Jean-Paul Sartre Las moscas



EL PEDAGOGO.— ¡Toma! Pero si aquí hay alguien. (Se acerca al IDIOTA.) ¡Señor mío!
EL IDIOTA.— ¡Eh!
EL PEDAGOGO (nuevo saludo).— ¡Señor mío!
EL IDIOTA.— ¡Eh!
EL PEDAGOGO.— ¿Os dignaréis indicarnos la casa de Egisto?
EL IDIOTA.— ¡Eh!
EL PEDAGOGO.— De Egisto, el rey de Argos.
EL IDIOTA.— ¡Eh! ¡Eh!
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 4
 
 
JÚPITER.— Ah, no juzguéis a los dioses, joven; guardan secretos dolorosos.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 12
 
 
JÚPITER.— A propósito, si las moscas os molestan, éste es el medio de libraros de ellas: mirad el enjambre que zumba a vuestro alrededor, hago un movimiento con la muñeca, un ademán con el brazo y digo: «Abraxas, galla, galla, tse, tse». Y ya veis: ruedan y se arrastran por el suelo como orugas.
ORESTES.— ¡Por Júpiter!
JÚPITER.— No es nada. Un jueguito de sociedad. Soy encantador de moscas en mis horas libres. Buenos días. Volveré a veros. Sale.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 12
 
 
ORESTES.— Deja tu filosofía. Me ha hecho demasiado daño.
EL PEDAGOGO.— ¡Daño! Entonces es perjudicar a la gente darle libertad de espíritu.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 13
 
 
ORESTES.— ¡Palacios! Es cierto. ¡Palacios, columnas, estatuas! ¿Por qué no soy más pesado, yo que tengo tantas piedras en la cabeza?
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 14
 
 
ORESTES.— No, hombre, no me quejo. No puedo quejarme: me has dejado la libertad de esos hilos que el viento arranca a las telas de araña y que flotan a diez pies del suelo; no peso más que un hilo y vivo en el aire. Sé que es una suerte y la aprecio como conviene. (Pausa.) Hay hombres que nacen comprometidos: no tienen la facultad de elegir; han sido arrojados a un camino; al final del camino los espera un acto, su acto; van, y sus pies desnudos oprimen fuertemente la tierra y se desuellan en los guijarros. ¿Te parece vulgar la alegría de ir a alguna parte? Hay otros, silenciosos, que sienten en el fondo del corazón el peso de imágenes confusas y terrenas; su vida ha cambiado porque un día de su infancia, a los cinco, a los siete años… Está bien: no son hombres superiores. Yo sabía ya, a los siete años, que estaba exilado; dejaba deslizar a lo largo de mi cuerpo, dejaba caer a mi alrededor los olores y los sonidos, el ruido de la lluvia en los techos, los temblores de la luz; sabía que pertenecían a los demás, y que nunca podría convertirlos en mis recuerdos. Porque los recuerdos son manjares suculentos para los que poseen las casas, los animales, los criados y los campos. Pero yo… Yo soy libre, gracias a Dios. ¡Ah, qué libre soy! ¡Y qué soberbia ausencia mi alma!
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 14
 
 
Un rey debe tener los mismos recuerdos que sus súbditos.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 16
 
 
CLITEMNESTRA.— ¿Temer? Si he ganado algo al perderme, es que ahora ya no puedo temer nada.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 24
 
 
Oh, verdugos de vosotros mismos, ¿habéis olvidado el humilde contento del campesino que camina por su tierra y dice: «Hace buen tiempo»? Andáis con los brazos colgando, la cabeza baja, respirando apenas. Vuestros muertos se os pegan y permanecéis inmóviles, con el temor de atropellarlos al menor movimiento. Sería horrible, ¿verdad?, que vuestras manos atravesaran de pronto un humito mojado, el alma de vuestro padre o de vuestro abuelo. Pero miradme: extiendo los brazos, me dilato y me estiro como un hombre al despertar, ocupo mi lugar al sol, todo mi lugar. ¿Acaso el cielo se me viene encima? Bailo, mirad, bailo, y sólo siento el soplo del viento en mis cabellos. ¿Dónde están los muertos? ¿Creéis que danzan conmigo, al compás?
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 38
 
