Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián La Supraconciencia



He comprobado que es posible llegar a contactar con la Supraconciencia y poder así controlar el ego, nuestra falsa identidad, que me gusta denominar el «no yo», inhibiendo sus cuatro potentes armas: la ignorancia, la afección por lo material, el egoísmo y el miedo. Todo miedo es, en el fondo, miedo a la muerte.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 5
 
 
Soy consciente de que ayudar a despertar conciencias es muy importante. El mínimo número requerido para «poner en marcha» un cambio en la conciencia general es la raíz cuadrada del 1 % de la población. Por tanto, hay que conseguir una masa crítica de personas conscientes de su realidad existencial para poder cambiar la dinámica actual de nuestra civilización, dominada por la egomanía imperante, que nos lleva a una profunda afectación y alteración de la atmósfera, hidrosfera, geosfera y biosfera, poniendo en peligro nuestra civilización y nuestro planeta.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 56
 
 
El médico tiene que curar y, si no es posible, paliar, pero siempre debe consolar al enfermo y sus familiares.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 11
 
 
Aunque nunca he tenido una ECM personalmente, mi investigación me llevó a la firme convicción de que la conciencia trasciende la materia y puede ser demostrada objetivamente a través de métodos científicos. A través de prácticas como la meditación y la exploración de la conciencia no local, llegué a experimentar esta realidad de manera profunda.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 14
 
 
La Supraconciencia es la idea de que la conciencia no es simplemente el resultado de la actividad neuronal en el cerebro, sino que existe en un nivel más profundo y fundamental de la realidad. Según esta idea, la conciencia es una propiedad fundamental del universo, presente en todas las cosas vivas y no vivas. Como fuente de la conciencia individual, la Supraconciencia nos conecta con el mundo que nos rodea. Aunque pueda parecer un concepto difícil de definir, ya que va más allá de nuestra comprensión convencional de la realidad, pensemos en la Supraconciencia como una especie de campo de energía que permea todo el universo. Esta energía es la fuente de la conciencia individual y es lo que nos permite experimentar todo lo que hay en nosotros y, sobre todo, a nuestro alrededor.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 20
 
 
 
… la idea de que la Supraconciencia existe no solo en la vida, sino también después de la muerte y antes del nacimiento. Esta concepción sugiere que la conciencia es eterna, algo que trasciende la vida individual y está presente en todo el universo. El mensaje es muy claro y, sin duda, no puede ser más alentador: la muerte no es el final de la conciencia, sino simplemente un cambio en su forma de manifestarse.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 20
 
 
La Supraconciencia sugiere que la mente y el cuerpo son parte de un sistema más amplio que incluye todo el universo y que la conciencia es la fuerza que los une.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 21
 
 
La Supraconciencia va más allá de la conciencia ordinaria o normal: es un estado en el que percibes tu conexión con todo el universo y experimentas una sensación de unidad y totalidad. No se puede abarcar tan solo a través del pensamiento o la reflexión, no es algo que se logre entender por completo a través de la lógica o la razón. En cambio, se experimenta directamente a través de un profundo sentido de conexión e interrelación con todo lo que existe. Aunque muchos aseguran que la Supraconciencia está reservada para unos pocos elegidos o para aquellos que han dedicado su vida a la meditación y la práctica espiritual, no es así. La Supraconciencia no se puede alcanzar o lograr en un sentido convencional, no es una mercancía que se pueda obtener o poseer. Se revela a sí misma cuando nos abrimos a ella y nos permitimos experimentarla y vivenciarla. La Supraconciencia está disponible para todos nosotros, basta con que estemos dispuestos a explorarla y reconocerla. Las palabras no alcanzan a describir adecuadamente qué es la Supraconciencia, porque va más allá de ellas y todas las descripciones son insuficientes e incompletas. Sin embargo, a menudo aquellas personas que han experimentado la Supraconciencia hablan de ella en términos de una profunda sensación de paz, armonía, quietud, amor y alegría.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 21
 
 
La muerte no es enemiga de la vida, sino que forma parte de ella. Al nacer, empezamos a morir. Hemos de interpretar la vida como una preparación a la muerte. La muerte nos permite volver a nuestro origen.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 36
 
 
Podemos comparar la muerte clínica con un ordenador que se ha apagado. Al igual que un ordenador sin energía no puede realizar ninguna función, un cuerpo humano en estado de muerte clínica no muestra signos vitales. Sin embargo, al igual que un ordenador puede ser reiniciado, algunos pacientes pueden ser traídos nuevamente a la vida a través de la reanimación cardiorrespiratoria. Esta técnica es similar a pulsar el botón de encendido de un ordenador para reiniciarlo: si se hace rápidamente, puede devolver el sistema a la vida. A consecuencia del progreso científico actual, si se aplican medidas de reanimación cardiorrespiratoria en el primer minuto después del paro cardiaco, hasta un 33 % de los pacientes pueden ser recuperados. Sin embargo, este porcentaje disminuye a aproximadamente el 14 % después del primer minuto. Estas cifras subrayan la importancia de actuar rápidamente en situaciones de emergencia médica. Cada segundo cuenta cuando se trata de salvar una vida.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 41
 
 
He llegado a la conclusión de que debemos acudir a la física cuántica si queremos encontrar explicaciones a los fenómenos de las ECM.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 43
 
 
Los principales patrones que se repiten en las ECM, tal como los pacientes las describen, son los siguientes:
 
1. Percepción de una experiencia hiperreal. A menudo, los individuos describen la ECM como más «real» que la realidad cotidiana.
 
2. Experiencia fuera del cuerpo. Los individuos sienten que han salido de su cuerpo físico y pueden observar su propio cuerpo y los acontecimientos que ocurren a su alrededor desde una perspectiva externa.
 
3. Percepciones extraordinarias. Algunas personas informan de percepciones inusuales, como escuchar los pensamientos de otros. Hay casos clínicos en los que el paciente llega a explicar hechos que están sucediendo en ese momento en otros lugares o que van a suceder.
 
4. Movimiento a través de un túnel o vacío. Tras una ECM, quienes la han experimentado a veces describen un viaje a través de un túnel oscuro hacia una luz brillante.
 
5. Entrada a otra dimensión. Los individuos pueden sentir que han entrado en una dimensión diferente, a menudo descrita como un lugar de gran belleza y paz.
 
6. Encuentro con otras personas. Algunos pacientes informan de encuentros con otros seres, que pueden incluir personas queridas ya fallecidas, u otras a las que en ocasiones se refieren como «guías
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 45
 
 
La descripción de las ECM por los pacientes tiene estas características: La comunicación con otros seres solo es posible mediante el pensamiento. Únicamente experimentan el momento presente. No existe pasado ni futuro. Pueden desplazarse sin las constricciones del espacio y el tiempo con solo pensarlo. Hay otros muchos fenómenos trascendentes que también desafían nuestra comprensión actual. Estos incluyen la telepatía, la clarividencia, la precognición (capacidad de ver o percibir acontecimientos futuros), las vivencias místicas, la psicoquinesis (capacidad de influir en objetos, incluso desplazándolos, a través de la concentración mental), la reencarnación y las vivencias de los moribundos. Aunque son menos comunes que las ECM, estos fenómenos también plantean preguntas intrigantes, y existen casos clínicos documentados.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 48
 
 
Causas de las ECM según el método científico
 
Se han propuesto una serie de hipótesis para explicar las ECM, contempladas como alucinaciones, fundamentadas en el método científico:
El responsable es el tronco cerebral, que genera las ECM
con la finalidad de evitar el dolor terminal, como una estrategia de muerte fingida que utilizan los animales inferiores. Rebatir esta hipótesis es fácil ante las vivencias tan «sofisticadas» que se dan en estas experiencias, ocurridas cuando el neocórtex no es funcional.
Se trata de una visión psicodélica generada por algún fármaco administrado. Tampoco es aceptable, puesto que los fármacos interactúan con receptores del neocórtex, que no está funcionando, y en muchos casos no hay antecedentes farmacológicos.
Son una intrusión en la fase rem del sueño, la más profunda y en la que el tronco cerebral bloquea las neuronas motrices. No resulta convincente, porque los neurotransmisores como la serotonina —que regula el apetito, las emociones y el estado de ánimo— interactúan con receptores del neocórtex, que no está activo. Podríamos imaginar los neurotransmisores como «mensajeros» químicos que envían señales para que las neuronas generen o no un impulso eléctrico.
Se ha responsabilizado a la DMT (N,N-dimetiltriptamina), un compuesto químico segregado por la glándula pineal en las situaciones de estrés cerebral. La DMT, similar a la serotonina (5-hidroxitriptamina), puede provocar alucinaciones sumamente intensas. Tampoco es aceptable, pues los alucinógenos afectan al neocórtex y este no se halla operativo durante la ECM.
Otra hipótesis es el «fenómeno de reinicio», que propone que estas vivencias ya están previamente en las regiones profundas del sistema límbico, a nivel de la amígdala lateral, y se activan cuando el neocórtex se desconecta, como el reinicio de un ordenador.
Las provoca la acción del neurotransmisor glutamato, que tiene un efecto similar a la ketamina, un anestésico alucinatorio, pero las alucinaciones que provoca son desagradables y caóticas.
Son fruto de la preservación de alguna parte del neocórtex que sí funciona, pero la mala perfusión —el escaso o nulo aporte de sangre y oxígeno— es generalizada en todo el cerebro.
Se han atribuido a brotes psicóticos, especialmente esquizofrénicos, o a drogadicción. Sin embargo, no existen antecedentes.
Los psicólogos atribuyen las ECM a un mecanismo de defensa sofisticado ante la situación catastrófica que supone la muerte clínica.
También se ha atribuido a las endorfinas y encefalinas, unos neurotransmisores opioides que se liberan durante el estrés experimentado en momentos próximos a la muerte, provocando una sensación de tranquilidad y felicidad.
Se ha considerado que la anoxia cerebral provocaría una desinhibición neuronal, de manera que se altera el equilibrio neurológico y las neuronas «enloquecen» y generan una actividad frenética similar a la que produce las convulsiones.
Una reducción del GABA (ácido gamma-aminobutírico), un neurotransmisor que tiene un efecto inhibidor sobre las neuronas. Al disminuir, se produciría una gran excitabilidad neuronal
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 52
 
 
Las ECM son diferentes
 
Si comparamos las alucinaciones con las manifestaciones de las ECM que muestran los enfermos diagnosticados de muerte clínica, se observa que estas últimas presentan unas claras diferencias clínicas:
 
1. Las ECM tienen una estructuración lógica, mientras que las alucinaciones son absurdas y carecen de sentido. Además, poseen unos ítems que se repiten en numerosos casos, en los que las diferencias son más de matiz que conceptuales. En cambio, las alucinaciones son totalmente distintas entre unos pacientes y otros, de modo que no tienen nada en común.
 
2. Los pacientes recuerdan hasta el último detalle de su ECM, incluso después de años. Las alucinaciones, sin embargo, son rápidamente olvidadas por las personas que las han sufrido e incluso sienten vergüenza de contarlas.
 
3. Las ECM tienen un impacto psicológico muy profundo en los pacientes, especialmente en su concepción existencial, determinando un cambio en su dinámica vital, en su postura ante la vida, un efecto «transformador» que no se produce en las alucinaciones.
 
Resulta evidente que existe una gran diferencia clínica entre las alucinaciones y las ECM, un aspecto sobre el que se ha llegado a un claro acuerdo en la comunidad científica.
 
El método científico tampoco explica que una serie de reacciones bioquímicas entre moléculas —que son partículas, es decir, materia—en las neuronas condicionen una respuesta anímica, un pensamiento o la conciencia, elementos sin una base material.
 
Las ECM presentan fenómenos que no tienen ninguna explicación científica, como la posibilidad de atravesar estructuras sólidas con toda facilidad. Otro fenómeno sorprendente es la capacidad de describir, con toda clase de detalles, situaciones que se están produciendo en ese mismo momento a distancia, incluso en las antípodas. Hay una transferencia de información independiente del espacio y del tiempo solo justificable —al menos con nuestro conocimiento actual— si se produce, de alguna manera, un acto presencial.
 
Se ha practicado una resonancia magnética funcional (RMF) cerebral a pacientes mientras comentaban con toda clase de detalles su ECM. El uso de esta herramienta avanzada, que mide los minúsculos cambios en el flujo sanguíneo del cerebro, así como los cambios en el metabolismo y la actividad neuronal, ha permitido observar estos resultados:
 
Se activa el área prefrontal, la zona donde se localizan las funciones más elevadas del ser humano, como son la actividad intelectiva y racional y el libre albedrío. Es una prueba evidente de que las ECM tienen una estructuración lógica.
 
