Bruno Pólack

[fe]

Ya de noche y tumbados en la cama    /cada uno/

detrás del pinar    puede oír el sonido de su propio río.

Desde una ribera del mío veo en la otra ribera a

un niño despidiéndose

con la mano alzada    mientras se interna en el bosque.

Todo sueño nace de un mendrugo encendido, nace del canto

de la urraca que atraviesa,

como una flecha,

ese mendrugo encendido/

la barca de Virgilio y Dante que hoy llevan un salón de ruidosos niños al

campamento de verano.

Porque hoy debemos dibujar un tomate con tanta intensidad que nos

haga creer que es el propio tomate el que nos da la vida a nosotros.

El carpintero coronado de laurel

la maestra coronada de laurel

el peletero, el tipógrafo, el agente vitivinícola/

yo tuve una vez un sueño espléndido    que olvidé

y tuve que dejarlo escurrir entre mis manos hacia el suelo de tierra.

Hoy el silencio es el sonido tenue de

un violín que proviene de lo denso del bosque

/hoy el silencio es el santo grial de la poesía y de las amas de casa/

Recuerdo que muy joven

echaste tu sombra luminosa a

un hoyo que cavaste durante toda la noche

al borde del río/

pensar que siempre la nuestra es la otra ribera del río

pensar que aquí nuestra sombra se confunde con la sombra oscura

de una bandada de pájaros

resistirse siempre a no quedar fuera del

círculo del exceso,

de la vagancia desmedida, de la contemplación desmedida,

pues en el mejor Goya está representado Dios haciendo explotar el universo/

pues todo lo que pensemos o logremos imaginar apoyados en los

árboles de esta ribera    es parte del mundo posible,

todas las hojas secas que quepan en esta mochila

servirán para rehacer los sueños recobrados.

La poesía es este hilo luminoso que de árbol a árbol cruza el cauce del río

(y al medio, en la parte más convexa, se roza suavemente con el río)

en este verso, por ejemplo, solo hay una silla abandonada en la otra ribera

en este otro verso solo existe el rumor de una urraca que ha partido

este otro verso es un verso vacío

/hontanar de agua limpia, corazón humano tallado en alabastro/

paz al alma de los ceibos, paz a las hormigas que cruzan el

mantel de la mesa

(de los cuadrados rojos a los cuadrados blancos), y

Paz /dios de los gitanos/ a la tumba de Federico/ al pie de los olivos.

Bruno Pólack




[Recordando a Antonio en un paseo al parque del Retiro] 

Antonio ha muerto el día de San Bruno.

Nosotros hemos jugado toda la mañana a

escondernos detrás de las adelfas y de los gruesos troncos.

De los árboles, de las ramas de los árboles.

De los libros, de las hojas de los libros.

Debajo de la sombra del limonero donde

he descifrado antiguos sueños/

donde el musgo húmedo se ha tomado todos los

días del invierno

para desplazar imperceptiblemente una pequeña piedra.

Diría que igual es un acto heroico. Diría que

me canso de esperar a ser encontrado y

me apoyo a la sombra posterior del tronco.

Detrás de las adelfas, en el ala izquierda del lago.

Donde una bandada de zorzales ha ensombrecido

las bancas familiares/ donde

los perros y los gansos alzan el cuello y ladran.

Poetas rusos han llegado a descubrir que el perfume

de los lirios es el alma misma de los lirios.

¿Quién descansa en el parque, en la casa,

quién lee, quién juega a pasar del sol a la sombra,

de lo imaginado a lo no imaginable,

quién dispara flechas de papel crepé a los rayos del

sol como si fuera al propio sol al que hiere,

quién duda en el pórtico, quién lo cruza,

quién no se da cuenta

que entre uno    y las cosas reales

siempre hay un pórtico real y

otro pórtico soñado?

¿acaso nosotros hemos,

acaso ellos han,

leído al menos El Infierno?

Yo te vi contestar el teléfono y mirar el lago/

mirar los nenúfares girando como astros en una

galaxia transparente    sobre el espejo del lago/

y yo miro la estela brillante de los caracoles

    sobre las hojas ensombrecidas,

y allá va la tristeza del marinero que juega con su

hijo sobre la plaza de tierra,

porque

detrás de todo ese mediodía y de todo ese

brillo enceguecedor    están las estrellas.