 
EGISTO.— ¡Déjame, ramera! ¿No tienes vergüenza, delante de sus ojos? CLITEMNESTRA.— ¿Delante de sus ojos? ¿Y quién nos ve?
EGISTO.— ¿Quién? El rey. Han soltado a los muertos esta mañana. CLITEMNESTRA.— Señor, os lo suplico… Los muertos están bajo tierra y no nos molestarán tan pronto. ¿Habéis olvidado que vos mismo inventasteis esas fábulas para el pueblo?
EGISTO.— Tienes razón, mujer. Bueno, ¿ves qué cansado estoy? Déjame, quiero recogerme.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 55
 
 
EGISTO.— ¿Es éste, Júpiter, el rey que necesitabas para Argos? Voy, vengo, sé gritar con voz fuerte, paseo por todas partes mi alta y terrible apariencia, y los que me ven se sienten culpables hasta la médula. Pero soy una cáscara vacía: un animal me ha comido el interior sin que yo me diera cuenta. Ahora miro en mí mismo y veo que estoy más muerto que Agamenón. ¿Dije que estaba triste? Mentí. El desierto, la nada innumerable de las arenas bajo la nada lúcida del cielo no es triste ni alegre: es siniestra. ¡Ah, daría mi reino por derramar una lágrima!
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 55
 
 
JÚPITER.— Me odias, pero somos parientes; te hice a mi imagen: un rey es un Dios sobre la tierra, noble y siniestro como un Dios.
EGISTO.— ¿Siniestro? ¿Vos?
JÚPITER.— Mírame. (Largo silencio.) Te he dicho que fuiste creado a mi imagen. Los dos hacemos reinar el orden, tú en Argos, yo en el mundo; y el mismo secreto pesa gravemente en nuestros corazones.
EGISTO.— No tengo secreto.
JÚPITER.— Sí. El mismo que yo. El secreto doloroso de los Dioses y de los reyes: que los hombres son libres. Son libres, Egisto. Tú lo sabes, y ellos no.
EGISTO.— Diablos, si lo supieran pegarían fuego a las cuatro esquinas de mi palacio. Hace quince años que represento una comedia para ocultarles su poder.
JÚPITER.— Ya ves que somos semejantes.
EGISTO.— ¿Semejantes? ¿Por qué ironía ha de decir un Dios que es mi semejante? Desde que reino, todos mis actos y palabras tienden a componer mi imagen; quiero que cada uno de mis súbditos la lleve en sí y sienta pesar, aun en la soledad, mi mirada severa en sus pensamientos más secretos. Pero soy yo mi primera víctima: ya no me veo como me ven, me inclino sobre el pozo abierto de sus almas, y mi imagen está allí, en el fondo; me repugna y me fascina. Dios todopoderoso, ¿quién soy yo sino el miedo que los demás tienen de mí?
JÚPITER.— ¿Y quién crees que soy? (Señalando la estatua.) También yo tengo mi imagen. ¿Crees que no me da vértigo? Hace cien mil años que danzo delante de los hombres. Una danza lenta y sombría. Es preciso que me miren: mientras tienen los ojos clavados en mí, olvidan mirar en sí mismos. Si me olvidara un solo instante, si los dejara apartar la mirada…
EGISTO.— ¿Qué?
JÚPITER.— Nada. Es cosa mía. Estás cansado, Egisto, ¿pero de qué te quejas? Morirás. Yo no. Mientras haya hombres en esta tierra, estaré condenado a danzar delante de ellos.
EGISTO.— ¡Ay! ¿Pero quién nos ha condenado?
JÚPITER.— Nadie más que nosotros mismos, pues tenemos la misma pasión. Tú amas el orden, Egisto.
EGISTO.— El orden. Es cierto. Por el orden seduje a Clitemnestra, por el orden maté a mi rey; quería que el orden reinara y que reinara por mi intermedio. He vivido sin deseo, sin amor, sin esperanza; implanté el orden. ¡Oh terrible y divina pasión!
JÚPITER.— No podríamos tener otra: yo soy Dios, y tú naciste para ser rey.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 60
 
 
EGISTO.— ¿Son tan peligrosos?
JÚPITER.— Orestes sabe que es libre.
EGISTO (vivamente).—Sabe que es libre. Entonces no basta cargarlo de cadenas. Un hombre libre en una ciudad es como una oveja sarnosa en un rebaño. Contaminará todo mi reino y arruinará mi obra. Dios todopoderoso, ¿que esperas para fulminarlo?
JÚPITER (lentamente).—¿Para fulminarlo? (Una pausa. Con cansancio, agobiado.) Egisto, los dioses tienen otro secreto…
EGISTO.— ¿Qué vas a decirme?
JÚPITER.— Una vez que ha estallado la libertad en el alma de un hombre, los dioses no pueden nada más contra ese hombre. Pues es un asunto de hombres, y a los otros hombres —sólo a ellos— les corresponde dejarlo correr o estrangularlo.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 62
 