Al describir situaciones que condicionaron una gran carga afectiva, se refleja en la activación de los lóbulos temporales.
 
Cuando comentan imágenes que vieron y motivaron su interés, se activa la zona occipital. La visualización de objetos que motivan nuestro interés favorece el recuerdo de estos por la intervención de las neuronas espejo. La activación, al describirlos el paciente durante la resonancia magnética funcional, indica que se produce una interferencia con la memoria en las neuronas espejo. El paciente realmente vio el objeto en cuestión, es decir, no miente
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 55
 
 
El método científico no nos proporciona una justificación de la etiopatogenia y fisiopatología de las ECM. Todos los intentos son hipótesis que no se han podido demostrar. Es evidente que detrás de nuestra conciencia local o neuronal existe algún fenómeno que desconocemos y que escapa al control científico.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 57
 
 
En una reunión en la que coincidieron Albert Einstein y Charles Chaplin, el científico le dijo al famoso actor, una de las mayores estrellas del cine mudo: «Usted es extraordinario». Cuando este le preguntó por qué, Einstein respondió: «Porque usted pasa una hora haciendo cosas sin decir una palabra y todo el mundo lo entiende», refiriéndose a las películas sin sonido de la época. Chaplin rio y replicó: «Es cierto. Pero usted es aún más extraordinario que yo». Cuando Einstein quiso saber la razón, el intérprete contestó: «Porque usted pasa una hora hablando de física cuántica y nadie entiende nada».
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 58
 
 
Si aplicamos con una visión antropológica los principios cuánticos básicos al ser humano, igual que se hizo anteriormente con los principios del método científico, la colaboración de los físicos teóricos lleva a tres grandes conclusiones:
 
1. Cuerpo. Es energía de baja frecuencia tridimensional. Todo objeto material está formado por átomos y, en realidad, está vacío. Si imaginamos un átomo de nuestro cuerpo cuyo núcleo tuviera el tamaño de una pelota de golf y lo situáramos en el centro de un campo de fútbol, los electrones estarían girando en la última fila de la grada y aún más lejos. Existen enormes espacios entre las partículas subatómicas que permiten, con toda facilidad, el paso de ondas electromagnéticas sutiles entre ellas. Esto se denomina «efecto túnel». Un físico teórico comentó que el efecto túnel justificaba el comentario de los pacientes sobre la facilidad que tenían durante la ECM para atravesar estructuras sólidas. Ya he contado unas páginas atrás que una paciente me comentó que, al intentar tocarme, pasó fácilmente a través de mi cuerpo. El efecto túnel es otra prueba más con base científica que justifica las vivencias de los pacientes durante la ECM.
 
2. Mente con todos sus actos anímicos. La justificación cuántica es muy evidente. Emociones, sentimientos, pensamientos, recuerdos, memoria y conciencia local son energía de alta frecuencia electromagnética. Por la superposición de estados, la energía puede presentarse como materia o como onda.
 
3. Supraconciencia. Hemos de aceptar, ante la evidencia, la existencia de la Supraconciencia, una energía sutil de alta frecuencia que persiste a pesar de la muerte clínica y tiene continuidad fuera del cerebro. Esta energía sutil, una conciencia no local, justifica las vivencias que nos cuentan los pacientes tras la ECM
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 64
 
 
Nuestro cuerpo físico es una manifestación de energía de baja frecuencia. Tras la muerte física, este cuerpo deja de hallarse en la forma que conocemos, pero esto no significa el fin de nuestra existencia real. Nuestra realidad existencial, que es la conciencia no local, perdura más allá de la muerte física. Esta conciencia no local, nuestra verdadera esencia, no está limitada por las restricciones del tiempo y el espacio que conocemos en nuestra realidad física, sino que esta forma de existencia trasciende las limitaciones de nuestro cuerpo físico. Después de la muerte corporal, nuestra conciencia no local continúa su viaje más allá del plano físico. Aunque nuestro cuerpo físico haya dejado de funcionar, la energía que lo compone no desaparece. Según el principio de conservación de la energía, esta se transforma y sigue existiendo en otras formas. Por tanto, insisto: aunque la muerte signifique el fin de nuestro cuerpo físico tal y como lo conocemos, no es el fin de nuestra existencia.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 65
 
 
Cómo se mantiene el orden en nuestra vida
 
Durante nuestra existencia física, hay leyes que rigen el orden en nuestro organismo y la perfecta biología de nuestro cuerpo. ¿Quién mantiene estas leyes que permiten que nuestro organismo evolucione de manera ordenada durante toda nuestra vida? La respuesta es nuestra auténtica esencia, la presencia de la energía primordial en cada uno de nosotros, nuestra energía vital: la conciencia no local. La conciencia no local actúa sobre la conciencia local, influyendo en la forma en que percibimos y experimentamos el mundo. Aunque estamos arraigados en nuestros cuerpos físicos, nuestra conciencia no local nos permite trascender estas limitaciones físicas y conectarnos con un campo de conciencia más amplio. Esta interacción entre la conciencia no local y la local puede ser vista como una danza dinámica. La primera, con su perspectiva más amplia y su conexión con el todo, guía a la segunda, ayudándola a navegar por el mundo físico. Al mismo tiempo, nuestras experiencias locales informan a nuestra conciencia no local, permitiéndonos crecer y evolucionar como seres conscientes. Los microtúbulos y la transferencia de información Penrose y Hameroff, mientras investigaban acerca de los efectos de la anestesia, por separado y sin conocimiento del trabajo del otro, llegaron a la misma conclusión en un fenómeno conocido como sincronía. Ambos descubrieron que la relación entre la conciencia no local y la local se produce en unas estructuras llamadas microtúbulos. En la década de 1990, treinta años antes de que Penrose ganara el Premio Nobel de Física por su predicción de los agujeros negros, estos dos investigadores se asociaron para proponer una ambiciosa teoría sobre la conciencia. Según su planteamiento, el sistema neuronal del cerebro forma una intrincada red y la conciencia que produce debería obedecer a las reglas de la mecánica cuántica. Esta teoría sugiere que la conciencia se deriva de las vibraciones cuánticas en los microtúbulos, unas estructuras proteicas que forman parte del citoesqueleto de las células neuronales. Estas estructuras juegan un papel crucial en diversas funciones celulares, como la división celular y el transporte intracelular. En el contexto de la conciencia, se ha propuesto que los microtúbulos podrían actuar como canales para la transferencia de información entre la conciencia no local y la local. Imagina que una célula es una ciudad bulliciosa. Los microtúbulos serían el sistema de metro de esta gran urbe. Al igual que los trenes del metro transportan personas de un lugar a otro, los microtúbulos transportan moléculas y vesículas —microcomponentes que almacenan o digieren productos y residuos celulares— a diferentes partes de la célula. Y al igual que un sistema de metro bien diseñado contribuye a mantener una ciudad organizada y sin problemas, los microtúbulos ayudan a conservar la estructura de la célula y facilitan su funcionamiento eficiente. Además, al igual que los túneles del metro permiten viajar por debajo del bullicio de la superficie, los microtúbulos podrían permitir a nuestra conciencia viajar más allá de las limitaciones físicas de nuestro cuerpo.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 67
 
 
Nuestra auténtica esencia, nuestra conciencia no local, se libera en el momento de la muerte y se traslada a otra dimensión, a otro nivel, a otra situación energética. Esta transición puede ser vista como un viaje hacia una nueva fase de existencia, más allá de las limitaciones físicas de nuestro cuerpo. Aunque este pueda descomponerse y volver al caos, nuestra conciencia no local perdura. Por tanto, podemos concluir que no hay que temer a la muerte.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 70
 
 
Aquellos que viven con conocimiento de su realidad existencial tienden a morir en paz, en armonía y con gozo. No se asustan ante la muerte, ya que comprenden que la realidad es un ciclo de nacimiento, amor y muerte. Estos son los tres principios básicos de nuestra vida.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 72
 
 
La pérdida de valores, la agresividad y la violencia de nuestra sociedad occidental son consecuencia de la gran egomanía imperante.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 77
 
 
Aristóteles, cuyas palabras siguen totalmente vigentes en la actualidad, expresó de manera magistral cómo se estructura el carácter: El pensamiento condiciona la acción. La acción determina el comportamiento. El comportamiento repetido crea hábitos. Los hábitos estructuran el carácter. El carácter marca el destino.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 78
 
 
Para ser libres, debe ser nuestra auténtica identidad —la Supraconciencia— la que tome las decisiones.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 79
 
 
Las ECM establecen un paradigma diferente que cuestiona el materialismo y escepticismo del método científico con un nuevo planteamiento de la continuidad de la vida después de la muerte en otra dimensión.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 81
 
 
Diversos estudios científicos han demostrado que en la fotosíntesis se producen fenómenos cuánticos a temperatura ambiental. La fotosíntesis es un proceso químico que convierte la materia inorgánica en orgánica a partir de la luz solar y dióxido de carbono (CO2) y en el que se libera oxígeno (O2). Este proceso es fundamental para la vida en nuestro planeta. En el medio acuático, lo realizan las algas, las cianobacterias y diversas bacterias (rojas, púrpuras, verdes de azufre, etcétera); en el medio terrestre, los vegetales verdes. Por ejemplo, en la captación de la energía solar por la clorofila, una proteína vegetal, interviene la coherencia cuántica. Los complejos proteínicos actúan como antenas fotosintéticas que captan la energía solar y la transportan hasta los centros de reacción químicos. Gracias a la coherencia cuántica, la energía de la luz elige el camino más rápido y eficiente para llegar hasta ellos, lo que permite que el 95 % de dicha energía se transforme en menos de la milmillonésima parte de un segundo.
 
La ferritina, una proteína presente en casi todos los organismos vivos y que interviene en el transporte y almacenamiento del hierro, también se relaciona con fenómenos cuánticos. En 2021 un grupo de investigadores del Instituto de Tecnología e Ingeniería de Materiales de Ningbo (China) descubrió que la ferritina, muy abundante en diferentes regiones del cerebro humano, es capaz de transportar electrones a una distancia de 80 micrones mediante el efecto túnel.
Este descubrimiento podría aprovecharse para tratar, por ejemplo, la enfermedad de Alzheimer.
En el olfato, en las mutaciones del ADN, a nivel de la sinapsis neuronal, también hay procesos cuánticos. Y se ha comprobado que los movimientos migratorios de las aves también se orientan por fenómenos cuánticos. Un equipo de científicos de la Universidad de Lund, en Suecia, reveló en 2021 que algunos pájaros poseen una brújula cuántica en sus ojos. Este «dispositivo», mucho más preciso que cualquier GPS, funciona gracias a la sensibilidad de una proteína a los procesos físicos del comportamiento de átomos y electrones.
No cabe duda de que la biología cuántica es un campo de investigación novedoso y apasionante, pero se encuentra aún en una fase incipiente, por lo que conviene ser cuidadosos y críticos con las nuevas teorías
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 83
 
 
De acuerdo con las explicaciones de las personas que las han vivido y con mis observaciones, entre los cambios tras una ECM destacan los siguientes: Aumenta el valor de la conciencia y, a la vez, se da un deterioro del amor por el ego. Aumenta el interés en aspectos relacionados con la filosofía, la psicología y la teología. En la relación personal se vuelven más comprensivos y tolerantes y menos críticos. Aumenta la empatía, la capacidad de identificarse con los demás y compartir sus sentimientos. Se observa un profundo cambio en su concepción existencial y en el valor y la finalidad de la vida. Valoran los pequeños detalles y viven intensamente el momento presente. Sienten un gran respeto por la naturaleza. Es muy evidente la pérdida del miedo a la muerte. Son muy conscientes de que es totalmente diferente a lo que se habían imaginado. Tienen una total certeza de la existencia de una vida más allá de la muerte.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 91
 
 
Al preguntarles sobre el ciclo vital, las personas que han experimentado una ECM conciben que nacer es introducirse en un cuerpo —como si fuera un traje— que, con el tiempo, se va deteriorando, hasta que llega el momento de abandonarlo. De hecho, la pérdida del miedo a la muerte se hace más evidente con el paso de los años. Aunque se despierta en ellas la espiritualidad, estas personas suelen perder interés por la filiación religiosa. Están convencidas de haber establecido contacto con la conciencia cuántica universal durante su ECM. La espiritualidad es una necesidad imperiosa de comunicarse con la energía primera, una relación íntima independiente de los dogmas religiosos. Se vuelven más intuitivas. La intuición, como se ha dicho ya, es esa manifestación de la energía sutil y de alta frecuencia que llamamos Supraconciencia. Los que vieron su vida durante la ECM recuerdan con pesar aquellas acciones conscientes negativas que hicieron a personas, a animales o al planeta. Se vuelven empáticos y bondadosos. Pero al retornar a su antiguo rol vital tras su ECM, todos estos cambios existenciales y psicológicos también pueden provocarles dificultades, especialmente a la hora de mantener relaciones personales. Diversos estudios científicos han observado que la ECM cambia la relación de pareja y, en consecuencia, se produce un aumento significativo de los divorcios, cuyo porcentaje llega a alcanzar el 65 % de los casos.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 92
 
 
Podemos alcanzar la Supraconciencia por dos medios:
 
1. De manera inconsciente. Ocurre así en los pacientes que han vivenciado una ECM.
 
2. Mediante la meditación. Esta técnica pretende eliminar de nuestra mente toda la «tormenta» originada desde el exterior, dejándola en blanco para que pueda aflorar la Supraconciencia.
 