Pero estos árboles, no son nuestros árboles, viejo amigo.

Esta ciudad no es nuestra ciudad acuática, ni nuestro barrio.

Este es un poema que se disuelve como si sopláramos

un diente de león    a favor del viento.

Y ya no existe un solo marinero que

salga a cubierta,

y que para enrumbar su nave,

levante los ojos y descifre las estrellas.

Y veo las sombras de cientos de zorzales que se adentran en

el reflejo quieto del limonero

(tomo la piedra heroica del musgo y la estrello contra los

cristales prístinos de mi infancia)

y explota la sombra del

limonero sobre el camino desierto y sobre la

plaza de tierra.

¿Quién duerme entre la hojarasca,

en los patios interiores,

quién canta,

quién prende una flor,

o una gota de agua,

o un ramito de jazmín,

en el saco de un hombre dormido/

cuál de nosotros sigue el vuelo de la abejas

por el enramado del bosque,

quién dispara flechas de papel crepé contra el

el relente del rocío como si hiriera al propio bosque,

o al propio rocío,

quién descansa en el parque, en el pórtico,

quién lo cruza, quién dobla la calle sin conciencia de hacerlo,

cuál de estas sombras hermanas

erra

sobreviviendo a su objeto?

Antonio ha regresado a la casa materna

y muerto el día de san Bruno.

Un indio piel roja me ha descubierto

apoyado en la parte posterior del limonero/

tú lo observas desde el lago

(separando la vista de las adelfas

y  del Universo)

sacar una flecha de papel crepé del

carcaj de tela y tensar el arco.

Tan sólo el silbido de la flecha es cosa letal

para un corazón humano/ 

Bruno Pólack



































Lola Mascarell

INTENSIDAD

Otra vez la mañana

enciende y señorea mis sentidos

en un rapto de luz que los suspende

más allá de las cosas. No hay tinieblas,

nada más que la luz, pura y sencilla.

 

Otra vez la mañana y los sentidos,

dejándose caer por la pendiente

de las cosas que brillan desusadas

porque nadie las vio de esta manera.

 

Amanece detrás de las cortinas.

Todo es sol arrasando la penumbra.

Y en la blanca pared nada profana

esta limpia indulgencia.

 

¿Qué sílabas darán con su contorno

en la noche del alma, qué palabras

vendrán a darme aliento

sino aquellas que nunca fueron dichas?

Lola Mascarell





PASAR

El alma de los días, la columna

vertebral que mantiene

encendido el afán de ir transitándolos

es que algo suceda, que algo pase

en la estanca quietud de su mudanza.

 

Cual si nada ocurriese cuando el trigo

que rodea las sendas del verano

se quiebra en una ráfaga de viento,

o esa torpe alegría

del agua cuando abren,

en la hora del riego,

las compuertas del mundo

y se escucha el rumor

de toda aquella sed que se termina,

o el giro de la luz, o el pentagrama

que las aves escriben en el cielo,

o una mesa tendida,

con el sol sobre el pan

y algún vaso de vino.

 

Es absurdo pensar lo que nos llena,

lo que colma los días,

lo que estalla cumpliendo ese deseo

de ser más, más intensos, más lejanos.

 

Quizás lo que nos salva

son los raros momentos

en que no pasa nada.

Lola Mascarell




RELIEVE

¿Por qué nos reconforta contemplar

el relieve azulado de la sierra

recortándose al fondo del paisaje,

qué promesas antiguas

dibuja en nuestras venas s

u perfil afilado?

 

Y el olor de la leña,

¿de qué felicidad

misteriosa y atávica

nos hablan sus aromas, qué relato

de alimento y refugio,

de caza y salvación se nos aviva

en el humo sereno de la hoguera?

 

¿Qué cosas no sabemos aun sabiéndolas?

 

¿De qué rincón salvaje de nosotros

nos habla la montaña?

Lola Mascarell





















Eduardo Herrera Baullosa

Bola de estambre

Alumbrados con linternas, mi gato y yo jugamos con bolas de estambre. Aún así me (a)burro, y la razón estriba en que no tengo gato, nunca lo tuve, nunca llegó para alimentar lo poco con la punta de los dedos: simple y viable.

Mamá no quería nada que oliera a muerte fácil. Le gustaba sentarse a fumar sin comentar: sin discutirlo con nadie.