 
 
EGISTO.— Ten cuidado con las moscas, Orestes, ten cuidado con las moscas. No ha terminado todo.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 63
 
 
ORESTES.— ¿Qué nos importan las moscas?
ELECTRA.—Son las Erinias, Orestes, las diosas del remordimiento.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 67
 
 
CORO DE LAS ERINIAS.— Bzz, bzz, bzz, bzz. Nos posaremos sobre tu corazón podrido como las moscas en un dulce corazón podrido, corazón ensangrentado, corazón deleitable. Saquearemos como abejas el pus y la sangre de tu corazón. Haremos con ellos miel, ya verás, hermosa miel verde. ¿Qué amor nos colmaría tanto como el odio?
Bzz, bzz, bzz, bzz.
Seremos los ojos fijos de las casas,
el gruñido del mastín que mostrará los dientes a tu paso,
el zumbido que volará por el cielo sobre tu cabeza,
los rumores de la selva,
los silbos, los crujidos, los bisbiseos, el ulular,
seremos la noche,
la espesa noche de tu alma.
Bzz, bzz, bzz, bzz.
¡Eia! ¡Eia! ¡Eiaaa!
Bzz, bzz, bzz, bzz.
Somos las sorbedoras de pus, las moscas,
lo compartiremos todo contigo,
iremos a buscar el alimento a tu boca y el rayo de luz al fondo de tus ojos,
te escoltaremos hasta la tumba
y sólo cederemos el lugar a los gusanos.
Bzz, bzz, bzz, bzz.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 69
 
 
ORESTES.— El más cobarde de los asesinos es el que tiene remordimientos.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 79
 
 
JÚPITER.— Anda, no te llenes de orgullo. A la soledad del desprecio y del horror te han arrojado, a ti, el más cobarde de los asesinos.
ORESTES.— El más cobarde de los asesinos es el que tiene remordimientos.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 79
 
 
ORESTES.— Extraño a mí mismo, lo sé. Fuera de la naturaleza, contra la naturaleza, sin excusa, sin otro recurso que en mí. Pero no volveré bajo tu ley; estoy condenado a no tener otra ley que la mía. No volveré a tu naturaleza; en ella hay mil caminos que conducen a ti, pero sólo puedo seguir mi camino. Porque soy un hombre, Júpiter, y cada hombre debe inventar su camino. La naturaleza tiene horror al hombre, y tú, tú, soberano de los dioses, también tienes horror a los hombres.
JÚPITER.— No mientes: cuando se parecen a ti los odio.
ORESTES.— Ten cuidado; acabas de confesar tu debilidad. Yo no te odio. ¿Qué hay de ti a mí? Nos deslizaremos uno junto al otro sin tocarnos, como dos navíos. Tú eres un Dios y yo soy libre; estamos igualmente solos y nuestra angustia es semejante. ¿Quién te dice que no he buscado el remordimiento en el curso de esta larga noche? El remordimiento, el sueño. Pero ya no puedo tener remordimientos. Ni dormir. Silencio.
JÚPITER.— ¿Qué piensas hacer?
ORESTES.— Los hombres de Argos son mis hombres. Tengo que abrirles los ojos.
JÚPITER.— ¡Pobres gentes! Vas a hacerles el regalo de la soledad y la vergüenza, vas a arrancarles las telas con que yo los había cubierto, y les mostrarás de improviso su existencia, su obscena e insulsa existencia, que han recibido para nada.
ORESTES.— ¿Por qué había de rehusarles la desesperación que hay en mí si es su destino?
JÚPITER.— ¿Que harán de ella?
ORESTES.— Lo que quieran; son libres y la vida humana empieza del otro lado de la desesperación.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 82
 
 
ORESTES.— Amor mío, es cierto, te lo he quitado todo y no tengo nada que darte fuera de mi crimen. Pero es un presente inmenso. ¿Crees que no pesa como plomo sobre mi alma? Éramos demasiado ligeros, Electra: ahora nuestros pies se hunden en la tierra como las ruedas de un carro en un surco. Ven, partiremos y caminaremos con paso pesado, encorvados bajo nuestro precioso fardo. Me darás la mano e iremos…
ELECTRA.— ¿A dónde?
ORESTES.— No sé; hacia nosotros mismos. Del otro lado de los ríos y de las montañas hay un Orestes y una Electra que nos aguardan. Habrá que buscarlos pacientemente.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 84
 
 
Adiós, mis hombres, intentad vivir; todo es nuevo aquí, todo está por empezar.
 