El camino es el control de la relajación, la respiración y la concentración, apoyado en la meditación
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 96
 
 
Reencuentro con un amigo
 
A principios de 2022, el doctor José Morales se encontraba convaleciente de una arritmia cardiaca. A la espera de una intervención quirúrgica, controlaba su afección con medicamentos.
 
Un día, tras incorporarse de la siesta, se vistió en la penumbra de la habitación. Lo que sucedió después es algo que no recuerda exactamente: de alguna forma, perdió el conocimiento y se desplomó al suelo.
 
José no tiene la certeza de cuánto tiempo estuvo inconsciente, aunque probablemente fue menos de un minuto, en el que se desencadenó todo lo que se recoge en las siguientes páginas. Tuvo que ser un lapso de tiempo breve, porque, si el paro cardiaco hubiera durado más de un minuto, es posible que le hubieran quedado secuelas neurológicas más o menos evidentes, y no fue el caso. Por su experiencia médica y por lo que vivió, está convencido de que sufrió un paro cardiaco, aunque, al no estar monitorizado mediante un electrocardiograma y haberle sucedido en su casa, a nivel médico fue registrado técnicamente como un síncope con pérdida de consciencia.
 
Obviamente, en nuestra dimensión temporal, menos de un minuto no sería tiempo suficiente para vivir todo lo que José explica. Debe entenderse que el espacio-tiempo en lo que sucede durante las ECM no es el habitual para nosotros, sino que pertenece a otra dimensión. La mecánica cuántica, como hemos visto en este libro, lo explica con hechos objetivables y fundamentados.
 
Tras caer, el siguiente recuerdo del doctor Morales es verse a sí mismo desde una perspectiva extraña. Se encontraba de pie, observando su cuerpo semirreclinado e inerte en un rincón, encajado entre un mueble y la pared. A pesar de la escasa luz que entraba por la persiana bajada, la escena era nítida. Su yo erguido se sentía perfectamente, sin ningún tipo de dolor ni incomodidad.
 
De repente, un remolino azul turquesa lo envolvió todo. Cuando se recuperó, se encontraba en un espacio oscuro y sin límites, con una luz blanca y brillante en el cenit. Un zumbido grave y oscilante llenaba el ambiente, creando una atmósfera extraña pero no desagradable.
 
A gran velocidad, fue transportado hacia la luz. En un tiempo que no le pareció largo, se encontró en un espacio inmenso y luminoso, como si saliera de una oscura cueva a la cima de una cumbre en un día soleado. Su mente estaba completamente clara y sus sentidos se habían agudizado, aunque no los necesitaba en un entorno tan puro y sereno.
 
Una paz inmensa lo invadió, llenándolo de bienestar interno y externo. A su alrededor se extendía un paisaje rural de montaña, bello como una postal alpina en primavera. La temperatura era perfecta; la luz, radiante, y el silencio solo lo rompía una música celestial que le recordaba las composiciones de Vangelis o de la New Age.
 
Ese espacio se fue tornando cada vez más blanco y neutro, hasta convertirse en una inmensidad luminosa que no molestaba la vista.
 
Al sentir una presencia a su espalda, se giró hacia la izquierda y vio a Tomás José, un amigo entrañable que había fallecido en 1983 debido a un tumor cerebral.
 
Tomás José vestía un traje oscuro y formal. Aunque su aspecto era elegante, no tenía la cicatriz y deformidad en el cráneo que le dejó la operación del tumor. Lo más sorprendente era que, a pesar de haber sido invidente desde la intervención, ahora parecía tener vista. Sin embargo, no lo miraba a los ojos ni abría los brazos para recibirlo. Su mirada transmitía tristeza y un mensaje claro: «No vengas, continúa el proceso». No lo dijo. El doctor Morales simplemente lo supo al verlo.
 
Conociendo el gran cariño que su amigo le tenía, el protagonista de este relato comprendió que algo importante estaba sucediendo. A pesar del intenso deseo de abrazarlo, se contuvo, entendiendo que su amigo, desde el amor que le profesaba, le transmitía sin palabras que debía seguir adelante.
 
La empatía elevada a la enésima potencia
 
Al apartar su atención de su amigo, José Morales reparó en la presencia de un ser blanco y luminoso a su derecha. Era hermoso, bondadoso y de gran tamaño, pero no intimidante en absoluto. De él emanaba una inmensa comprensión, empatía y aceptación.
 
En un instante, toda su vida pasó por su mente. No solo los momentos más relevantes, sino también otros aparentemente intrascendentes. No era como ver una sucesión de fotogramas, sino que se asemejaba a contemplar simultáneamente un mosaico de imágenes en una pared, conocidas hasta el más mínimo detalle y ahora apreciables en su conjunto desde una perspectiva distante.
 
Lo que más le impactó fue la capacidad de sentir las sensaciones y emociones de las personas involucradas en cada recuerdo. No solo revivía lo que había hecho, sino que también se hacía consciente del perjuicio que había causado en los demás. Esta experiencia lo dejó perplejo y lleno de remordimientos por el daño que había infligido en el pasado debido a su ignorancia.
 
Sin embargo, el ser luminoso le transmitía bondad y comprensión de forma no verbal. No era un razonamiento, sino un estado de ánimo que le decía: «No te preocupes, fue tu ignorancia, no pasa nada, la vida es así para todos. Cada uno hace lo que puede desde su estado».
 
A continuación, se dio cuenta de que tenía ante sí un umbral indefinido. Se le invitaba a pasar de forma amorosa y desde el bienestar. Se encontraba tan bien que no le hubiese importado traspasarlo, pero un sentimiento de culpa por el dolor que había generado lo invadió. Un grito interno resonó en su ser: «¡No puedo dejarlo así, quiero repararlo, he de volver!». Era como si sintiera la necesidad de limpiar su karma, y para ello necesitaba más tiempo.
 
Entonces comprendió el mensaje de Tomás José: si lo abrazaba, ya no habría retorno, y él no deseaba eso para su amigo. Incluso hoy en día, al recordar este acto de extrema generosidad, las lágrimas brotan de sus ojos.
 
Miró al ser de luz, que comprendió su deseo de volver. Sin palabras, pero con amor, le dijo: «Haz lo que necesites, así también está bien».
 
Una sensación de caída hacia atrás y vértigo lo envolvió, similar a la que se tiene en una montaña rusa. Su siguiente percepción fue la de encontrarse de nuevo en el suelo, dentro de su cuerpo, tal como se había visto al principio de la experiencia extracorpórea. Sentía dolor y falta de fuerzas, y se incorporó con dificultad para volver a tenderse en la cama. En los minutos siguientes, con torpeza y cierta confusión, luchó por ordenar sus ideas y dar sentido a lo que había vivido.
 
Su regreso a la vida ordinaria fue gradual. Tardó varios meses en poder compartir la experiencia con alguien. Una noche de verano, durante una sobremesa con amigos y sin que viniera a cuento, José relató su historia —quizá sin tantos detalles— por primera vez
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 134
 
 
A principios de 2022, el doctor José Morales se encontraba convaleciente de una arritmia cardiaca. A la espera de una intervención quirúrgica, controlaba su afección con medicamentos.
 
Un día, tras incorporarse de la siesta, se vistió en la penumbra de la habitación. Lo que sucedió después es algo que no recuerda exactamente: de alguna forma, perdió el conocimiento y se desplomó al suelo.
 
José no tiene la certeza de cuánto tiempo estuvo inconsciente, aunque probablemente fue menos de un minuto, en el que se desencadenó todo lo que se recoge en las siguientes páginas. Tuvo que ser un lapso de tiempo breve, porque, si el paro cardiaco hubiera durado más de un minuto, es posible que le hubieran quedado secuelas neurológicas más o menos evidentes, y no fue el caso. Por su experiencia médica y por lo que vivió, está convencido de que sufrió un paro cardiaco, aunque, al no estar monitorizado mediante un electrocardiograma y haberle sucedido en su casa, a nivel médico fue registrado técnicamente como un síncope con pérdida de consciencia.
 
Obviamente, en nuestra dimensión temporal, menos de un minuto no sería tiempo suficiente para vivir todo lo que José explica. Debe entenderse que el espacio-tiempo en lo que sucede durante las ECM no es el habitual para nosotros, sino que pertenece a otra dimensión. La mecánica cuántica, como hemos visto en este libro, lo explica con hechos objetivables y fundamentados.
 
Tras caer, el siguiente recuerdo del doctor Morales es verse a sí mismo desde una perspectiva extraña. Se encontraba de pie, observando su cuerpo semirreclinado e inerte en un rincón, encajado entre un mueble y la pared. A pesar de la escasa luz que entraba por la persiana bajada, la escena era nítida. Su yo erguido se sentía perfectamente, sin ningún tipo de dolor ni incomodidad.
 
De repente, un remolino azul turquesa lo envolvió todo. Cuando se recuperó, se encontraba en un espacio oscuro y sin límites, con una luz blanca y brillante en el cenit. Un zumbido grave y oscilante llenaba el ambiente, creando una atmósfera extraña pero no desagradable.
 
A gran velocidad, fue transportado hacia la luz. En un tiempo que no le pareció largo, se encontró en un espacio inmenso y luminoso, como si saliera de una oscura cueva a la cima de una cumbre en un día soleado. Su mente estaba completamente clara y sus sentidos se habían agudizado, aunque no los necesitaba en un entorno tan puro y sereno.
 
Una paz inmensa lo invadió, llenándolo de bienestar interno y externo. A su alrededor se extendía un paisaje rural de montaña, bello como una postal alpina en primavera. La temperatura era perfecta; la luz, radiante, y el silencio solo lo rompía una música celestial que le recordaba las composiciones de Vangelis o de la New Age.
 
Ese espacio se fue tornando cada vez más blanco y neutro, hasta convertirse en una inmensidad luminosa que no molestaba la vista.
 
Al sentir una presencia a su espalda, se giró hacia la izquierda y vio a Tomás José, un amigo entrañable que había fallecido en 1983 debido a un tumor cerebral.
 
Tomás José vestía un traje oscuro y formal. Aunque su aspecto era elegante, no tenía la cicatriz y deformidad en el cráneo que le dejó la operación del tumor. Lo más sorprendente era que, a pesar de haber sido invidente desde la intervención, ahora parecía tener vista. Sin embargo, no lo miraba a los ojos ni abría los brazos para recibirlo. Su mirada transmitía tristeza y un mensaje claro: «No vengas, continúa el proceso». No lo dijo. El doctor Morales simplemente lo supo al verlo.
 
Conociendo el gran cariño que su amigo le tenía, el protagonista de este relato comprendió que algo importante estaba sucediendo. A pesar del intenso deseo de abrazarlo, se contuvo, entendiendo que su amigo, desde el amor que le profesaba, le transmitía sin palabras que debía seguir adelante.
 
La empatía elevada a la enésima potencia
 
Al apartar su atención de su amigo, José Morales reparó en la presencia de un ser blanco y luminoso a su derecha. Era hermoso, bondadoso y de gran tamaño, pero no intimidante en absoluto. De él emanaba una inmensa comprensión, empatía y aceptación.
 
En un instante, toda su vida pasó por su mente. No solo los momentos más relevantes, sino también otros aparentemente intrascendentes. No era como ver una sucesión de fotogramas, sino que se asemejaba a contemplar simultáneamente un mosaico de imágenes en una pared, conocidas hasta el más mínimo detalle y ahora apreciables en su conjunto desde una perspectiva distante.
 