Mi gato y yo, jugamos ¡facetados! mar(i)machas. Mamá no lo sabía, pero me gustaba mirarla con el gato sentado en mi hombro, escucharla así, callada, separada de la casa: silencio en creci(miento).

Me pregunto si ella alguna vez lo vio moverse ––al gato digo–– como un globo mal inflado ocupar el vacío que dejó mi padre.

Mamá tenía un moño hermoso, uno como un puente, uno dentro de otro con nombre propio, soft-sofl como estambre de gato.

También a mí me ha crecido uno, se estiró largo, muy largo: incomprensible.

Eduardo Herrera Baullosa





Desde atrás y hacia ninguna parte

Es triste estar aquí escondiendo horas en un saco,

único en el mundo: incluso agradecido del efusivo golpe que me pateó en la boca.

Es triste el filo, la intemperie que amarra un gato en (sobre)salto

como cuerpo empecinado que no sabe marcharse.

Es triste (re)partir sin sacar beneficios del modo más incomodo que pueda

como una mancha rosa en aguas de maría,

como niña que muere lejos de su casa.

Es triste estar aquí a lo largo de uno mismo, último esfuerzo del hombre ante el espejo, del niño frente al tiempo, desde atrás y hacia ninguna parte.

Es triste fumar en los rincones, fumar am(puta)do, fumar pisos, semáforos,

ombligos-trapecistas

y dejar a mis muertos que nadie toca percutir como teclas de una forma extraña.


Eduardo Herrera Baullosa





Rogación de una cabeza 

Nada en mi cabeza recuerda el agua de coco: nada pasa,

vuela el Ibú-Kolé, vuela la mujer que eres, el aura que soy y nada pasa;

aun así dejo que Iyalosha empuje mi cuerpo dentro de otro: ––adimú,

rogación de una cabeza como último recurso,

bi(loca)ción de las damas solitarias en la lengua de todos los hombres

como una anemia de agua.

Eduardo Herrera Baullosa












Mariela Peña

Cómo se dice

que todas las noches voy a tus fotos

a recorrerte con mi caricia stalker

que supongo tu pelo

y siento su perfume en mis manos

que me gustas tanto

que jamás te likeo

que me encanta tu mundo

que quisiera habitarlo

Qué es esta mezquindad

de no decirte

de no querer que te enteres

de todas las cosas lindas que pienso de vos

que me las guarde para mí sola.

 

Cómo se explica

este deseo silencioso

tan parecido a quererte

y a que me des miedo

a la vez.

Mariela Peña




No busques debajo de la cama.
Ahí no hay cuchillos, ni ropa sucia,
ni gato agazapado.

Si enciendo la luz verás que todo desparece.
Que no hay nada en esta habitación abandonada.
No queda nadie, ni siquiera nosotros.
Ninguna de las sombras
de lo que fuimos.

El perdón tampoco está.
Ni el tuyo, ni el mío
y este silencio, te juro,

no lo elijo.

De nuestra cama saldremos
en cuclillas,
así la iremos despidiendo.

Nos arrastraremos por cocina,
el baño y el comedor.
Vamos a deslizarnos
sobre el vómito liberador
de este sinceramiento,
porque las verdades
siempre se dicen al final,
cuando ya no sirven para nada.

Dejaremos abierta
la puerta de entrada
porque no vamos a volver.
Lo sabemos.
Muy pronto acá quedará
un vacío infinito
sobre una estructura edilicia bien iluminada

en un barrio bello del centro

que, muy pronto, olvidaremos

dónde queda.

Será cruzando el jardín

cuando nos miremos a los ojos
por primera vez en mucho tiempo.
Nos reconoceremos en el pasto
y en todas las plantas que no se nos murieron.
Vamos a despedirnos
con el adiós en abstinencia,
la boca sin verbo, la piel asustada.
Acá, en esta caverna inalámbrica dejaremos el plural,
el alma, las promesas incumplidas.
Todas las que nos hicimos.
Todas las promesas.
Dejaremos, también, el tedio mortal
tirado en la cama que solo ensuciamos y humedecimos
pensando en otras personas.
No importa el desorden,
no importa que se arrugue;
no vamos a volver.

Darse cuenta
es sin retorno.

Mariela Peña




Sí, pero no.

Andate.

Por favor,

Volvé.