Jean-Paul Sartre
Las moscas, página 88

















Juan Santander Leal

EMBLEMAS

Una gran mano separada de su brazo viaja por calles y huertos. Mientras las piedras están quietas junto a la maleza del mañana, un zángano las aprecia como arte y el olivar asustado se aleja de la playa de los retóricos. Una encrucijada para todos o diez mil encrucijadas para uno, es lo mismo.

En el marasmo de la cabeza se anuncia: no más soluciones enhebradas con obsesión, no más esperanza exprimida del ocaso. ¿Cómo insistir cuando no hay fuerza suficiente para retroceder? He visto al uno convertirse en dos, en tres, he visto al uno convertirse en treinta. Biblioteca de proyectos desechados: escucha lo que tengo que decir.

 Juan Santander Leal

 

 

MISIÓN

Mi cocina es rectangular y a veces no puedo entrar en ella, por un candado que confunde su misión con sumisión. Ensamblo una vida que entrega la saliva suficiente para no dar instrucciones. La región en la que vivo está cruzada por el deseo de salir de casa, y no importa si no hay respuesta a mis mensajes. Recuerdo cuando mi misión era una piedra en el zapato, una colección de rutinas ordenadas de la más insigne a la más insana. Cuando termine mis clases pensaré en cuántas personas han utilizado mi cabeza. La ración de comida que gané mirándome al espejo sobrevive y la caricia que no di me será pedida una tarde similar a las alas de un flamenco. Por todo esto, mi cocina es inconducente y desconozco los propósitos de mi candado.

 Juan Santander Leal 

 

 

MONTAÑA

Viajo con alas prestadas y pienso que el tiempo no confronta las arrugas cuando alguien destruye las murallas. La industria del cine regula la velocidad de mis ojos desde la primera película, el poder será ejercido con más fuerza cuando ya no se impriman calendarios. ¿Qué soy para una montaña cuando es de noche y busco algo de comer en mi equipaje? Como mucho se me permite bostezar, por eso existo en el negocio de la indolencia. Me interesa lo que resucita, lo que no posee subjetividad y resucita, porque no uso la palabra amor con los objetos. Y escucho: «Solo estoy a tu lado si no puedes verme. Te espero en el expresionismo de siempre; no decaigas». La serie de televisión donde tomaban prestada una orquídea me recuerda los hombros del desierto, que son tantos que parecen uno.

 Juan Santander Leal

 

 

 

MÚSICA

Bajo los puentes el río Sábado es un hilo de agua sucia pasando entre los adoquines. El acto de memorizarlo ha sido alterado por la proliferación de imágenes. Un río es posible fuera del tiempo, pero no es posible sin música. Desde los edificios, casi nadie se emociona con la manzana girando en una mano de la estatua. Un cartel publicitario afirma: «Te hemos dicho tantas veces que no busques». La ciudad está repleta de mensajes, por tanto, es difícil ingresar al habla una frase tan simple como «no quieras». No quieras esto, no quieras lo otro. Al construir o destruir una ciudad es inevitable que se produzcan imágenes. Sin embargo, el río solo necesita música para invadir la indiferencia.

 Juan Santander Leal

 

 

PUERTAS

El orgullo crece alrededor de la autoestima y tropieza cuando llega al río Sábado. Busco armonías en esa cinta y un testimonio que se expanda diariamente. Los ciclistas no olvidan cómo caminar pero los choferes olvidaron cómo andar en bicicleta. Mientras llueve las babosas reptan dibujando piernas. Los vestidos florales me recuerdan que la moda tiene pena de sí misma, sobre todo si atraviesa la colina cuyo pasto nace ahora. Contrario a lo que pienso borracho en el verano, siempre aparecen nuevas historietas; por ejemplo: La sonrisa del personaje que enmudeció a los árboles. Cuántas puertas fueron botadas a la basura para que hoy los eclipses parezcan divertidos, y cuántas teorías sobre la contracción del tiempo quedaron obsoletas. Las pantallas explican y las plantas investigan; solo hay que mantenerse quieto, preparado para pasar días sin expresarse.
 