Lo que más le impactó fue la capacidad de sentir las sensaciones y emociones de las personas involucradas en cada recuerdo. No solo revivía lo que había hecho, sino que también se hacía consciente del perjuicio que había causado en los demás. Esta experiencia lo dejó perplejo y lleno de remordimientos por el daño que había infligido en el pasado debido a su ignorancia.
 
Sin embargo, el ser luminoso le transmitía bondad y comprensión de forma no verbal. No era un razonamiento, sino un estado de ánimo que le decía: «No te preocupes, fue tu ignorancia, no pasa nada, la vida es así para todos. Cada uno hace lo que puede desde su estado».
 
A continuación, se dio cuenta de que tenía ante sí un umbral indefinido. Se le invitaba a pasar de forma amorosa y desde el bienestar. Se encontraba tan bien que no le hubiese importado traspasarlo, pero un sentimiento de culpa por el dolor que había generado lo invadió. Un grito interno resonó en su ser: «¡No puedo dejarlo así, quiero repararlo, he de volver!». Era como si sintiera la necesidad de limpiar su karma, y para ello necesitaba más tiempo.
 
Entonces comprendió el mensaje de Tomás José: si lo abrazaba, ya no habría retorno, y él no deseaba eso para su amigo. Incluso hoy en día, al recordar este acto de extrema generosidad, las lágrimas brotan de sus ojos.
 
Miró al ser de luz, que comprendió su deseo de volver. Sin palabras, pero con amor, le dijo: «Haz lo que necesites, así también está bien».
 
Una sensación de caída hacia atrás y vértigo lo envolvió, similar a la que se tiene en una montaña rusa. Su siguiente percepción fue la de encontrarse de nuevo en el suelo, dentro de su cuerpo, tal como se había visto al principio de la experiencia extracorpórea. Sentía dolor y falta de fuerzas, y se incorporó con dificultad para volver a tenderse en la cama. En los minutos siguientes, con torpeza y cierta confusión, luchó por ordenar sus ideas y dar sentido a lo que había vivido.
 
Su regreso a la vida ordinaria fue gradual. Tardó varios meses en poder compartir la experiencia con alguien. Una noche de verano, durante una sobremesa con amigos y sin que viniera a cuento, José relató su historia —quizá sin tantos detalles— por primera vez.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 134
 
 
A pesar de su infortunio, Tomás José siempre dio testimonio de una fe profunda, lo que le permitió vivir con aceptación y dignidad todo el sufrimiento aparejado a su enfermedad. Incluso en sus últimos momentos, se mantuvo fuerte y positivo. El último día que compartió una conversación larga con su amigo, le dijo: «José Antonio, rezo por ti». Estas palabras conmovieron profundamente al doctor Morales, quien aún hoy, cuarenta años después, recuerda a Tomás José con cariño y admiración.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 138
 
 
La ciencia no puede resolver el último misterio de la naturaleza. Y eso es porque, en última instancia, nosotros mismos somos parte del misterio que estamos tratando de resolver.
 
A PARTIR DE UNA CITA DE MAX PLANCK
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 143
 
 
Las diferencias entre alucinaciones y ECM son lo suficientemente evidentes como para poder pensar que en estas últimas intervienen otros fenómenos que desconocemos con el método científico.
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 146
 
 
Hay cuatro conceptos que cambian profundamente en las personas que han experimentado una ECM:
 
1. La vida. El ser vivo es capaz de autorreplicarse y desarrollar una serie de funciones biológicas con intercambio de materia y energía. Para el paciente con ECM, la vida es maravillosa y hay que aprovecharla al máximo. Es una gran oportunidad en nuestra evolución. Nacer supone introducirse en un cuerpo —somos polvo de estrellas— durante un tiempo finito. Cada experiencia es una enseñanza que ayuda a evolucionar. Si valoramos la vida con nuestra identidad materialista, el no yo, el ego, solo descubriremos limitaciones y miedos. El ego hace que nos centremos en el pasado, que despierta sentimientos de culpabilidad, y en el futuro, con sentimientos de incertidumbre y ansiedad por conseguir los objetivos materiales programados.
 
Valorar la vida con la Supraconciencia es centrarse en el presente, la única realidad existencial, donde desaparece el dualismo, la separación entre observador y objeto, y la localidad, gozando la esencia de la naturaleza, que es sencilla y bella. Como dijo Jung, «en la belleza y sencillez está la verdad».
 
2. La felicidad. El paciente que ha experimentado una ECM es plenamente consciente de que la auténtica felicidad solo se vive con la Supraconciencia. Experimenta una sensación de paz, equilibrio, gozo, quietud y silencio. Es presencia y vivencia. Con la identidad materialista, con el ego, se vive entre opuestos. No es posible eliminar el opuesto no deseado, puesto que uno crea el otro. Los opuestos son una ilusión del ego. En la frontera de los opuestos, siempre existe una lucha con tensión y angustia.
 
En realidad, el ego no proporciona felicidad, sino placer. El ego fundamenta su identidad en el cuerpo material y, puesto que sabe que es finito, que morirá, provoca tensión, angustia e infelicidad.
 
3. Todo fenómeno anímico tiene un sustrato bioquímico neuronal en los neurotransmisores. El placer del ego evoluciona con dopamina, excitante de la actividad neuronal. La auténtica felicidad es la Supraconciencia, con serotonina, que inhibe la actividad neuronal.
 
4. La libertad. La auténtica libertad únicamente se consigue con la Supraconciencia. Mientras nuestra dinámica mental esté controlada por el ego, las decisiones que tomamos dependen de la estructuración del carácter y de los hábitos adquiridos, que condicionan los pensamientos y los sentimientos.
 
5. La muerte. Nuestra sociedad teme a la muerte, considerada un tabú. Hemos de cambiar totalmente nuestra concepción: la muerte no es enemiga de la vida, sino que forma parte de ella.
 
Al nacer, comenzamos a morir. La vida es una preparación a la muerte. El miedo a la muerte nos aleja de la realidad de nuestra existencia, la eternidad. Con la muerte volvemos a nuestro origen.
 
6. Mientras la consideremos como el fin de nuestra existencia, nunca viviremos en paz y armonía, sino atemorizados. Todo miedo es, en el fondo, miedo a la muerte.
 
La muerte no es lo opuesto a la vida, sino que forma parte de nuestra existencia.
 
Al controlar el ego, descubrimos nuestra Supraconciencia, nuestra realidad existencial eterna. Desaparecerá entonces la dualidad primera y más profunda, la contraposición vida-muerte, y secundariamente lo harán todas las demás.
 
No se puede disfrutar, amar la vida y ser feliz si vemos la muerte como una enemiga. El tener consciencia de la brevedad de la vida se debe al miedo a la muerte. Cuando se acepta la muerte como parte de nuestro camino, se pierde el miedo al tiempo y se puede disfrutar del presente.
 
Si amamos la vida, desaparece el miedo a la muerte. Hemos de ver nuestra existencia como una polaridad con dos extremos: vida y muerte.
 
Con la muerte se vuelve al reposo. Todo se mueve en círculo.
 
La muerte supone el fin del ego y de la conciencia local.
 
Se muere como se vive. Al descubrir la existencia de la Supraconciencia, perdemos el miedo a la muerte, porque tenemos la seguridad de que nuestra existencia real es eterna.
 
El ego condiciona una afección al cuerpo tan intensa que preferimos continuar con este, aunque se encuentre enfermo e imposibilitado. No es más que miedo a lo desconocido. La muerte nos libera de las cargas de la vida, los dolores, las enfermedades y las dificultades, a la vez que nos proporciona paz y armonía.
 
Podemos comparar el miedo a la muerte con el miedo a la oscuridad.
 
A menudo, el dolor y el miedo a la muerte se deben básicamente al factor psicológico de la afección egoísta al cuerpo, no a un sufrimiento fisiológico.
 
Al nacer, la Supraconciencia se introduce en un cuerpo, se identifica con él y se olvida de su realidad, que es holística con la energía primera. Quien descubre y es consciente de su realidad existencial considera el cuerpo como una cárcel forzosa, aunque necesaria para evolucionar.
 
Para perder el miedo a la muerte hay que vivir en el mundo sin pertenecer a él. Hay que actuar en el escenario del mundo sin que nos afecte el papel que nos ha tocado interpretar.
 
La meditación nos prepara para desprendernos del cuerpo. Nos permite salir de la ignorancia y comprender nuestra realidad existencial.
 
El estudio de las ECM también nos permite comprender nuestra realidad existencial: somos espíritu eterno que, durante un tiempo muy finito, está revestido de un cuerpo, polvo de estrellas que devolvemos al universo con la muerte.
 
Los pacientes con ECM conocen la otra dimensión y no desean volver a la dimensión humana tridimensional. El gozo, la paz, la felicidad y el amor que disfrutan en la otra dimensión justifican que no quieran volver. Estas personas refieren que la vida en la dimensión humana es un viaje lleno de obstáculos y aventuras. La enseñanza es evidente: el sufrimiento se halla en esta dimensión.
 
La mecánica cuántica nos demuestra científicamente que somos energía, y nuestra realidad existencial es la Supraconciencia.
 
Cuando nacemos, todos sonríen de alegría y nosotros lloramos.
 
Con la muerte, todos lloran y el moribundo se encuentra en paz y gozo al contactar con la Supraconciencia.
 
La muerte no existe, no es un proceso biológico, sino espiritual.
 
Las principales conclusiones después del estudio y valoración de las ECM, fundamentadas en principios científicos, nos ayudarán a entender la muerte y la vida más allá de esta: En la concepción antropológica del ser humano podemos distinguir tres componentes: cuerpo, conciencia local (o neuronal) y conciencia no local (o Supraconciencia).
 
La Supraconciencia es una energía sutil bidimensional, no dual ni local.
 
Existe una energía cuántica primera o universal, el diseñador inteligente del universo y principio de todas las religiones.
 
La Supraconciencia es holística respecto a la energía cuántica universal y tiene sus propiedades: omnipresencia, omnisciencia y omnipotencia.
 
La muerte física obliga a desprenderse de la envoltura corporal, pero nuestra realidad existencial, la Supraconciencia, perdura eternamente
 
No hay que temer la muerte. Es un proceso que permite pasar a una mejor dimensión.
 
La mecánica cuántica, junto con la biología cuántica, nos permiten demostrar y justificar científicamente los fenómenos de las ECM.
 
Existen suficientes argumentos para poder afirmar que las ECM son una realidad. Los pacientes no mienten en su descripción.
 
Las ECM nos permiten comprender cuál es nuestra auténtica realidad existencial.
 
La vida es un juego que nos pone en una situación tridimensional para que vayamos eliminando impurezas y volvamos nuevamente al espíritu, a la energía primera. En el momento en que comprendamos que nuestra realidad existencial es nuestra Supraconciencia, y no el ego que nos domina, este ya no podrá llevarnos a la injusticia, a las guerras, a la enfermedad y al dolor. Las personas que han tenido una ECM, que podría compararse a una segunda oportunidad que nos da el universo para conectar con esa energía primera, alcanzan una vida placentera de hermandad, armonía, amor —al planeta, a los animales, a la naturaleza, a nuestros semejantes—, paz y salud
 
Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián
La Supraconciencia existe, página 147
 
 
 
 
 
 

Itzhak Bentov

"Así que aquí estamos, todos somos parte de este gran holograma llamado Creación, que es el SER de todos los demás. ¡Es todo un juego cósmico y no hay nada más que tú!"

Itzhak Bentov



"El alma es un depósito de información que recopilamos a lo largo de la vida."

Itzhak Bentov



"Henos aquí, todos formamos parte de este grandioso holograma llamado Creación, que es el yo interior, la Supraconciencia de todos los demás. Es todo un juego cósmico. ¡Y no hay nada más que tú!"

Itzhak Bentov
Tomada del libro La Supraconciencia existe del Dr. Manuel Sans Segarra y Juan Carlos Cebrián, página 74



"No hay nada absoluto ni definitivo. Si todo fuera inamovible, todas las reglas absolutas y todo estuviera estructurado de forma que no existiera paradoja ni ironía, no podrías moverte. Se podría decir que el hombre se cuela por la grieta donde existe la paradoja."

Itzhak Bentov



"Podemos considerar a la enfermedad como una conducta desafinada de tal o cual órgano corporal. Cuando al cuerpo se le aplica un intenso ritmo armonizante, los órganos, que son interferencias de patrones de ondas, pueden empezar a vibrar de nuevo en sintonía."

