza
se hará presente, húmedo,
próximo, una mano, dos,
y así lo nombrarás

silencio.

Lucas Paulinovich

















Giselle Lucía Navarro

ADN

Mi semilla podría no ser casual.
Mis padres en vez de amarse pudieron odiarse a muerte.
La madre de mi padre
pudo no haberse negado
a cargarme en sus brazos.
El padre de mi padre pudo haber sobrevivido al infarto.
Y mis ojos pudieron seguir siendo azules
pero la blasfemia apuntaba con su dedo
sobre la inocencia de mi madre.

Giselle Lucía Navarro



CASA/siembra

Mientras corto la demencia por la raíz alguien huye
y la casa reconstruye el verde entre la dolencia.
Podar es la nueva herencia.
Germinar una montaña.
Podar lo amargo
y la araña del corazón de los hombres,
pero recordar los nombres podados
como una hazaña.

Al podar el filo es doble
y hasta una semilla crece cuando finge que padece,
sabe que el árbol no es noble por dar fruto,
aunque redoble su sombra sobre el cuadrante.
Si la cabeza es trasplante
el árbol puede podar al hombre
sin gravitar en un retoño triunfante.

La habitación se clausura.
La tribu resiste el polvo.
Hemos sido guardapolvo del miedo hasta la fractura.
Una casa no es cordura para enderezar lo insano.
La casa es solo una mano para olvidarnos del mundo.
La casa es el más profundo vendaje de los humanos.

¿Qué es la casa si he vivido en el ardor de su huella?
La casa no es una estrella.
La casa no es lo adquirido.
Tampoco lo conocido
ni el mapa gestual que tengo
ni la pared que sostengo en medio del cromosoma.
La casa es solo el axioma de ignorar de dónde vengo.

Giselle Lucía Navarro




Contrapeso

Congelar el cuerpo de un hombre es una tarea difícil.
Congelar el cuerpo de una mujer una tarea imposible.
Congelar el cuerpo de un país es tener miedo a todo lo que crece.

Giselle Lucía Navarro




Visceral

Odio al artista
que cree que el arte viene desde el asco
y trepana su cerebro para extraer cada palabra dulce,
cada trozo de suavidad,
esas palabras que él llama defectuosas
y le arrancan la sensibilidad,
en busca de la perfecta belleza de su obra.

Odio lo perfecto
como todos los esquemas artificiales,
como el hombre perfeccionista
que subsiste gracias a su oportunismo,
un hombre que me odiaría si leyera estas palabras
y me llamaría cursi
y diría que aún soy transparente
y mi palabra no crece.

Un hombre que no se permite la dulzura
es un cuerpo que se quema de espaldas al sol.

Giselle Lucía Navarro












Pedro Sevilla

EL RECUERDO

Igual que hoy rememoras, con placer
y nostalgia, los años infantiles
y el recuerdo te hacer ver azul
la casa tenebrosa donde con tus hermanos
pasaste tanto miedo,
cuando ya no seas joven, lo sepas y te duela,
él volverá de nuevo a decirte que hoy
—la tarde cenicienta de diciembre
agitada de frío,
mientras escribes un poema contra la soledad—
fuiste feliz inmensamente.

Vendrá con más mentiras. Pero tú no lo creas.

Pedro Sevilla




LA NADA

Un caracol que cruza el frío mármol
de una tumba olvidada
una vacía tarde de domingo.

Y también estos ojos que lo miran cruzar.

Pedro Sevilla




TODO LO AZUL DEL MUNDO

Aquí, sobre este folio, para explicar mi infancia,
todo lo azul del mundo: las canicas
como extraños planetas de cristal
brillando entre mis dedos, los océanos
de los primeros cuentos con piratas y barcos,
el cielo de mi calle
y poco más, si acaso algunos golpes
de lluvia en los cristales, por septiembre.
Pero —como explicarlo—,
todo sería gris en la memoria
sin lo aún más azul: los ojos de mi madre.

Pedro Sevilla











Jesús Castro Yáñez

SEMÁNTICA

Seguirán sin querer las palabras

casi todo aquello que les pertenece,

incluso aunque otra vez las repitamos

por si alguna fe nuestra pudiera

llegar a convencerlas de sí mismas.