Juan Santander Leal
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Manuela Gómez

 Juegos

Sobre la cama está todo listo:
De un lado los héroes
al frente los villanos,
el niño levanta el que más le gusta
una pantera con cuerpo de hombre
y hace que hable
que prevenga a los otros
de una posible batalla,
después tose
-el niño tiene gripa-
antes que la realidad
interrumpa demasiado
dice
“en el juego mi tos no existe”.

La mamá admira con qué facilidad
el niño desaparece lo que no conviene.
Y a ella,
cuánto le cuesta ocultar
-a veces-
el miedo
el vacío
la falta de esperanza.
 
 Manuela Gómez
 
 
 
La vida como era

Amanecía muy pronto
y las olas de la noche
dejaban peces globos
regados en la arena.

Yo sé que el agua
se secaba con el viento,
que la sal nos ponía
la piel tostada.

Y que la noche
una y redonda con el mar,
nos enseñó el verdadero
tamaño de los hombres.

Bajo ese cielo los miedos
se contaban rápido,
eran lindos como medusas
cerca de la orilla,
mamá dormía bien
entre las palmas
y todavía no empezaba
a olvidar.

Quiero quedarme ahí
aunque esté lejos,
así conozca
esa ternura
que no extraña
la vida como era.
 
Manuela Gómez
 
 
 
 
 
 Por si acaso

Esperar que con el agua y el calor las zanahorias pierdan su dureza.
Huir de las hormigas que entretejen las paredes,
los bordes ocultos de la mesa,
las palabras negras de los libros de turno.
Abrir la ventana solo un poco y sin hacer ruido.
Recoger los libros del piso y amontonarlos en bloques pequeños.
Preparar las clases de literatura.
Regar las plantas cuando sea de noche.
Dejar una luz del corredor encendida, por si acaso.
Permitir que las cobijas se suspendan un segundo en el aire antes de tocarme.
Inventar el canto de los grillos o escuchar
cómo van las llantas de los carros en la oscuridad,
la quebrada que a veces ruge y a veces canta,
las voces de los otros
que viven
arriba y abajo.
Hago todo eso
para no pensar en la muerte.
 
 Manuela Gómez
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Sofía Gómez Pisa

 1.

de a ratos la vida
se vuelve solo
un copy paste

para buscar profundidad
navego sobre ventanitas
rastreando algún recuerdo

algo que confirme
que estuvimos a pocos bytes
de distancia

que este hueco en mi cama
no está hecho solamente
de soledad

Sofía Gómez Pisa
 

2.

lo bueno de gmail
es que se pueden programar
los mensajes enviados

la misma programación
que crea un post en facebook

lo malo de los amores
es que no se programan
casi nunca

Sofía Gómez Pisa


3.

al final
el chico punk
se fue como había llegado
sin reglas
y sin decirme demasiado
sobre su vida

ahora es una estrella
y no quiero que este poema
parezca una vieja canción de Avril Lavigne

nunca le enseñé
la suavidad del ballet
y él nunca tomó mi mano
por demasiado tiempo

algunos hombres talentosos
es mejor dejarlos
que brillen en la ausencia
me queda la remera de dos minutos,
el pin y el vacío

una honda angustia en el pecho
que apenas se va
cuando tantas canciones viejas
me persiguen
hablando de él

yo quería la mejor despedida
él quería ser parte de un libro mío

quizás en algo nos parecemos
ambos actuamos por objetivos egoístas

esta vez fui yo la que di el paso
le abrí las puertas del show
y me fui detrás del brillo
a bailar

Sofía Gómez Pisa
 

4.

me gusta cuando
lo roto,
se renueva, se pega
se cose

no existe sabiduría
que no encarne
algún grado de imperfección

Sofía Gómez Pisa
 
 
 

5.

hace poco
lo encontré
en el colectivo

recordé que fuimos
Woody Allen y Annie Hall

luego de cuatro cigarrillos
y una canción de Duran Duran
por fin pude ver la escena
con diafanidad

dos extraños suben a un mismo colectivo
hablan por 15 cuadras
que duran casi lo mismo
que la relación

se despiden con un “chau”
y no se ven nunca más

desde afuera nadie pensaría
que hubo fuego, ruinas y una guerra
entre los dos

al bajar
mientras caminaba de regreso
vi a una adolescente con una campera de jean

llevaba inscriptas unas letras
decía: “los errores crean las mejores historias”
ojalá algún día pueda escribir la nuestra sin rencor

Sofía Gómez Pisa
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Arantxa Rufo

"Creer que lo sabes todo. No lo sabes todo. No sabes nada. Ni siquiera cuando lleves treinta libros a tus espaldas lo sabrás todo. Esta profesión es un aprendizaje constante y debes dejarte aconsejar por los que saben más que tú."
 