Itzhak Bentov



"Si le preguntáramos al cerebro cómo le gustaría que lo trataran, ya sea sacudido de manera aleatoria e irregular o de manera rítmica y armoniosa, podemos estar seguros de que el cerebro, o en realidad el cuerpo entero, preferiría esto último."

Itzhak Bentov



"Vayamos ahora al nivel más bajo de la materia, un cuanto de electricidad, un solo electrón, y preguntémosle a un físico de qué está hecho este electrón. "Bueno", dirá, "es un paquete de ondas que tiene una cierta frecuencia de vibración; la frecuencia de vibración determina la energía del electrón". Ahora, si preguntamos qué es lo que vibra en este electrón o cuanto, la respuesta sería que "nadie lo sabe". Pero si usáramos la analogía del mar del absoluto, visualizaríamos el cuanto como un paquete de ondas en la superficie de ese mar. Vibra en relación con las capas tranquilas del mar infinito de pura conciencia, y ahora podemos responder a la pregunta de "qué es lo que vibra dentro del cuanto". Es una unidad de pura conciencia que vibra allí.

Aquí tenemos que hacer una corrección de la declaración anterior, en la que sugerí que la materia "contiene" conciencia. Se usó solo como un apoyo temporal, para que te acostumbraras a pensar en la materia como algo que tiene que ver con la conciencia. Pero ahora el gato está fuera de la bolsa: la Materia, hecha de cuantos de energía, es el componente vibrante y cambiante de la pura conciencia. Por lo tanto, podemos dividir la creación en dos componentes, el absoluto y el relativo. El absoluto es fijo, eterno e invisible, mientras que el relativo es el aspecto visible, manifiesto y cambiante. Este último puede ser grueso o fino, de corta duración o de larga duración, pero siempre se basa en el absoluto. Al aceptar este principio, hemos resuelto el problema de la mente sobre la materia. La "solución" es que no hay una diferencia básica entre los dos. Hasta ahora, hemos tendido a asociar la mente mucho más fácilmente con la conciencia porque la mente es abstracta e intangible; la materia, por otro lado, es sólida, dura, caliente o fría, y aparentemente muy diferente de la mente o la conciencia.

Cuando sabemos que la realidad está compuesta por dos componentes, uno, una línea de referencia o fondo inmutable, y el otro un aspecto dinámico y vibrante de la misma cosa, entonces sabemos que tanto la mente como la materia están hechas de la misma materia básica. La diferencia entre ellos es que podemos ver la materia sólida como compuesta de ondas o ondas más grandes y lentas, lo que implica que posee menos energía del absoluto y que la mente está compuesta de ondas mucho más finas, lo que implica que posee más de esta energía. Una buena analogía para esto sería los diferentes estados en los que se encuentra la materia en la naturaleza: podríamos comparar la materia sólida con el hielo y la mente o la conciencia con el vapor o el vapor, todos siendo la misma materia básica en diferentes formas. Ambos se manifiestan solo porque están cambiando, y este cambio se puede medir contra el mar básico del absoluto, que compone tanto las ondas como el fondo. Ya no necesitamos preguntarnos sobre las hazañas de la mente sobre la materia, no es tanto la mente "sobre" la materia como la mente "sobre un aspecto diferente de sí misma"."

Itzhak Bentov









Barbara Frischmuth

"Había mucha actividad en el espacio aéreo sobre los callejones. El batir de alas nunca cesó, como tampoco lo hicieron los piares, los arrullos, los croares y los silbidos. Pero el hecho de que los gatos también volaran por el aire era una novedad que asombraba incluso a los pájaros más endurecidos de las jaulas en los alféizares de las ventanas. "Sin ofender." Eso fue todo lo que Darío supo decirle al cuervo carroñero gigante en cuyo lomo había aterrizado después de su fatídico salto por la ventana. Ambos habían caído sobre un camión de basura que pasaba, justo en el medio de un viejo sofá, cuya tapicería amortiguó un poco el impacto.
—Saca tu herramienta asesina de mi cuerpo inocente inmediatamente— gimió el cuervo desaliñado, -o te sacaré los ojos antes de que puedas mirar-.
"¡Oh Dios mío!" Darío rápidamente retrajo sus garras, aunque no sin fuerza. El pájaro tuvo que perder varias plumas. "No lo quise decir de esa manera." Darío escupió y escupió. El vello negro que había arrancado de sus patas ahora estaba atrapado entre sus dientes."

Barbara Frischmuth
Donna & Dario




















Xian-Min Jin

“Cuando dos partículas están entrelazadas, medir una puede influir en la energía de la otra, sin ningún intercambio físico de energía.”​

Xian-Min Jin



“El proceso de sonda débil puede describirse como un observador con visión obstruida que intenta localizar la excitación atómica.”​

Xian-Min Jin

Nazario

"Debía de ser a comienzos de verano cuando, un día que me encaminaba hacia la Panadería del Pi de la calle Ferran, me crucé con aquel hombre inválido sentado en una silla de ruedas al que durante años había estado fotografiando desde mi ventana. Había pasado por su lado miles de veces sin que nuestras miradas llegaran a cruzarse ni siquiera por casualidad. Resultaba curioso pensar que, al aproximarme a alguien a quien había estado observando durante tanto tiempo desde la lejanía de mi ventana, una especie de muro de cristal se interpusiera entre nosotros, haciéndonos invisibles el uno para el otro. Podía mirarlo como se mira una palmera o una farola. Pero aquel día, al parecer, el muro se resquebrajó, y quedé extrañado al comprobar que la redondeada y bonachona barba canosa con la que lo había estado viendo hasta entonces había desaparecido. El sátiro malicioso rebuscador de basura, con la barba y el sobado sombrero marrón del que emergían unas grasientas greñas grisáceas, había desaparecido y dado paso ahora, bien afeitado y con el pelo corto, a un inofensivo tipo enfermizo. Aunque, eso sí, sin perder la sonrisa y los ojillos vivaces de sátiro malicioso.
Desde hacía muchos años lo veía circular por la plaza y, prácticamente, vivir en ella. Primero moviéndose por su propio pie, hasta que de pronto, un día, el hombre y la mujer que a menudo lo acompañaba habían aparecido desplazándose en sillas de ruedas. Ahora eran tres, unidos por los tetrabriks de vino blanco que se iban pasando de mano en mano, porque ya otro del grupo hacía tiempo que utilizaba una. Pero, mientras que los otros dos, de buenas a primeras, se presentaron en sendas sillas de ruedas, este fue sufriendo una evolución, comenzando con un vendaje en un pie que lo obligó a usar un bastón, hasta, tras un tiempo con el pie vendado, acabar un día sentado en la silla con una pierna menos. Yo jamás me había atrevido a cruzar una palabra, ni una sonrisa, ni siquiera una mirada, con ninguno de ellos, temeroso de que, al encontrármelos todos los días, se pudiera crear el más mínimo vínculo por el que me viera obligado a hacerlo cada vez que pasara junto a ellos. Hasta ahora, el interés que había despertado en mí la presencia de estos «vecinos», en grupo o aislados, a pesar de conocer sus más íntimos movimientos, observados y fotografiados desde las alturas, no difería en absoluto de la atracción que sentía por las actuaciones de los grupos de jóvenes marroquís saltimbanquis, de los músicos búlgaros o rumanos o de otros alcohólicos que pasaban temporadas en la plaza durmiendo, pidiendo cigarrillos o bañándose en la fuente. Toda mi curiosidad al examinar sus menores desplazamientos y aventuras desaparecía al encontrármelos cara a cara. Pero, inexplicablemente, aquel día me atreví a dirigirles la palabra, y le pregunté al tipo del sombrero por algo tan banal como por qué después de tantos años llevando esa redondeada barba canosa de pronto se la había afeitado."

Nazario Luque Vera conocido por Nazario
Crónicas del gran tirano


"El problema es que el caso dependía de la justicia norteamericana y los trámites costaban mucho dinero. Finalmente el editor y yo decidimos dejarlo correr. Cuando el disco se editó en España, la empresa discográfica se abstuvo de reproducir mi dibujo. No fue una cuestión de censura, porque ya se había publicado en 1976 sin problemas. Quizás no se atrevieron porque algunas revistas de música de aquí y del extranjero habían comentado que el dibujo era mío."​

Nazario Luque Vera conocido por Nazario



“En los tiempos del destape en vez de menospreciar mi obra la valoraban.”

Nazario Luque Vera conocido por Nazario




































Jean-François Duval

"Autores como Truman Capote o Nelson Algren afirmaban que los libros de Kerouac no tenían ningún interés. «Es solo teclear, no escribir», decía Capote. El problema era que Capote, Algren y muchos otros seguían prisioneros de los esquemas narrativos tradicionales. Fueron incapaces de comprender todo lo que había de novedoso en la obra de Kerouac. Para Kerouac no se trataba de describir una escena como los novelistas del siglo XIX -y la mayor parte de los del siglo XX-. Kerouac no escribía con el sujeto delante de sus ojos, sino a la manera en cómo tocaba Charlie Parker: se lanzaba a improvisar sin saber dónde desembocaría. Si su obra sedujo es porque lanzó al lector la impresión de que vivir, leer y escribir eran una sola y misma cosa, la más excitante de todas."

Jean-François Duval



"El movimiento beat transcendió completamente el campo puramente literario. En cierto modo, los beats se anticiparon y propiciaron todo lo que acabó aconteciendo en los 50 y 60: el descubrimiento del blues y el jazz negro que dio lugar a la explosión del rock and roll, la psicodelia, la ruta de Katmandú, la actitud contestataria, los hippies, el mayo del 68, el descubrimiento de Oriente, el budismo, el respeto a la naturaleza, otras formas de viajar, de amar, de estar en el mundo."

Jean-François Duval



"¿Y quién está al volante de ese autobús llamado a formar parte de la leyenda norteamericana? Neal Cassady, el protagonista de En el camino bajo el nombre de Dean Moriarty. Ken Kesey, famoso por su primera novela, lanza el autobús a la carretera. Y Neal Cassady, convertido en leyenda viva por protagonizar la novela de culto de Kerouac, resurge por segunda vez para conducir aquel artilugio de costa a costa. Further está en buenas manos... Su epopeya, más aún que la de los Diggers de San Francisco (comprometidos en la acción social, al estilo de los bancos de alimentos), sacude las conciencias; y por si fuera poco, al llegar al estado de Nueva York, estos heraldos de la psicodelia van al encuentro de Jack Kerouac en Manhattan y más tarde de Timothy Leary en Millbrook Farm.
Muchos han señalado que la travesía de oeste a este del Further marca de una forma concreta y simbólica el nacimiento de la contracultura en los Estados Unidos. Ginsberg dirá que es «su gesto más colorido y más visible», y que forma el punto de transición entre la aventura beat y la aventura hippie. La trayectoria del autobús –que aparecerá más de una vez en este libro– es simplemente de las que hacen confluir dos épocas. Los Beatles lo recordarán en 1967, al publicar su disco Magical Mystery Tour, un claro homenaje a aquella aventura reconocible en la colorida portada y en canciones como «Strawberry Fields Forever», compuesta por John Lennon bajo los efectos del ácido. No hay más que volverla a escuchar para quedar convencido: del mismo modo que Kerouac y Burroughs habían intentado liberar la literatura de sus barreras, también la psicodelia pretendía (a través del consumo de sustancias alucinógenas) despojar radicalmente de todo condicionamiento nuestra percepción de la realidad."

Jean-François Duval
Kerouac y la generación beat


















Jaume Bosquet

Retorn

Atent al plaer del fràgil cigar
encenc, volt de rosca contra la pedra,
el gas ocult en el dupont de plata
que m’és la torxa cap a la corona
que amaro amb la puresa de la flama.
Escapço amb les dents la punta suau
de l’havà. Mastego el rebuig, l’escupo.
Aspiro i torno a aspirar a l’instant.
Campaneja la tapa del dupont.
M’entra la primera calada, deixo
que discorri per la boca goluda.
Se m’inunda i sóc feliç. Ara entenc
una cosa més i m’ajunto amb tots
els que abans que jo han fet de la vida
una delectació vaporosa.
Estimo el tabac. El rebobinat
premsat de fulles és la magdalena
portentosa que inicia les belles
recerques: el que no puc recordar
a l’empara de la faula que diu
no toqueu això per favor, l’infant
de bolquers, el descobridor d’un món
sensitiu que es manipula amb els llavis,
jo mateix al llom d’un dofí, l’instint
que omple l’estança, escapada del temps
de recomptes, de baves i sentit.