Hoy estoy mal, mañana estaré mal, también;

pasado, me sentiré mejor que nunca.

En el medio, soplos de más o menos.

Dame ese beso que me aburrió.

Te doy el mío que no recuerda tu nombre.

Lloramos todos los rincones

y las cosas de la casa.

cama, ducha, balcón, tacita

Nos morimos de risa,

Resucitamos en el dolor.

 

No estamos locos:

todo empieza a temblar

cuanto tiene que caer.

Mariela Peña



Te gusta

mucho.

Te encanta.

En una de esas

sí, ¿no?

Te gusta

mucho

Te encanta.

Y en la víspera

del encuentro

te decepciona

se afea

te hace retroceder.

 

Ningún no

se habita porque sí

Mariela Peña



















Andrea Muriel

Cirrosis hepática

Cada veinticuatro semanas

–o cada que el médico lo señale–

vaya al laboratorio de su preferencia

hágase una prueba de función hepática

y compruebe sus niveles de bilirrubina.

Tenga en cuenta

hacer actividad física regular

mantenga un peso adecuado

y no ponga mucha sal a sus comidas.

De lo contrario

usted podrá olvidarse de su esbelto abdomen

que ya empezó a acumular líquidos:

los daños son irreversibles.

No beba alcohol

repito, no beba alcohol

no importa si su nueva novia piensa dejarlo

no importa tampoco

si le es imposible estar en una reunión familiar

sin la desenvoltura

que le permiten un par de copas.

¿Acaso ha olvidado medir

su concentración de enzimas hepáticas?

No piense en las propiedades

que perdió con su divorcio. La sangre

debe contener entre tres punto cuatro

y cinco punto cuatro –no más–

gramos por decilitro de albúmina.

Ignore a sus hijos que no quieren volver a verlo

pero no olvide la resonancia magnética

y programar el chequeo periódico

con su médico de cabecera.

No sienta celos de las erecciones firmes

con que otros hombres gozan de su exmujer.

El hígado es el órgano filtrante de la vida

descarta los residuos tóxicos

y el suyo está deshecho.

Concéntrese en tratar la cirrosis

no recuerde las manchas de sangre

el vidrio roto de la mesa

la mañana siguiente con la boca pastosa

las cosas que dijo –o que dicen que dijo–

el día antes de marcharse.

Al verse al espejo

no deje de sentirse atractivo

por su esclerótica amarilla.

Intente no pensar en el posible cáncer

–hepatocarcinoma–

pero cuídese

no fume, no beba alcohol

no tenga pensamientos negativos.

No se preocupe

si deja huellas en las servilletas al tocarlas

pierda el miedo a ver la vida

solamente

en tonos de amarillo.

Andrea Muriel




Todas las mujeres tenemos una relación con el maquillaje

 
Nos maquillemos o no

nos guste mirarnos al espejo o lo detestemos.

Todas hemos mirado los espectaculares

con anuncios de L’Oréal

la piel sin poros

y hemos escuchado

de la supuesta confianza

de una mujer

que sabe cómo verse

en cada situación.

Todas tenemos

una madre, una tía, un hermano

que nos ha dicho

¿te ves enferma hoy, estás bien?

que nos ha preguntado sobre

el por qué del labial morado o verde

o la falta de él.

Todas

las mujeres

hemos pasado por el rubor de la tía

para la graduación

por los consejos

para vernos más “arregladitas”.

Todas hemos tenido un labial

lo conservemos como un artefacto imprescindible

o lo tengamos arrumbado en un cajón

porque decidimos que no

que nosotras no

que nuestra valía no está en vernos “bonitas”.

Todas

todas

todas

tenemos opiniones sobre las chicas que se maquillan para

salir al súper

algunas las consideramos

diosas

otras las miramos como bichitos raros a las que no les llegó

el memo

porque ya Simone de Beauvoir nos

contó de la imitación del orgasmo femenino

con las chapas y los labios rojos

y los ojos grandes por el delineador y el rímel.