 Arantxa Rufo
 
 
"Hay autores que tienen la suerte de estar en el lugar adecuado en el momento perfecto y logran abrirse paso de una forma más o menos sencilla, aun cuando nunca es sencillo. Para la mayoría es cuestión de empeñarse, ir pasito a pasito, no dejar de aprender e insistir, y saber que lo haces porque es lo que quieres hacer, aunque nunca llegues a donde querías."
 
 Arantxa Rufo
 
 
 
 
"La literatura me ha acompañado desde que era muy pequeñita. De niña me pasaba el día pegada a los libros y ya nunca me he separado de ellos. Leía tanto que, como suelo decir, el paso a escribir mis propias historias fue algo natural, casi sin darme cuenta."
 
 Arantxa Rufo
 
 
 
"Los diálogos no son sencillos, porque tendemos a querer meter más información de la que deberíamos, por miedo a que al lector no le quede claro algún detalle. Pero el lector no es tonto, y sabe cómo hablamos. Intento trabajarlos mucho para que suenen naturales. Los leo en voz alta y los repaso varias veces, por si sobra algo o resulta artificial."
 
 Arantxa Rufo
 
 
 
 
 "Me gusta la idea de la literatura como un viaje, en todos los sentidos."

 Arantxa Rufo
 
 
 
"Siempre me han parecido más interesantes los personajes oscuros.”

Arantxa Rufo
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Johanna Barraza Tafur

Desde aquel día
la muerte se pasea por el barrio,
junto a la puerta de mi casa.
Tiene veinte años,
nombre y apellido,
siempre usa una gorra
que no permite ver
sus ojos cafés,
esos que me gustaron
cuando era chica.
Ahora me obligan a jugar
a que no les conozco.
 
 Johanna Barraza Tafur
 
 
 
 
En el barrio suenan disparos,
me apresuro a cerrar la puerta
pero un conocido la empuja
para resguardarse y lo dejo entrar.
Les disparan
a los que juegan cartas
en la esquina, dice.
Corro hacia el lugar
pero un vecino me detiene,
me abraza contra una reja,
pide que no me mueva
e intenta que no mire al sicario.
Decido mirarlo
mientras me apunta con el arma,
mi miedo no representa un peligro.
Las sillas y las mesas están agujereadas,
yo busco una billetera,
una camisa o una chancleta,
algo a lo que aferrarme.
Junto al árbol de níspero
veo el cuerpo de mi padre,
lo volteo para acunarlo
en mis brazos,
abre sus ojos
y su mirada penetra en mí
como bálsamo sobre una herida.
 
 Johanna Barraza Tafur
 
 
 
Que un canario
resulte bueno para competir
es cuestión de instinto o suerte,
papá los elegía a ojo.
Un día me llevó a una pajarera,
había más de cincuenta en una jaula.
Los observó durante media hora
y cuando se decidió por uno
lo mojó con una jeringa,
el canario no se movió
como si supiera lo que pasaba.
La dueña lo sacó de la jaula
y lo metió en una bolsa de papel
llena de agujeros
para que respirara.
Nos despedimos
con esta frase de papá:
Espero que no salga flojo y con mañas.
 
Johanna Barraza Tafur
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Ezequiel Naya

d

Es hora de olvidar los bosques
y abrazar las fábricas.
Alerta: nadie es feliz
por demasiado tiempo
en una casa frente al mar.
Abrite paso
entre las paredes marcadas y
mirá hacia arriba para hablar
con el dios rediseñado
por los satélites
que sus hijos
mandamos al cielo.

Ezequiel Naya





H

Cuando todo me aburre,
pienso a cuánta distancia estoy
de la jaula abierta
de un perro
que muere. Perdón,
que muerde.