Jaume Bosquet
























Alba Cardalda

Citas de libros de Alba Cardalda:



"Decía Séneca que sufrimos mucho más en nuestra imaginación que en la realidad. Y esto ocurre porque nuestro cerebro está diseñado para fijarse en aquellos elementos o en aquellos factores que pueden suponer un peligro o que pueden suponer una amenaza. Porque en realidad el objetivo de nuestro cerebro es mantenernos con vida, no felices. Está continuamente fijándose en todos aquellos posibles peligros o en todo aquello que podría suponer una amenaza real para nosotros. Y, aunque no lo tengamos delante, nuestro cerebro lo que hace es imaginar, imaginar los peores escenarios posibles, para poder anticiparse y así poder pensar qué soluciones nos pueden venir mejor. Si te fijas, de las seis emociones básicas que tenemos, universales, cuatro de ellas son desagradables, que son la ira, el miedo, la tristeza y el asco. Una, la sorpresa, puede ser agradable o desagradable, y otra, solamente una, la alegría, sí que es agradable. Por lo tanto, nuestro cerebro está mucho más diseñado para fijarse en aquello que nos puede generar algún mal, en esas emociones desagradables, que en aquello que nos puede producir felicidad o tranquilidad. Y esta es una herencia que tenemos, una herencia evolutiva. Hace miles y miles de años, este sistema de afrontamiento era muy útil, y nos ha permitido llegar hasta aquí ahora. Si no fuera, por ejemplo, por el miedo, ni tú ni yo estaríamos aquí. El miedo es lo que evita que crucemos un paso de cebra cuando está en rojo."

Alba Cardalda



"El tono o la velocidad dan señales de si la otra persona nos puede estar mintiendo."

Alba Cardalda



"Los límites en salud mental son esas barreras que tenemos que poner a otras personas o a uno mismo para proteger nuestro bienestar emocional."

Alba Cardalda



"Para poder poner límites, primero tenemos que confiar en nosotros mismos. Si no confiamos en nuestro criterio, si no validamos lo que nosotros sentimos, si no nos vemos capaces de hacerlo, pues va a ser muy difícil exponerle al otro lo que sentimos o enfrentarnos al otro. O tener claro que lo que está haciendo el otro es algo que nosotros no queremos. Entonces, para no estar cediendo siempre ante las otras personas, para no estar siempre poniendo la otra mejilla o haciendo cosas que no nos apetece hacer, necesitamos trabajar esa autoconfianza."

Alba Cardalda


"Una relación sin límites es como una carretera sin señales."

Alba Cardalda












































Cómo mandar a la mierda de forma educada

Alba Cardalda Cómo mandar a la mierda de forma educada



Del mismo modo que las señales de tráfico nos ayudan a conducir con seguridad para arribar sanos y salvos a nuestro destino, los límites en las relaciones ejercen esa misma función: garantizar que los vínculos sean sanos y seguros para proteger la integridad de todos. Sin embargo, no nos han educado para que entendamos los límites de esta manera, sino que nos han criado en la creencia de que poner topes es un gesto egoísta y que cuando uno ama de verdad debe hacerlo incondicionalmente. Estas ideas que hemos ido adquiriendo desde nuestra infancia forman ahora parte de la base de nuestra conducta y de nuestra forma de asimilar e interpretar las relaciones y hacen que nos culpemos cuando establecemos límites para los demás y que los consideremos como una falta de afecto cuando los demás nos marcan los suyos. Esta interpretación errónea nos lleva a mantener relaciones tóxicas, dependientes o abusivas, a decir «sí» cuando queremos decir «no» y a no sentirnos libres de expresar nuestras necesidades y emociones aun con las personas que más queremos. De la mano de estas creencias totalmente equivocadas sobre lo que son los límites está la ausencia en educación emocional y en comunicación asertiva. Hoy en día, en algunas escuelas ya están empezando a ofrecer educación emocional a los niños y las niñas desde una tierna edad, pero la mayoría de los que nacimos antes de los 2000 no recibimos ningún tipo de pautas para desarrollar herramientas que nos permitan identificar y poner nombre a nuestras emociones, darles valor y transmitirlas de forma empática y asertiva. Por ello, cuando ya somos adultos y queremos expresar cómo nos sentimos, decir «no» o mostrar nuestra disconformidad nos cuesta encontrar las palabras adecuadas. Jamás nos enseñaron a comunicarnos de una manera sincera y honesta a la vez que respetuosa con las otras personas; no nos enseñaron de qué forma exteriorizar nuestro enfado sin atacar al otro, ni cómo podemos ser más elocuentes a la hora de manifestarle a otra persona nuestras necesidades. En consecuencia, solemos callar lo que nos gustaría decir porque no encontramos una manera asertiva de hacerlo. Nos decimos «no tiene importancia» o «no quiero causar un conflicto» o «no me gustaría hacer enfadar a la otra persona», es decir, nos autorreprimimos. Pero cuando nos reprimimos, lejos de reducir la intensidad de nuestras emociones, esta aumenta en nuestro interior y vamos acumulándola hasta que un día explotamos como un volcán y terminamos expresándonos de la peor forma. Es entonces cuando causamos daño y nuestras relaciones se deterioran. Tenemos derecho a establecer límites, pero no de cualquier modo. Saber hacerlo teniendo en cuenta las emociones de los demás y las nuestras propias, con las palabras precisas y en el momento adecuado, es clave para que tales límites sean sanos y nos ayuden a construir, no a destruir, relaciones tanto con los demás como con nosotros mismos. Para ello hace falta no solo ser asertivos, sino también conocer estrategias de comunicación efectiva y claves de comunicación no verbal que nos faciliten esta ardua tarea con eficacia y sin menoscabar nuestras relaciones.
 
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Ante tal chantaje, no podemos ceder, por mucho, incluso, que queramos a esa persona.
 
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Los límites, lejos de lo que siempre nos han hecho creer, son un acto de amor hacia los demás. Cuando expresamos claramente lo que queremos y necesitamos en una relación, lo que estamos haciendo es facilitar a la otra persona el saber cómo actuar con nosotros para que nos sintamos cómodos y seguros y, así, poder mantener una relación sana y duradera. Es una forma de decir «como te quiero y deseo que tengamos una relación larga y bonita, quiero decirte lo que me hace sentir bien para que no tengas que estar adivinándolo o sin querer hagas algo que me haga daño y provoque que nos distanciemos». Del mismo modo, interesarnos por saber cuáles son los límites de la otra persona es una muestra de querer apostar por una relación lo más sana posible y hacerlo de la forma que ella se sienta más segura. También constituyen un acto de amor hacia uno mismo porque, al establecerlos, estamos escuchando y respetando nuestras necesidades y tratando de darnos eso y no menos en nuestras relaciones. Los límites son asimismo un acto de respeto, primero, para con el otro ya que le decimos que «igual que yo te comunico mis límites y espero que los respetes, también quiero que compartas conmigo los tuyos y respetarlos», y, segundo, para con uno mismo porque al valorar nuestros propios derechos y necesidades, procurando también que los demás los respeten, nos estamos honrando como personas. Los límites implican un acto de aceptación del otro porque implican aceptar que lo que esta persona está dispuesta a permitir en una relación puede ser muy diferente a lo que nosotros permitiríamos y que no por eso son menos válidos; y un acto de aceptación de uno mismo puesto que conllevan reconocer y validar nuestras necesidades y deseos sin juzgarlos ni sentirnos culpables por ello.
 
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Los derechos asertivos básicos son los siguientes:
 
• Poder expresar nuestros sentimientos, emociones, pensamientos y necesidades;
• Ser tratado con respeto y dignidad;
• Manifestar desacuerdo;
• Decir «no»;
• Querer algo;
• No querer algo;
• Cambiar de opinión;
• Equivocarse;
• Decidir sobre nuestra propia vida, nuestro cuerpo y nuestro tiempo, y
• Tener nuestro propio orden de prioridades.
 
Por supuesto, ejercer derechos conlleva asumir responsabilidades. En este caso, estos diez derechos comportan únicamente una responsabilidad: respetarlos en todas las demás personas.
 
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Cuando asumimos qué son y qué no son los límites, empezamos a entenderlos como una herramienta que fortalece las relaciones con los demás y con uno mismo, que sostienen la dignidad propia y ajena, y como un elemento imprescindible para construir un amor sano.
 
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Descubrir que nuestras relaciones ejercen un impacto decisivo en nuestra salud y en nuestra longevidad fue uno de los hallazgos más asombrosos de la investigación. Se pudo comprobar que, por ejemplo, las personas de cincuenta años que vivían relaciones sanas y de calidad llegaban a los ochenta con una mejor salud y que las personas de la tercera edad con vínculos seguros presentaban un menor deterioro cognitivo y físico y conservaban una buena memoria a largo plazo que aquellas que no los mantenían. Por otro lado, también se dedujo que las relaciones plenas tenían un efecto positivo en el control del estrés y en la calidad del sueño, por lo que constituían un importantísimo factor de prevención de múltiples enfermedades graves.
 
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Rodearnos de personas que nos tratan o nos hablan mal supone un importante factor de riesgo para nuestra salud.
 
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Hablamos de una relación de calidad cuando las personas que la conforman pueden expresar sus deseos, necesidades y límites sin sentirse juzgadas y decidir libremente si quieren o no aceptar los deseos, necesidades y límites del otro; cuando la comunicación, el trato y las acciones se basan en el cuidado y el respeto; cuando no existe manipulación, consciente o inconsciente, por ninguna de las partes; cuando sus integrantes saben cómo tratarse los unos a los otros porque se da la libertad de preguntar y comunicar desde el respeto y el amor lo que precisan y lo que les molesta; cuando los conflictos que surgen no son destructivos, no invalidan y no comprometen el apoyo mutuo, y cuando el perdón, las gracias y el te quiero se expresan con palabras o acciones sinceras.
 
Estas condiciones son imprescindibles para que una relación sea de calidad, si bien sus miembros pueden considerar necesarias, además de estas, otras condiciones en función de sus valores. La manera de vivir las relaciones de cada persona es única y personal, por lo que cada uno debe ser quien, de acuerdo con las bases que sustentan las relaciones sanas, decida, según su propio criterio y las peculiaridades de sus vínculos, qué es imprescindible y qué no lo es en una relación.
 
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Cuando alguien inicia una terapia psicológica, puede hacerlo por muchas causas distintas: traumas de la infancia, baja autoestima, problemas de pareja, trastornos del estado de ánimo, enfermedades mentales, duelos, conflictos internos... Pero sea cual sea el motivo de consulta, la manera en que el sujeto se relaciona con sus personas más cercanas (pareja, familia, amistades, jefe/a o compañeros/as de trabajo) y con él mismo siempre está influida por dicha problemática. Por eso, uno de los aspectos más importantes que se tratan en todo proceso terapéutico son las relaciones que mantiene (y mantuvo en la infancia) con las personas de su alrededor: la calidad de las mismas y el estilo de comunicación que se da en ellas, enmarcadas en su modelo de mundo.
 
Cada persona tiene su propio modelo de mundo, único y diferente al de los demás, conformado por sus «filtros mentales» que le hacen ver e interpretar la realidad de una forma concreta. Estos filtros mentales los constituyen sus propias experiencias, creencias y valores, el contexto en que se desenvuelven, su educación y cultura, sus expectativas, y su personalidad y estado de ánimo. Ellos son los responsables de que cada uno veamos la realidad de una determinada manera y de que, ante un mismo hecho, existan tantas interpretaciones y puntos de vista como personas lo perciben.
 
Al comprender que cada individuo tiene su propio modelo de mundo delimitado por sus propios filtros, nos volvemos más tolerantes y somos capaces de construir vínculos más sanos y respetuosos con los demás.
 
Cuando en terapia se analizan las relaciones, siempre debe hacerse enmarcándolas dentro del modelo de mundo de la persona y examinarlas desde ahí para poder dotarlas de un sentido real y encontrar los aspectos que, en cada caso, pueden estar resultando desadaptativos. De este análisis se desprenden las dificultades para establecer límites: algunas personas no saben reconocer sus propios límites, o no se atreven a marcarlos; otras desconocen cómo comunicarlos; hay quien, bien por su falta de autoestima, bien por sus creencias, siempre considera más importantes los límites, las necesidades y los deseos ajenos que los propios, y aquellas otras que solo defienden los suyos y no son capaces de respetar los de los demás
 
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Si desde pequeños, igual que nos enseñaron lengua o matemáticas, aprendiéramos también a relacionarnos de forma sana con los demás y con nosotros mismos, a respetar nuestros derechos y los de los demás, a expresar lo que pensamos y sentimos de manera asertiva, a comunicarnos con eficacia, a establecer límites, a decir «no» sin culpabilidad y a no ofendernos cuando alguien nos lo dice a nosotros, nuestra vida sería totalmente distinta.
 