Decimos fuego y ningún calor cumple,

la música bosteza sin aire

bajo el único ritmo de las letras,

llega la noche sin obsidiana en los ojos

cuando solo nuestras voces la reclaman.

Ocurre sin embargo lo siguiente:

al decir yo tu nombre, y tú el mío,

entregamos al otro un himno,

nos posamos como un carbón ardiendo

en la boca del mundo.

Jesús Castro Yáñez















Sergio García Zamora

EL IMPACIENTE

El impaciente crea la calma. El impaciente se fuga espacio adentro y tiempo adentro. Va y regresa desde la hondura hasta la superficie de sí mismo. Mueve nervioso las manos y los pies de nadador en seco. El impaciente que no fuma, camina. Es el buzo caminante de pasillo afuera de todas las salas. Está confinado en su sangre, en su respiración vertiginosa. Asciende ahora la gran cuesta de la espera. La montaña sin salientes, lisa como un cono de plomo. Es el alpinista que va por un café. La máscara de oxígeno comienza a fallarle, se ahoga en el aire de los otros. Los otros conversan como peces muertos, como aves muertas, de los que solo resucita la boca. El impaciente aguarda por la extirpación de las amígdalas hipertrofiadas de su hija. Una operación sencilla. Una recuperación molesta. Resulta mejor a esa edad. Resulta mejor la impaciencia a esa edad. Todo resulta mejor a esa edad. El impaciente crea la grieta, el páramo sembrado de muertos, el fondo marino, la torre volante. El impaciente crea la calma como tierra prometida: puede verla, pero no habitarla. En la calma los otros se sientan y leen. Leen calmadamente como cirujanos en su descanso. El impaciente se pregunta cómo logran leer.

Sergio García Zamora



EL PACIENTE

Qué ha sido mi vida,
sino la vida de un tonto en su cama de hierro.
Sería tan feliz como el mundo
si el mundo no fuese el gran hospital.
Lo épico son estas bandejas
repletas de frascos y jeringuillas.
Lo épico es el olor a cloroformo.
Converso conmigo como un paciente sin visita.
Detesto la buena salud de las sombras
porque será siempre la obra del sol.
No quiero una tos
de la que no pueda morirme.
Aspiro a la fiebre.

Qué ha sido mi vida,
sino la vida de un tonto, un tonto heroico
sobre la mesa de amputaciones.
Como mi brazo no era mi brazo, lo corté.
Como mi pierna no era mi pierna, la corté.
Ahora puedo tomar lo que yo quiera.
Ahora puedo viajar a donde yo quiera.
Ay del brazo y ay de la pierna
de los que solo saben apretar el torniquete.
Ay de los que prefieren la podredumbre
antes que la libertad del tajo.
Ay de los mutilados sin mutilación
que asisten a compadecernos.

Qué ha sido mi vida,
sino la vida de un tonto en su silla de ruedas.
Me han llevado a pasear por los jardines,
por los jardines de un manicomio.
Dime que ha llegado la hora de levantarme,
la hora de ponerme de pie
como el Auriga de Delfos,
como el joven vencedor de las cuadrigas.
Este es el nuevo carro de fuego.
Dime que tirarás de mí, Poesía,
que no volverán a empujarme,
que no volverán a conducirme
espíritus más débiles que el mío.

Sergio García Zamora



EL TRISTE Y EL ENTRISTECIDO

El triste nació triste y va a morirse feliz en su tristeza. Lo penoso es el entristecido. En qué dictadura o cumpleaños agarró esa mala gripe. Una gripe igual a la salud del triste. El triste es toda secreción. Lagrimea. Tiene un nudo gordiano en la garganta. Para desatarlo el triste se degüella. Entonces dicen que es un cobarde por degollarse, pero es solo un triste. O un triste cobarde. El entristecido, en cambio, tiene los ojos de la fiebre. Las lágrimas se le evaporan. Todo en él es desierto y frialdad de desierto. El entristecido no se degüella, sino que tiene familia. Trabaja, hace las compras, lee el diario triste de los entristecidos. Lee la tristísima noticia de un suicidio. El triste suele ser rico y el entristecido suele ser pobre. Se paran uno frente al otro y solo ven un espejo. El triste dice que él se parece al mundo. Pero todos saben que el mundo se parece al entristecido.

Sergio García Zamora