Ezequiel Naya



R

La esperanza de vida
en estos años bajó,
el precio de los alquileres
no
¿A qué suena ese animal
infestado de polvo
que dejan los autos y camiones
al pasar?
El jugador pronto será un perdedor.
Se pondrá el pijama y las pantuflas,
fumará un cigarrillo
en el balcón
para ver la luna antes
de quedarse enroscado
en su propio cuerpo.
Me dicen acá que las personas
y algunos animales
pueden tener el mismo sueño.

Ezequiel Naya




V

De miedos raros y espejo sucio
me fui mezclando hasta encontrar
la posición original.
Me dejé estar así durante horas.
Si no hubiera sido por el hambre,
no estaría acá.
quise soñar cosas,
pero se me vinieron a la mente
las manos
de personas que conocía y
tuve que saludarlos a todos.
Esa noche no dormí.

Ezequiel Naya










Issa Aguilar Jara

La pista 

¡Que viva la poeta de la familia!

Familia color beige foráneo – Navidad

nunca aprendí a bailar
lo que no quiere decir
que hubo dos pies izquierdos
destinados al fracaso,
fue más bien el deseo
de imaginar la pista
como un valle plateado
con grillos que se quiebran al ritmo del pop
mariquitas que se despegan del punto cruz
delfines cuya fortaleza es el bellydance,
cabras
elefantes
murciélagos,
ser un centinela
que desde la esquina
mira de lejos a sus vacas sagradas,
las veo desentenderse del poema
como esperando que me exima de él
aunque en la pausa de la cena brindan:
«¡por la poeta!»

oír la pista de una familia que no me conoce, pero me acepta,
abrazar mi sangre desde esta muestra tan clara de amor.

Issa Aguilar Jara



Pan

Y mi dolor se vuelve pan.

Hugo Idrovo

Son días inspiradores:
mi padre nos ha olvidado otra vez.

Yo sostengo la mano de mi madre
le devuelvo el amor
de cuando templaba mis ojos
con una cola de caballo y un elástico que me apretaba las entrañas.

A mí también me han abandonado, le confieso
sin que los labios se abran.
Nuestras mejillas se rozan
y las lágrimas se encuentran
como la vez que fuimos una en el vientre.

Puerperio, abrigo, nacimiento.

Ella sonríe
abraza mis pulgares con sus manos pequeñas
me alejo.

Le digo que el desayuno espera
que venga pronto
porque el pan sigue caliente.

Issa Aguilar Jara




Sogni

Buenos días, reinita.

Vecino color amarillo bilis – Garaje de un edificio

mata a tus vecinos
mátalos por ese vómito
que ha explotado en tus oídos
con su música insufrible,
mátalos
porque todo arte abstracto
debe convertirse en sesos
y con su sangre podrías
ser la diosa del arte abstracto.

mátalos.
abre luego una lata de sardinas
usa un cuchillo y piensa
que son ellos los cadáveres de cartílago enclenque
flotando en el espeso mar de tomate.

mata a tus vecinos
porque no dejaron espacio en la canastilla
y tu basura ha sido triturada por perros deformes,
tu toallita sanitaria es ahora el hazmerreír
de los otros vecinos que se escandalizan con tu sangre,
pero no
con el pañal de uno de sus engendros
que ha quedado inmortalizado en la vereda.

mata a los vecinos que gimen
más fuerte que tu garganta,
a los que tienen hambre
y duermen temprano
para no sentir hambre.
a los que no te piden azúcar
porque tu cara de balazo
los desborda… los ahuyenta…

mata a tus vecinos antes de que
llegue Navidad y los perdones,
mátalos porque de no hacerlo
tendrán hijos que serán vecinos de tus hijos
se casarán con ellos y tus nietos
heredarán la pestilencia de los muertos.

mata, mata, mata a tus vecinos
porque si no los matas
ellos acabarán contigo primero.

bajo al primer piso. soy sigilo. mis pies son agujas conectadas al umbilical perdido, criminal. puedo escuchar mi taquicardia.

Issa Aguilar Jara





Te debía una, Houellebecq

Es buen escritor, lástima lo bestia.