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Nos dijeron que el amor verdadero siempre es incondicional Tanto si lo aprendimos gracias al modelo que tuvimos en casa como si se nos inculcó con las películas románticas, esta concepción idealista, irreal y tremendamente nociva del amor nos ha hecho mucho daño. Se trata de un arma de doble filo: por un lado nos hace creer que, si amamos a alguien, debemos entregarnos incondicionalmente (sea cual sea el costo de ello y por encima de nuestros valores o necesidades); y, por otro, que si esa persona no lo hace a su vez es porque no nos ama de verdad. Esta es una de las creencias generalizadas que más dolor nos causa a la hora de amar a nuestras parejas, a nuestra familia y a nuestras amistades. Es importantísimo que identifiquemos esta asunción para deconstruirla y entendamos que el amor no es eso. El amor sano no es incondicional. El amor necesita de límites y necesita de comprensión y empatía con uno mismo y con el otro para que sea real, seguro y duradero. En este modelo donde «lo mío es tuyo, lo tuyo es mío y todo es de todos, y, si no, no es amor» se comete el grave error de eliminar la individualidad de cada persona. Su espacio, su intimidad, su zona de crecimiento personal y sus necesidades básicas individuales desaparecen. Se da la difuminación de uno mismo, la no diferenciación entre el yo y los otros. A consecuencia de ello, la propia identidad se vuelve confusa porque dejamos de ser conscientes de dónde empieza y termina uno mismo y dónde empieza y termina el otro. Esto nos lleva a crear vínculos y relaciones totalmente dependientes en las que, cuando perdemos al otro, también nos perdemos a nosotros mismos. Si hemos vivido cualquiera de estas situaciones o nos han inculcado estas creencias, es muy probable que tendamos a sentirnos culpables y egoístas cuando únicamente tratamos de entregarnos amor propio y autocuidado.
 
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Una buena manera de cuestionarnos si en verdad estamos siendo egoístas es analizar cómo nos criaron.
 
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Para empezar a cuidarnos y a trabajar en nuestra realización personal sin sentirnos egoístas debemos recordarnos y repetirnos como un mantra que cuidarnos a nosotros mismos también es cuidar de los demás. De esta forma podremos darle un sentido distinto y más positivo al hecho de priorizar nuestras necesidades y lograr así no solo mejorar nuestra vida, sino también la de quienes nos rodean.
 
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La culpa y el miedo son dos grandes mecanismos de control y manipulación. Estas herramientas han sido utilizadas desde siempre por medios de comunicación, instituciones religiosas, sectas y gobiernos para manejar a los individuos a su antojo y en su propio beneficio. Lo que permite someter a un pueblo o a un grupo de personas mediante estos recursos es su nivel de ignorancia: un pueblo ignorante es más fácil de manipular a través del miedo que un pueblo culto e instruido. Unos ciudadanos ignorantes carecen de capacidad de pensamiento crítico, y sin pensamiento crítico no existe la libertad de pensamiento, y sin libertad de pensamiento no podemos hablar de libertad. Un pueblo ignorante es, por ende, un pueblo sometido.
 
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«El corazón tiene razones que la razón desconoce», dijo en una ocasión Blaise Pascal. Y es que a menudo ocurre que, a pesar de entender por qué nos sentimos como nos sentimos y saber que no «deberíamos» sentirnos así, nuestros sentimientos persisten. En el ejemplo de la culpa, podemos identificar cuáles son las creencias erróneas que mantienen este sentimiento y reconocer los motivos por los que no deberíamos sentirnos culpables y, aun así, no podemos desprendernos de la culpa. Conocer la teoría no implica la mejora en la práctica. He aquí la dificultad del trabajo psicológico: no se trata solo de razonar, sino también de sentir. La eterna lucha entre la razón y el corazón: sabemos que debemos querernos y valorarnos, pero eso no es suficiente para percibir que realmente nos queremos y nos valoramos. Sabemos que no debemos dejarnos influir por las opiniones de los demás, pero eso no es suficiente para que no nos sintamos mal cuando la gente nos critica. Sabemos que no debemos sentirnos culpables por poner límites, pero seguimos experimentando la culpa cuando lo hacemos. Esto es debido, de nuevo, a las estructuras cerebrales que se encargan de cada una de estas funciones. El circuito neuronal del razonamiento y la toma de decisiones (la corteza prefrontal) es casi casi independiente estructural y funcionalmente del circuito neuronal de las emociones (el sistema límbico). Cada circuito trabaja por su cuenta y riesgo, como si no tuvieran nada que ver el uno con el otro y como si eso no nos supusiera terribles contradicciones y quebraderos de cabeza. Por si esto fuera poco, esta pobre conexión que ambos sistemas tienen entre ellos no es equitativa: hay muchas más conexiones que van del sistema límbico a la corteza prefrontal, y en mucho menor número las que van del córtex prefrontal al sistema límbico. Es decir, que nuestras emociones influyen fuertemente en nuestro razonamiento a la hora de tomar decisiones, pero nuestro razonamiento poco peso tiene para influir en lo que sentimos. Este es el motivo por el que, en la terapia cognitivoconductual, donde tratamos de cambiar lo que sentimos a base de incidir en nuestros pensamientos, es necesario repetir una y otra vez las estrategias terapéuticas para fortalecer lo suficiente esas vías neuronales que discurren desde la corteza prefrontal al sistema límbico y llegar así a compensar las que lo hacen en sentido inverso.
 
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A escribir se aprende escribiendo, a caminar, caminando y a poner límites, poniendo límites.
 
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«Limitismo» es el término que uso para expresar una postura radical a la hora de establecer límites. Es el concepto de límites mal entendido; la posición inflexible del todo o nada; la dosis que convierte el remedio en veneno.
 
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Después de hablar sobre qué son y qué no son los límites, las relaciones de calidad, nuestras creencias limitantes y cómo nuestros vínculos influyen en nuestra vida y en nuestra percepción de la felicidad, nos falta hablar de lo más importante: IDENTIFICAR CUÁLES SON NUESTROS LÍMITES Y CÓMO COMUNICARLOS. Muchas veces ocurre que nuestra manera de funcionar y la de la otra persona simplemente no encajan, pero que alguien no encaje con nosotros no significa que sea una mala persona. No siempre hay culpables, ni tóxicos, narcisistas o psicópatas. A veces, sencillamente, las personas no funcionamos juntas y debemos saber reconocerlo para tomar la mejor decisión para ambos. Además, cada persona tiene sus propias necesidades y reglas del juego; no hay buenas ni malas, correctas o incorrectas, son solo las de cada uno.
 
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Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 54
 
 
Los límites no se juzgan (ni los ajenos ni los propios), se aceptan y se respetan sin más. Si son afines a los nuestros, podremos mantener una relación con esa persona; si, por el contrario, son incompatibles, tenemos el derecho de escoger no relacionarnos con ella. Esto, por supuesto, se aplica a uno y a otro, es decir, si al otro no le parecen bien nuestras reglas del juego, debemos aceptar y respetar su derecho a alejarse.
 
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Límites no negociables
 
Los límites NO NEGOCIABLES resultan imprescindibles para sentirnos seguros física y emocionalmente y necesarios para que la relación funcione. Están relacionados con nuestras necesidades, nuestros valores, nuestros principios y nuestra dignidad.
A pesar de que cada uno tiene los suyos propios, algunos límites no negociables deberían ser universales: la no violencia física o verbal, el respeto, la no coerción de la libertad o derechos y la sinceridad, por ejemplo. Estos son algunos de los límites en que nunca debemos ceder ni deberíamos sentarnos a negociar bajo ningún pretexto. Cuando se transgreden, las consecuencias deben ser contundentes e inmediatas.
Identificar los no negociables y mantenernos firmes es totalmente indispensable para establecer límites de forma eficaz. Saber qué es lo realmente importante para nosotros nos va a permitir ser más flexibles y tolerantes con aquello que no lo es tanto, alejándonos así del «limitismo».
 
Límites negociables
 
Los límites negociables son aquellos en los que sí podemos ser más flexibles porque, a pesar de estar basados en nuestras preferencias y deseos, no atentan contra nuestra integridad física o emocional, no comprometen nuestra dignidad y no se arraigan en nuestros valores o principios. Por tanto, nos dan margen para poder adaptarnos también a las necesidades y gustos de otras personas y mantener así un equilibro equitativo en nuestras relaciones.
Cuando los límites negociables de dos personas no se corresponden pueden negociarlos hasta llegar a un acuerdo consensuado entre ambos.
 
TRES PASOS PARA RECONOCER NUESTROS LÍMITES
 
1. Tomarnos un tiempo para pensar nuestros límites negociables y no negociables.
Recordemos que ser inflexibles en algunos puntos es lo que nos permitirá ser flexibles en otros, adaptarnos así a los demás, consensuar con ellos los códigos que sustenten nuestras relaciones y mantenerlas a pesar de las diferencias que existan.
 
2. Detectar las relaciones donde no se respetan nuestros límites o nos cuesta más decir «no».
Para ello nos será útil analizar cada una de nuestras relaciones más cercanas para identificar en cuáles de ellas existen más dificultades para establecer o respetar los límites. Hay personas con las que se nos hace difícil defender nuestros derechos, bien porque son personas agresivas o manipuladoras, bien porque nos imponen tanto respeto que olvidamos el nuestro propio. Esto es común cuando algún patrón nos recuerda a alguien que fue muy impositivo con nosotros.
Por ejemplo, si de pequeños tuvimos un padre muy autoritario, es posible que las figuras que nos recuerden a él (hombre, mayor que nosotros, de carácter firme y seguros de sí mismo) nos hagan sentirnos pequeñitos y nos sea más difícil comunicar nuestros límites de forma asertiva o negarnos a sus peticiones.
Por otro lado, también ocurre a la inversa: respetamos con más facilidad los límites de unas personas que de otras. Detenernos a pensar sobre esto y cuestionar si nosotros respetamos los derechos de los demás, sin diferencias (independientemente de que estos nos lo reclamen o no, sino por propia voluntad y moral), es uno de los ejercicios de autoconocimiento más difíciles de hacer, pues requiere de una gran capacidad de autoobservación y, sobre todo, de humildad, honestidad e inteligencia emocional.
3. Identificar situaciones concretas donde nos cuesta más establecer límites o decir «no».
Del mismo modo que comunicar nuestros límites o negaros nos resulta más difícil con unas personas que con otras, esto también ocurre en determinados contextos. Por ejemplo, suele sernos más complicado negarnos a algo cuando estamos en grupo y el resto de las personas lo aceptan (por presión grupal) o dar una opinión negativa ante varias personas a diferencia de cuando solo hay un interlocutor. Saber identificar aquellas situaciones donde tenemos más dificultad para establecer nuestros límites nos será de utilidad para prestarles mayor atención y buscar soluciones concretas.
 
«Perdinancias»
 
Realmente, cuando establecemos límites para otras personas lo que hacemos es marcarnos un límite a nosotros mismos: nos decimos «esto es lo que voy a tolerar y esto, lo que no». Este primer límite tiene que ver únicamente con nosotros y debemos actuar en consecuencia para cuidarnos, protegernos y respetarnos. Esto significa que, a veces, tenemos que tomar decisiones que pueden ser dolorosas pero necesarias para nuestra salud mental y bienestar, como, por ejemplo, alejarnos de alguien o romper una relación.
 
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Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 55
 
 
Créeme, este tipo de clientes no te interesan: perderlos no es una pérdida, es una ganancia. A esto lo llamo «perdinancias», pérdidas que en realidad son ganancias.
 
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Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 58
 
 
En lugar de enseñarle a agradar, enséñale a ser sincera. Y amable. Y valiente. Anímala a decir lo que piensa, a decir lo que opina en realidad, a decir la verdad. [...] Dile que, si algo la incomoda, se queje.
 