Todas tenemos una relación con el maquillaje

nos maquillemos o no,

nos guste hacerlo o no,

porque a alguien hace mucho

en algún lugar

se le ocurrió que podía opinar

sobre

cómo

nos

vemos

y

ahora

nos

toca

a

nosotras

decidir

la relación que queremos tener

con cómo nos vemos o nos dejamos de ver

como una simple deuda a nosotras mismas

al mirarnos

no sólo en el espejo

sino tal vez en la parada del bus

en el reflejo de los vidrios de una librería

en el refrigerador del Oxxo

en la vitrina de la farmacia

en nuestra imagen mental de nosotras mismas

en las clases virtuales

en nuestra foto para el CV

Andrea Muriel













Yeni Zulena Millán Velásquez

El acertijo

Si fuera hombre
si pudiera señalar el cielo
mientras sostengo
el vientre entre mis manos
cortejaría un avestruz

le pediría esconder
su cabeza en mi tierra

destilaría su esencia
de asesino mojado
violentaría
su himen de corral
para mostrarle
que la altura hizo de madre
que al tirar

nuestras alas

vuelan a ras del cielo

Yeni Zulena Millán Velásquez



Coordenadas

¡Lluvia de maíz!
salen al recreo
las gallinas

***

Casualidades
el gato saltaba
el murciélago caía

***

Aúlla el viejo perro
no volvieron al rancho
el amo y la escopeta

Yeni Zulena Millán Velásquez




Noche de siete años

Sobre el castillo de los pinos
la inmensidad madura

El viento hace de ciego
en las puertas cerradas

El corredor se vuelve
la capital del humo

Un radio va pensando
por un hombre en voz baja

Las secuelas del día
elaboran sus costras

Mientras la casa sueña
despierta la quebrada

Yeni Zulena Millán Velásquez




Sale

Tú que te levantas
en un lugar cerrado
que confías en la plasticidad
de tu cuerpo
para servir de máquina
dieciocho horas al día
tú que le das cuerda un minuto
a tu risa
al oír que son bellos
tus zapatos prestados
tú que coses mis jeans
con tus mejores años
al ocultar tu nota en el bolsillo
¿era en mí en quien pensabas?

Yeni Zulena Millán Velásquez




Si-mientos

A mi padre

Prometiste una casa de muñecas.
La dibujamos en la tierra; los cimientos echaron a crecer,
madurando paredes y cosechando puertas.
Marchaste, cuando aún faltaba componerle el cielo.
Olvidaste que una muñeca no sabe jugar sola:
necesita la mano que le trence el cabello
y la convenza de seguir

tirando de su cuerda.

Yeni Zulena Millán Velásquez





























Robert Lawrence Kuhn

"Este panorama no se trata de cómo se mide, evoluciona o incluso funciona la conciencia, sino de qué es la conciencia y qué diferencia hace. Es el clásico 'problema mente-cuerpo'."

Robert Lawrence Kuhn

Michael Egnor

"Kenneth Miller no define la conciencia, porque la conciencia es un concepto notoriamente resbaladizo que nunca se define de manera coherente en la neurociencia o en la filosofía.
La “conciencia” es un claro ejemplo de lo que Wittgenstein llamó un juego de lenguaje. Un juego de lenguaje es el significado gobernado por reglas que las palabras adquieren por su uso en la vida ordinaria. A veces usamos el término ‘conciencia’ para referirnos a excitación, a veces la usamos para referirnos a conocimiento perceptivo y otras veces la usamos para referirnos a comprensión abstracta, cuidado o realización. Cualquiera que sea su valor en el lenguaje ordinario, la «conciencia» no tiene lugar en la discusión de la neurociencia o la filosofía. Esto no se debe a que no seamos conscientes o no seamos capaces de percibir o comprender. El problema es que el término conciencia es demasiado vago para ser útil en neurociencia o en filosofía de la mente. El significado de la conciencia es tan amplio, su juego de lenguaje es tan intrincado, que impide una percepción genuina."

Michael Egnor

Tamara Samsonova

“La maté por unos platos sin lavar, lo hice todo deliberadamente.”

Tamara Samsonova



"Me he estado preparando toda mi vida para esta vista, señoría, durante décadas, lo hice todo deliberadamente. No hay manera de vivir, con este último asesinato cierro un capítulo. Usted decide. Al fin y al cabo, soy culpable, merezco un castigo."

Tamara Samsonova




"Yo maté a Volodia, lo corté en pedazos en el baño con un cuchillo, puse los pedazos de su cuerpo en bolsas de plástico y las tiré por diferentes zonas del barrio de Frunzensky."

Tamara Samsonova