Lector color helado de chicle – Diálogo políticamente correcto

descubrir que el amor
nace de nuestras contradicciones
o de la obsesión por la luz
que no alcanza a penetrarnos.

un golpe de serotonina y tú:
un croissant rancio que se suicida en libros porno.

yo:
una cabrita coja que habla de ella en diminutivo
para no encontrar la quinta pata del gato
y encerrarlo,
tampoco abrir la caja de Schrödinger
porque no me gustan los gatos
pero dicen que se debe hablar de ellos
que eso hacen los artistas reales.

usaría las yemas de mis pulgares e índices para ahorcar al europeo más feo del mundo. él me abrazaría para calmar mi tembladera, bajaría los dedos que me apuntan, me revolcaría en el lodo con un preciosísimo vestido de ego, reconocería mis sombras a través de su sombra, sumaría las monedas para llevármelo a casa.

descubrir cómo los libros nos amamantan, vernos humanos mientras lactamos.

Issa Aguilar Jara




Y solo queda rendirse

Poesía
Puerto
Pacto

Quiero
robar
sorbos
tuyos

untados en tus
vísceras mojadas en un cabito de
whisky y películas
XXX que nos dejen
yacer en la
zozobra del amor.

Issa Aguilar Jara












Ermal Cleon Fraze

"No he sido el primero en imaginar una lata fácil de abrir, pero que sí he sido el primero que ha desarrollado una manera de fijar la pestaña a la parte superior de la lata."

Ermal Cleon Fraze o Ermal C. Fraze

Nuria Ortega Riba

A CIERTA HORA

Eran unas calles naranjas.
Naranja de cáscara de naranja.
Naranja de brasa en los tejados.

A cierta hora,
el sol da de refilón en la torre de la iglesia.
A la misma cierta hora,
las voces se apagan, sobreviene la calma,
el silencio enfila plazuelas sin sombra.

Nosotros, los niños,
en el quiosco compramos unas pipas.
Sonreímos. Sentados en el respaldo de los bancos
nos preguntamos:
¿Seremos los mismos dentro de diez años?
¿Recordaremos todo esto?
¿Nos enamoraremos?

Eran unas calles naranjas
de preguntas sin respuesta.

Nuria Ortega Riba





EL AFILADOR

—¿Cuáles son tus sonidos favoritos?

—No sabría decirte.

—¿Cuáles te recuerdan a tu infancia, a tu hogar?

—Pues…

las llaves de mi madre al llegar a casa por la noche,
la risa de mi abuela, el silbido de mi abuelo,
las piedras del chalet cuando jugaba a los piratas,
las olas rompiendo, pero solo en mi mar,
el inicio de alguna canción de La Oreja de Van Gogh,
la música de ambiente del centro comercial,
el cucú de las mañanas de julio y agosto,
las cigarras, la lluvia,
las voces de los niños,
los columpios oxidados
y el afilador.

—¿Entonces?

—No sabría decirte.

Nuria Ortega Riba




EL ESPEJO

Cada palabra es un modo, más o menos honesto, de autorretratarse.

Marta Sanz

Aprendo a mirarme
como una gacela aprende a caminar.
Dejo que me engulla el malestar,
lo moldeo
a mi manera,
construyo un castillo,
una catedral,
una ciudad subterránea que espero emerja
humanamente desde el fondo.

Toco mi piel en el espejo,
dibujo mis líneas y creo
que soy papel,
que puedo dibujarme
como dibujo a otras,
con los mismos ojos cargados de cariño,
si solo busco,
si solo trato de querer esta hierba
que me crece por el cuerpo,
si solo logro comprender
que en el negro de mis ojos también está la luz.

Hoy,
cada noche
y lo que queda,
aprendo a mirarme.

Ojalá un día sea capaz de ver en mi boca
un pájaro que emprende el vuelo por primera vez.

Nuria Ortega Riba




LOAIARA

Igual que en gallego existe una palabra
para llamar al primer rayo que asoma tras la lluvia,
igual que en japonés existe otra
para hablar del sol que se cuela entre las hojas,
igual, en definitiva,
que alguien que señala algo de su mundo,
yo tuve que saber ponerle nombre
al amor por esta luz después del abandono.

Nuria Ortega Riba




MIRO UNA BOLA DE CRISTAL EN UN BAZAR

Pequeña bola de cristal en un estante,
diminuto ecosistema contenido.
Un abeto, una cabaña, un tronco cortado en el suelo,
rodeados por una cúpula transparente.
Si la pones bocabajo, eres dios o el demiurgo:
cae la nieve porque así tú lo has querido.

Miro la bola de cristal en el estante.
Me resulta muy gracioso.

Tener un pequeño mundo en la palma de tu mano
solo cuesta uno con setenta.

Nuria Ortega Riba