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La estrategia del mapa mental
 
Hay dos conceptos que nos van a resultar tremendamente útiles para establecer límites de forma asertiva y, sobre todo, eficaz: mapa mental y empatía.
Recordemos el concepto de mapa mental. Cada persona tiene un mapa mental sobre el mundo, sobre sí mismo y sobre los demás, que es único, personal y subjetivo. El mapa mental se elabora a partir de la educación, la genética, la cultura, las experiencias, las creencias, los valores, las ambiciones, las expectativas, los rasgos de personalidad y las emociones de la persona en cuestión. Entender esto implica aceptar que cada individuo interpreta la realidad a su manera y, conforme a ella, construye su verdad, que no es la única, pero sí «su» verdad.
Así pues, a pesar de estar en desacuerdo con alguien que defiende una verdad que no coincide con la nuestra, recordar esta premisa y tratar de actuar de acuerdo con los derechos asertivos puede ayudarnos mucho (sobre todo cuando se trata de personas a las que apreciamos). De igual modo, debemos exigirle al otro que muestre el mismo respeto por nosotros y nuestra verdad.
Cuando asumimos que cada uno de nosotros tiene un mapa mental único y subjetivo, podemos evitar el error que casi todos cometemos: tratar al otro como nos gustaría que nos trataran a nosotros, en vez de tratarlo como le gustaría que lo trataran a él. Entramos aquí en el concepto de empatía. La empatía suele definirse como la capacidad para ponerse en el lugar del otro y actuar con él como desearíamos que actuaran con nosotros. Este concepto de empatía es errado ya que implica ponernos en el lugar del otro, pero manteniendo nuestro propio mapa mental, y no desde el mapa mental de la otra persona. Esto resulta muy poco útil. Ponerse en el lugar del otro conlleva necesariamente ver el mundo desde su mapa mental, lo que nos permitirá desarrollar verdadera empatía. Comprender esto nos supondrá una enorme ventaja a la hora de relacionarnos con cualquier persona. Conocer el mapa de con quien interactuamos nos facilita la comunicación, entender su razonamiento y sus conductas desde el no juicio, nos predispone a tener una actitud de escucha para entender y no para atacar, y nos permite llegar a consensos con ella más fácilmente.
Del mismo modo, cuando queremos establecer límites a alguien, tener esto en cuenta nos resultará tremendamente útil porque podremos hacerle entender la necesidad de los mismos utilizando términos de su propio mapa mental. Esta estrategia es de las más eficaces que existen en comunicación efectiva ya que las personas, en realidad, solo cambian si sienten en su interior la urgencia de hacerlo, es decir, si hay una motivación interna; de lo contrario, ese cambio no será real ni se sostendrá durante largo tiempo. Mediante esta estrategia fomentaremos su motivación a realizar un verdadero cambio en su conducta y a sostenerlo en el tiempo.
Ahora bien, no recomiendo hacer este esfuerzo titánico de empatía con todas las personas a las que queremos marcar un límite, pues, en general, su deber es respetarlo, sin mayor explicación o necesidad de entenderlo, y, en caso de no querer hacerlo, debería alejarse sin más (o tomar nosotros la decisión de alejarnos). Pero cuando se trata de relaciones con personas con las que no resultaría tan fácil distanciarnos (padres, madres, hijos, familia política, compañeros de trabajo, etc.), explicar el porqué de nuestros límites en términos de su mapa mental (en especial, cuando se trata de niños y adolescentes) resulta una estrategia sumamente astuta y eficiente
 
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 77
 
 
Para exigir respeto, necesitamos saber transmitir respetabilidad. Si queremos despertar confianza, necesitamos saber transmitir confianza y si queremos que nos den crédito, necesitamos saber transmitir autoridad.
 
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 85
 
 
El error más común que cometemos las personas al expresar nuestro enfado con otro es culpabilizarlo a él de nuestro enojo, y esto tiene una consecuencia inmediata: que el otro se ponga a la defensiva. Cuando esto ocurre, el fracaso de la comunicación está garantizado, pues en vez de remar ambos hacia la misma dirección para encontrar soluciones, cada uno remará hacia su lado para tener la razón.
 
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 89
 
 
El tiempo es algo que solo se gasta, no se recupera, no vuelve jamás y es finito. A todos se nos acaba algún día, y todos deberíamos adquirir el compromiso con nosotros mismos de hacer lo posible para que, al llegar al último aliento, podamos sentir que ha valido la pena. De modo que es determinante a qué le decimos que sí y a qué le decimos que no.
 
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 96
 
 
Los victimistas, narcisistas, provocadores, buscadores de atención, desprestigiadores, oportunistas, moralistas, culpabilizadores, mentirosos, demagogos, hipócritas, maltratadores e instigadores de toda calaña son individuos dispuestos a manejarnos a cualquier precio en pro de su beneficio personal. Lo mejor que podemos hacer cuando detectamos a una persona con conductas manipuladoras es evitar cualquier tipo de relación con ella. Esta es la mejor manera.
 
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 114
 
 
El error que cometemos es que, en la gran mayoría de las situaciones problemáticas, los humanos tendemos a buscar culpables. Parece que necesitemos cargar a alguien con la responsabilidad de que las cosas no hayan salido como esperábamos para quedarnos tranquilos, en vez de aceptar que, en muchas ocasiones, no hay ni culpables, ni inocentes, ni buenos, ni malos, ni héroes, ni villanos.
 
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 128
 
 
Cuando una relación no funciona, nos atascamos en la idea de que para romperla tiene que haber un «malo», alguien que nos trate mal, que no nos cuide, que sea tóxico, un narcisista o un egoísta... Pero ¿y si no lo hay? ¿Y si estamos con una bellísima y buena persona, pero aun así sufrimos? ¿Y si sus límites y los nuestros son incompatibles? ¿Y si lo que necesita no se corresponde con lo que nosotros podemos ofrecerle y viceversa? ¿Y si discutimos continuamente porque no hablamos el mismo idioma y tenemos visiones de la vida muy distintas? Todo esto nos hace sufrir. Y es que podemos querer mucho a una persona y, a la vez, no ser compatible con ella, ya que, lamentablemente, solo el amor no es suficiente para mantener una relación sana. Cuando somos capaces de comprender que podemos querer mucho a alguien, pero ser incompatible con esa persona, empezamos a aceptar que distanciarse es la mejor forma de quererla y de querernos. Tomar la decisión de alejarse, «no porque no te quiera, sino porque, a pesar de quererte, esto duele», es un paso muy difícil, pero mantenernos en ese vínculo probablemente nos lleve a una espiral de sufrimiento indefinido, donde agotaremos toda nuestra energía y salud emocional en los esfuerzos por hacer que funcione. Y eso será más difícil aún. En estos casos, lejos de enviar a la mierda a esa persona, necesitamos hablarle desde el amor y con mucha calma (nunca en un estado de enfado o discusión) para exponer los motivos que sostienen la decisión de romper la relación y definir de mutuo acuerdo (sobre todo en los casos de relaciones de pareja) cómo va a ser la separación para que duela lo menos posible para ambos. Llevar esto a cabo requiere, por un lado, tener una sana autoestima que nos permita priorizar nuestro bienestar, por mucho que queramos a la otra persona, y, por otro lado, mucha madurez, fortaleza emocional y responsabilidad afectiva. Nada sencillo. Esto es lo que llamamos una ruptura amistosa, sana, respetuosa y cuidadosa con el otro (y con nosotros mismos).
 
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 128
 
 
Si nosotros no somos capaces de ponernos en nuestro sitio, nunca vamos a poder poner en el suyo a los demás. Para eso, hace falta tener muy claro que no podemos permitir que nadie vulnere nuestros derechos, nos falte el respeto, intente coartar nuestra libertad o trate de manipularnos. Es decir, que ponernos en nuestro lugar significa comprometerse con uno mismo a hacer lo necesario para protegerse a nivel emocional, aunque eso conlleve la desaprobación de otras personas o alejarse de ellas.
 
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 130
 
 
Darnos amor significa cuidarnos, respetarnos y protegernos de todo mal, y eso implica muchas veces enviar a la mierda. A la mierda las apariencias, a la mierda el «qué dirán», a la mierda la diplomacia, a la mierda la vergüenza, a la mierda la cobardía, a la mierda los chantajes, a la mierda las expectativas de los demás, a la mierda la discreción, a la mierda los buenos modales, a la mierda las imposiciones, a la mierda la manipulación, a la mierda la sutileza y a la mierda con la gente de mierda.
 
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 131
 
 
OTRAS MANERAS DE ENVIAR A LA MIERDA SARCÁSTICAS, INGENIOSAS Y CON HUMOR
• Te devuelvo tu nariz. Se había metido en mis asuntos.
• Me parece que tienes el sistema digestivo invertido.
• Disculpa si no cumplo tus expectativas, mi prioridad es cumplir las mías.
• Cuando uno es sencillo corre el incómodo riesgo de ser tomado por tonto.
• Espero que el resto de tu día sea tan agradable como tú.
• Disculpa, me dejas sin una respuesta adecuada para alguien con tu madurez.
• Todos podemos decir alguna vez en la vida cosas estúpidas, pero hay quien abusa de ese privilegio.
• Se te ha quedado un trocito de mierda entre los dientes.
• Hablar con la boca llena es feo, pero con la cabeza vacía es peor.
• Parece que te cortaron verde.
• ¿Por qué no vas a ver si llueve en la esquina?
• (Una forma artística) Dibujar un círculo enorme y decir: «Esto es lo que me interesa la tasa de natalidad de la hormiga asiática (o lo más absurdo que se nos ocurra) y esto (dibujar un punto), lo que me importa tu opinión sobre mí
 
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 137
 
 
Como ayuda, se muestran a continuación algunas originales palabras recogidas en el diccionario español para que, jugando con ellas, podamos formar originales expresiones. Dejen volar su imaginación...
 
1. Adoquín: Persona de poco ingenio, habilidad o conocimiento.
 
2. Archipámpano: Persona que se comporta como si tuviera mucha autoridad o importancia sin realmente tenerla.
 
3. Artabán: Hombre agresivo, machista y misógino que menosprecia a las mujeres.
 
4. Baboso: de conductas lascivas y molestas.
 
5. Basilisco: Persona muy furiosa e hiriente.
 
6. Batracio: Persona de mala actitud e irrespetuosa.
 
7. Bellaco: Malo, pícaro, ruin.
 
8. Botarate: Persona con poco juicio.
 
9. Canalla: Persona ruin y despreciable por su comportamiento.
 
10. Cansino: Pesado, insistente.
 
11. Cenutrio: Torpe, bruto.
 
12. Cernícalo: Persona ignorante y grosera.
 
13. Charrán: Que habla mucho, pero sin decir nada.
 
14. Chisgarabís: Persona entrometida y de poco juicio.
 
15. Chupasangre: Que se aprovecha de otras personas.
 
16. Deslenguado: Que habla de manera insultante, desvergonzado.
 
17. Energúmeno: Persona furiosa que actúa violentamente.
 
18. Facineroso: Persona que actúa con maldad, delincuente habitual.
 
19. Granuja: Persona deshonesta que intenta aprovecharse de otras con trampas o estafas.
 
20. Idiota: Persona poco inteligente o engreída.
 
21. Machirulo o machín: Hombre machista, especialmente el que se considera que presume de ello.
 
22. Majadero: Persona descortés, grosera y maleducada.
 
23. Maldiciente: Que maldice o denigra por costumbre.
 
24. Malmirado: Persona descortés, desconsiderada, maleducada.
 
25. Meapilas: Que muestra una devoción religiosa exagerada o hipócrita.
 
26. Melón: Persona torpe o necia.
 
27. Mequetrefe: Persona entremetida, inútil.
 
28. Ñoño: Persona muy quejica.
 
29. Palurdo: Que tiene poca educación y modales para comportarse en público.
 
30. Patán: Persona tosca y torpe.
 
31. Pelmazo: Persona insistente, molesta, pesada.
 
32. Petimetre: Persona que se preocupa mucho de su compostura y de seguir las modas.
 
33. Pijotero: Que produce fastidio o cansancio.
 
34. Plasta: Persona aburrida y molesta.
 
35. Pusilánime: Falta de ánimo y valor para enfrentarse a dificultades, defender las propias ideas o tomar decisiones.
 
36. Rastrero: Que actúa de forma mezquina para conseguir sus propósitos, muchas veces a costa de la humillación.
 
37. Ruin: Persona miserable, de malas costumbres.
 
38. Sabandija: Persona despreciable.
 
39. Sabiondo: Persona que presume de saberlo todo sin saber realmente.
 
40. Sanguijuela: Persona que se aprovecha de otra, explotándola laboralmente o sacándole su dinero o pertenencias.
 
41. Sinvergüenza: Persona pícara y que comete actos inmorales sin reparo.
 
42. Traidor: Que falta a su palabra o a la confianza de otras personas.
 
43. Taimado: Ingenioso y hábil para el engaño.
 
44. Tunante: Pícaro y audaz para estafar o mentir.
 
45. Zascandil: Persona informal, que engaña
 
Alba Cardalda
Cómo mandar a la mierda de forma educada, páina 139